Anteayer, en el escenario principal, como parte de una
de las más agradables "rutinas" que el Teatro Colón viene ofreciendo
desde el jueves pasado estaba, nuevamente, Martha Argerich. Eran las
cuatro de la tarde y la pianista, que estaba desde las diez de la mañana
en el teatro, volvía a desplegar su mágica capacidad musical. Por
supuesto, en compañía de sus amigos, hasta bien entrada la noche, ya que
les puso el cuerpo a las tres etapas del megaconcierto ofrecido
anteayer (el último de los cuales es comentado in extenso en la crítica
adjunta). Fue una maratón que para Mar-tha continuó hasta las cinco de
la madrugada, porque se quedó estudiando para la función de cierre del
festival, hoy por la noche.
¿Por qué tanta entrega? Porque Argerich no tiene problemas en ser el
motor que permita llenar tres veces en un mismo día el Colón y, de este
modo, darles espacio a músicos locales y extranjeros ante el público
porteño. Así, en la primera parte de la maratón tocaron el violinista
argentino Rafael Gíntoli con la pianista japonesa Akiko Ebi y luego el
ruso Alexis Golovin. La sala tenía un público atípico, con muchos
guardapolvos blancos de alumnos de escuelas primarias de la ciudad y
jóvenes estudiantes secundarios.
Pero esto a Martha no pareció importarle: hizo música de cámara del
mejor nivel, primero con el clarinetista norteamericano Marek Denemark
(la "Fantasiestücke" Op. 73) y luego con el violinista uruguayo y
director de la Camerata Bariloche, Fernando Hasaj (la Sonata N° 2 en Re
de Prokofiev).
La segunda parte estuvo, sí, más poblada de jóvenes músicos y público de
la tercera edad, para escuchar un programa ecléctico que terminó con
una escena de "Turandot" en la que participaron varios integrantes de la
Fundación Teatro Colón, organizadora del festival, incluidos la
presidenta, Teresa Bulgheroni, y el director administrativo, Pablo
Batalla.
Martin Liut
Diario La Nación
Miércoles 10 de septiembre de 2003
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