lunes, 29 de julio de 2019

Orquesta Filarmónica de Israel: Martha Argerich agigantó su propio mito

Solista: Martha Argerich, piano
Dirección: Zubin Mehta
Programa: Odon Partos: Concertino para orquesta de cuerdas.
Schumann: concierto para piano y orquesta, op. 54. Beethoven: Sinfonía Nº 6, op. 68, "Pastoral".
Ciclo: Grandes Intérpretes Internacionales 2019
Sala: TeatroS

Por Pablo Kohan


En el Colón, anteanoche, se dio la suma ideal, esa en la que confluyen interpretaciones de excelencia y altísimas emociones colectivas. A la hora señalada se desató la primera ovación, estruendosa y extensa. Avanzando lentamente y portando un bastón, Zubin Mehta, con sus 83 años , asomó su leyenda por entre los cuerdistas de la Filarmónica de Israel. No sin dificultades subió al podio, saludó con parsimonia, muy sonriente, giró y se sentó en una silla para él ahí dispuesta. Y a continuación, como si el tiempo solo hubiera estado para darle sabiduría, dirigió, impecablemente, el Concertino para cuerdas de Ödön Partos, una obra bellísima, expresiva y con claras deudas hacia la estética, los recursos discursivos y las complejas formulaciones rítmicas de Bartók. Claro, para que así sonara, Mehta ordenó todo con absoluta simplicidad y contó con la inestimable/imprescindible colaboración de los músicos de la Filarmónica de Israel, que demostraron un ajuste, un sonido y una afinación general impecables. Buenísima la elección, además, de traer una obra desconocida de un compositor nacido en Hungría, pero que desarrolló toda su carrera en Tel Aviv hasta devenir en una figura señera de la composición israelí. Y después llegó algo muy parecido a lo que debe ser la felicidad.
Se amplió la planta de músicos y se ordenó el escenario para el Concierto para piano y orquesta de Schumann. Tras la afinación de la orquesta y el silencio posterior, se abrió la puerta del fondo del escenario y desde ahí asomó la cabellera blanca de Martha Argerich. Aquella sonora ovación inicial tributada al gran director indio quedó un tanto empequeñecida. Con mucho público de pie aplaudiendo y vociferando sin tapujos, la recepción a la gran pianista fue colosal. La incomodidad de Martha fue también palpable cuando Mehta, prudentemente, la dejó en soledad en el medio del escenario. Y desde el mismo comienzo, Martha anunció que era ella quien estaba en el centro de la escena. Con la serie inicial de esos acordes majestuosos, que sonaron tan poderosos como desprovistos de cualquier dureza, sentó presencia. Y con la exposición inmediatamente posterior del tema, ofreció una interpretación sublime, poética, con respiraciones y toques como solo ella puede hacerlo. Moderno mito musical, Martha cada día toca mejor.
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Martha mantiene la técnica de toda la vida y ejerce su dominio sobre el piano sin ninguna mella. Sobre esa base, expuso toda su musicalidad y esa sensibilidad que la han hecho una de las mejores pianistas de todos los tiempos. Con solvencia y arte, pasó de los pianísimos más sutiles hasta los fortísimos más impecables sin que jamás aflorara ninguna rudeza o tosquedad. El lirismo emergió invicto cada vez que hubo necesidad y su presencia solista dominante dio paso también a las mejores interactuaciones con la orquesta. Bajo la tutela y los ordenamientos colectivos de Mehta y los aportes invalorables de una orquesta superior se pudo escuchar una interpretación inmejorable y referencial del Concierto de Schumann. Los aplausos, las rechiflas y los gritos superaron todos los decibeles imaginables. Poética y final, tras largos cabildeos, Martha Argerich se despidió con el primer número de Escenas infantiles, de Schumann.
En la segunda parte, con la Sinfonía Pastoral de Beethoven, Mehta y sus israelíes ofrecieron lo que corresponde, es decir, una lectura pastoral y nada explosiva de la sinfonía. Los colores fueron bucólicos, los tratos fueron aldeanos y hasta la trágica tormenta del cuarto movimiento no tuvo los ribetes de un huracán en alta mar, sino la intensidad de una tempestad en el campo. La exposición de las ideas y los contrapuntos más íntimos se percibió con total claridad, incluso dentro de los tutti más sonoros. Lejos de sus tiempos más fogosos y dramáticos, Zubin Mehta se ha transformado en el sereno sabio de la tribu. Para cerrar una noche inolvidable que fue avanzando progresivamente hacia el pasado, la orquesta, con pulcritud y exactitudes, ofreció la obertura de Las bodas de Figaro, de Mozart. La noche concluyó estupenda: la música estuvo en las mejores manos y de ahí que, con toda lógica, afloraran las más intensas emociones colectivas.
Pablo Kohan - La Nación

martes, 23 de abril de 2019

"Tengo un temperamento muy extraño" - Martha Argerich



Considerada como una de las más grandes intérpretes de la historia, la pianista argentina recibió a Infobae Cultura antes de presentarse en el CCK y realizar su gira por el interior del país. Cómo serán los shows y su relación con Daniel Barenboim, entre otros temas. 

Nota de Diego Fischerman


Uno de sus escritores favoritos es Milan Kundera. Y, sin saberlo, Martha Argerichevoca la imagen casi espiada que abre la novela La immortalidad. Una mujer en una pileta y un gesto de despedida a su instructor. "Aquella sonrisa y aquel gesto pertenecían a una mujer de veinte años", escribe Kundera.
La pianista acaba de terminar una parte de su ensayo, en el Auditorio Sinfónico del CCK. Señala uno de los cuatro pianos que se han colocado, enfrentados de a pares, en el escenario; más exactamente mira la partitura.
"Estoy preocupada; tengo que tocar bien esto. Y es la primera vez que lo veo". Se trata de una chacarera, en un arreglo para cuatro pianos, y será uno de los bises en el primer concierto de esta nueva visita a Buenos Aires. Y el gesto de la mujer de veinte años está allí, en la sonrisa que insinúa su mirada. En el desconcierto que juega a aparentar.
Recién llegó a la Argentina donde, además de un ensayo abierto –este martes– y de los dos conciertos que dará el miércoles y el domingo en el CCK, junto con destacados invitados, se presentará en las ciudades de Paraná y Concepción del Uruguay, en Entre Ríos, y en Córdoba y Tucumán.
"Con cierta parte de nuestro ser vivimos todos fuera del tiempo", reflexiona Kundera acerca de la bañista. Y tal vez de eso se trate la música. O, por lo menos, eso que Martha Argerich logra como muy pocos: que cada vez que toca algo suene como si fuera la primera vez. Que la sorpresa –incluso la propia– se imponga a cualquier clase de rutina.
La pianista habla de una de las obras que tocará en su primer concierto, la Partita en Do Menor de Johann Sebastian Bach. En la obertura (en este caso llamada Sinfonía), un movimiento lento desemboca en un pasaje veloz, contrapuntístico, que, en sus manos, no puede describirse de otra manera que como jazzístico. No hay otra palabra que swing.

"A mí me divierte bastante eso. Sacar ciertas cosas. Y supongo que si a mí me divierte entonces sale divertido. Muchas veces me sorprendo a mí misma. Muchísimas veces. Tengo un temperamento muy extraño. No sé por qué, me dejo llevar. No sé qué es lo que viene antes, lo que pasa después."
La revista francesa Diapason, especializada en música clásica, dijo que para encontrar un equivalente a Martha Argerich en la historia de la interpretación pianística, había que remontarse a Clara Schumann. Sus versiones de ChopinRavel o Prokofiev son referencias obligadas. Y además es una de las muy pocas intérpretes que hizo siempre lo que quiso. Que eligió su repertorio como le pareció mejor a ella, mucho más allá de cualquier moda, y que grabó exactamente lo que tuvo ganas y cuando tuvo ganas de hacerlo.
Su primer concierto porteño –que se transmitirá en directo por Cont.ar y por Radio Nacional Clásica y será difundido también el día siguiente por la Televisión Públlica– estará dedicado por entero a composiciones de Johann Sebastian Bach, incluyendo la transcripción que él realizó para cuatro claves, cuerdas y bajo continuo de una obra de Antonio Vivaldi donde los solistas eran cuatro violines (en este caso será interpretada en pianos).
Junto con ella estarán los violinistas Cecilia Isas y Rafael Gintoli –como solista y al frente del Ensamble Estación Buenos Aires–, y los pianistas Graciela RecaMauricio Vallina y Alan Kwiek. La presentación del domingo tendrá como protagonsitas absolutas a Argerich y Reca, en obras para dos pianos y para piano a cuatro manos de Wolfgang Mozart, Claude Debussy, Sergei Rachmaninov ySergei Prokofiev.
"Tocar con ella es tocar el cielo con las manos", afirma Reca. Nacida en Paraná, formada inicialmente con Aldo Antognazzi, entre otros maestros, y seleccionada por concurso para perfeccionarse con Bruno Saidlhofer en la Academia de Música de Viena, para ella "cuando se toca con otros, en el contacto con otras personas hay una transformación de lo que uno hace".
Al respecto, Argerich dice: "Se toca distinto según con quien se toca. Uno aprende. Hay un intercambio de energías que es muy interesante. Últimamente estuve tocando muchísimo con Daniel Barenboim; es con quien más he tocado recientemente, a dos pianos y a cuatro manos. Es interesantísimo lo que pasa."
Al principio, en sus primeros encuentros, eran un poco como el ying y el yang de la interpretación. Una combinación perfectamente inestable (o lo contrario) entre impulso y racionalidad. Pero, en rigor, ninguna de las dos características le corresponde con exclusividad a ninguno de los dos. "Y además fue cambiando", dice ella. "Cambia todo el tiempo".
En 1999, la pianista quebró una larga ausencia de los escenarios argentinos. Después de 13 años llegó con una idea, apoyar un concurso que llevaba su nombre y que había sido ideado por su amiga Cucucha Castro. El emprendimiento tuvo apenas dos ediciones.
Tampoco prosperó en el tiempo la posibilidad de que Buenos Aires fuera sede de un Festival Argerich, a la manera del que se realiza en Lugano. Los desentendimientos con sucesivas direcciones del Teatro Colón tuvieron su eclosión cuando, en el centro de un fuerte enfrentamiento de los gremios con las autoridades del teatro fue echada del escenario, mientras ensayaba, por un grupo de delegados sindicales. No obstante, su preocupación inicial por dejar una huella en la Argentina, además de sus discos y el recuerdo de sus conciertos, sigue en pie. Ella nunca ha dado clase pero su manera de enseñar es otra. Se junta con otros músicos, toca con ellos, los foguea.

"Me gusta tocar con gente con la que me entiendo bien, independientemente de la edad que tengan", dice. Y decide tocar en las provincias y junto con solistas y orquestas de Entre Ríos, Córdoba o Tucumán. La decisión, en todo caso, es algo que la preocupa. "No sé cómo es que se decide algo", reflexiona.
"Hace poco leí algo muy interesante, no sé si será cierto, supongo que sí. Parece que cada vez que hacemos algo, cualquier movimiento, siete segundos antes hubo una decisión en nuestro cerebro. Siete segundos. Y al tocar el piano debe ser lo mismo."

Quienes la acompañan en este nuevo periplo argentino, además de Graciela Reca, son Mauricio Vallina, un cubano radicado en Bruselas y formado en el Conservatorio Tchaikovsky de Moscú y el Real Conservatorio de Música de Madrid –aunque tal vez mucho más en el intercambio casi cotidiano con Argerich–, la violinista tucumana Cecilia Isas, que fue becada para su perfeccionamiento en la Academia Internacional Menuhin en Blonay (Suiza), Alan Kwiek, un argentino que estudió, entre otros, con Pía Sebastiani y Elizabeth Westerkamp, dos de las grandes maestras locales, y que, además, es algo así como el factotum de cada una de las actuaciones de Argerich en este país, y otro de los grandes amigos y colaboradores con los que se encuentra en cada vaje, el violinista Rafael Gintoli, actual concertino de la Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto.







domingo, 21 de abril de 2019

Martha Argerich junto a Daniel Barenboim y la West-Eastern Divan Orchestra el 4 y 5 de agosto de 2019




Bajo la dirección de Daniel Barenboim, la gran pianista argentina Martha Argerich regresa a la Sala Sinfónica para ofrecer, junto a la West-Eastern Divan Orchestra, el concierto para piano y orquesta n° 1 de Chaikovski, en dos únicos conciertos. El programa se completa con el Concierto para orquesta de un autor fundamental del siglo XX, el polaco Witold Lutoslawksi.

Las entradas para los conciertos en la Sala Sinfónica del Festival Barenboim estarán a la venta en forma online desde el domingo 3 de marzo a las 12h a través de esta web. También podrán ser adquiridas en forma presencial desde el miércoles 6 de marzo a las 12 en Sarmiento 151, de martes a domingos y feriados, de 12 a 19h.


Las localidades adquiridas vía web desde el domingo 3 hasta el domingo 10 de marzo tendrán un descuento del 10%.


Los estudiantes, jubilados y pensionados podrán adquirir las localidades con un descuento del 50% (solo en la modalidad presencial), acreditando identidad en mostrador.

Martha Argerich - Piano


Nació en Buenos Aires en 1941. A los tres años tuvo su primer contacto con el piano, iniciando su formación musical a través del método lúdico de Ernestina Kusrow. Dos años más tarde comenzó a tomar lecciones de piano con Vicenzo Scaramuzza.


A los ocho años se presentó públicamente en Buenos Aires tocando obras de Mozart (Concierto No. 21), Beethoven (Concierto No. 1) y Bach, con la Orquesta de Radio El Mundo dirigida por Scaramuzza. Se presentó luego en el Teatro Colón, donde debutó en 1952 con el Concierto de Schumann y la entonces Sinfónica de la Ciudad de Buenos Aires (hoy Filarmónica), dirigida por Washington Castro, y luego en el Teatro Astral. 

En 1954, con ayuda del gobierno argentino y gracias a un puesto diplomático ofrecido a sus padres, se trasladó a Viena a fin de proseguir sus estudios de piano con Friedrich Gulda, a quien había conocido en sus visitas previas a Buenos Aires y que se convirtió en su primer y principal referente. Posteriormente tomó clases con Arturo Benedetti Michelangeli, Nikita Magaloff y Stefan Askenase.
Se embarcó en un intenso programa de conciertos, debutando en Viena al año siguiente y grabando en 1960 su primer disco para la Deutsche Grammophon. A los 21 años se mudó a Nueva York haciendo una pausa en su carrera. 

Sin embargo, en 1965 retornó a la escena de manera fulgurante ganando el primer premio de la séptima edición del Concurso Chopin de Martha Argerich PIANO Varsovia –acaso el más alto galardón para un pianista en el mundo- y el premio de la Radio Polaca por sus interpretaciones de los Valses y Mazurkas de Chopin.

Gracias a la ayuda de Stefan Askenase y su mujer, Argerich retomó su carrera internacional, la que desarrolló de manera ininterrumpida tanto como solista -en recitales o con orquesta- y en grabaciones. En 1974 se presentó en Nueva York, alcanzando en ese país el mismo alto reconocimiento que tenía en Europa. Adquirió fama en un repertorio amplio que abarca desde Bach hasta Bartók, pero fuertemente selectivo en cuanto a autores y obras, privilegiando a Schumann y Chopin como solista. Grabó los conciertos de Ravel (dos veces, con Claudio Abbado y las filarmónicas de Berlín – premio de la Academia Charles Cross- y Londres), Schumann, Tchaikovsky, Rachamninov (el Tercero, con Riccardo Chailly y la Orquesta de la Radio de Baviera), primero de Chopin, tercero de Bartók y tercero de Prokofiev (con Charles Dutoit). Pese a haber rehuido a Mozart, grabó varios de sus conciertos, los últimos con Abbado (Nos. 20 y 25).

En la década de 1980, Martha Argerich viró su interés hacia la música de cámara y la interacción con otros músicos como Nelson Freire, Stephen Bishop-Kovacevich, Gidon Kremer, Alexander Rabinovich, Nicolas Economou y Mischa Maisky, relegando sus presentaciones con orquesta y aún más como solista. A su interés por hacer música en grupo se suma su visión solidaria de ayuda a jóvenes músicos y su proyección social. En 1986 se presentó en el Teatro Colón para abordar, en una sola velada el Segundo concierto para piano de Beethoven, el Tercero de Prokofiev y el Primero de Liszt, con la Filarmónica de Buenos Aires dirigida por Simón Blech.
En septiembre de 1999, Martha Argerich presentó en el Teatro Colón su primer Festival y Concurso Internacional, integrando personalmente el jurado. 

En noviembre de ese mismo año presentó otra edición del Festival en Beppu, Japón, con clases magistrales brindadas por ella y colegas como Mischa Maisky y Nelson Freire.

El Festival Argerich, llamado entonces Punto de Encuentro, se reiteró en el Teatro Colón en temporadas sucesivas hasta el año 2005. Paralelamente participó intensamente del Festival de Lugano haciendo música de cámara junto a importantes instrumentistas, en veladas que han quedado atesoradas en grabaciones. Martha Argerich tiene tres hijas de diversas parejas: Lida Chen, con el violinista chino Robert Chen; Annie Dutoit, fruto de su matrimonio entre 1969 y 1973 con el director de orquesta Charles Dutoit, y Stéphanie Argerich, con el pianista Stephen Kovacevich.