jueves, 21 de mayo de 2015

Projet Martha Argerich - Lugano, 10-29 juin 2015


Arrivé à sa quatorzième édition, le Projet Martha Argerich promet cette année également une affiche importante, avec une programmation musicale hétérogène, réunissant une cinquantaine d’artistes autour de cette grande pianiste.

Conçu en tant que terrain d’essai pour la musique d’ensemble, ce festival se présente sous forme d’atelier, invitant les artistes en résidence à aborder des compositions exécutées rarement à côté de chefs d’œuvre du répertoire. Un modèle original se crée donc de cette façon, basé sur un groupe d’interprètes particulièrement motivés à mettre en jeu leurs capacités et leurs compétences, dans un échange stimulant d’expériences.

La promotion active de cet événement fait désormais l’orgueil de BSI : il s’agit d’un projet à fort contenu culturel et à grand impact médiatique de par la valeur de ses artistes, le répertoire musical proposé et le public présent pendant les soirées.

A en garantir le succès, des musiciens qui assurent leur présence presque chaque année, fidèles à cette initiative, et qui ont désormais inséré Lugano parmi les points de référence de leur carrière. Parmi les autres, citons Mischa Maisky, Stephen Kovacevich, Lilya Zilberstein, Renaud et Gautier Capuçon, Ilya Gringolts, Dora Schwarzberg, Nicholas Angelich, Khatia Buniatishvili. S’ajouteront à ceux-ci les violonistes Andrey Baranov, Geza Hosszu-Legocky ainsi que le groupe de pianistes que la manifestation a depuis longtemps consacrés (Gabriele Baldocci, Walter Delahunt, Alexander Gurning, Polina Leschenko, Alexander Mogilevsky, Francesco Piemontesi, Giorgia Tomassi, Mauricio Vallina). Contribueront aux exécutions de musique d’ensemble les pianistes Sergei Babayan, Eduardo Hubert, Elena Lisitsian, Cristina Marton, Daniel Rivera, Akane Sakai, les violonistes Lucia Hall, Mayu Kishima, les violoncellistes Jorge Bosso, Mark Drobinsky, Jing Zhao, le contrebassiste Enrico Fagone et le clarinettiste Paul Meyer.

Nous vous signalons en particulier l’exécution par Martha Argerich et Eduardo Hubert de Latitud 34°36’30” (Porteña) pour deux pianos et orchestre, la nouvelle composition de Luis Bacalov qui sera présentée après la première exécution prévue au Théâtre Colón de Buenos Aires au mois de mai.

Pendant le PROJET MARTHA ARGERICH la présence de « familles » musicales au sens strict du terme est devenue une tradition. A côté de Martha Argerich avec ses filles Lyda Chen et Annie Dutoit (en qualité de récitant), des frères Sergio Tiempo et Karin Lechner, de Mischa Maisky avec ses enfants Sascha et Lily, de Dora Schwarzberg avec sa fille Nora Romanoff, cette année s’ajoute la famille Margulis (Jura, Alissa et Natalia). Tel que l’année dernière, le PROJET aura une prolongation géographique au Théâtre Social de Bellinzone, où quatre couples de pianistes exécuteront les Visions de l’amen d’Olivier Messiaen.

S’agissant d’un festival essentiellement dédié au piano, notre Projet ne pouvait ne pas évoquer le vingtième anniversaire de la mort d’Arturo Benedetti Michelangeli, le grand pianiste qui a associé son nom à notre ville, où il est mort pendant la nuit du 11 au 12 juin 1995. Il sera célébré avec une soirée spéciale au Cinéma LUX pendant laquelle l’on projettera la vidéo enregistrée par notre télévision du récital qu’il tint le 7 avril 1981 dans le même Auditorium de la RSI, qui est le cœur de notre festival. Comme d’habitude, le festival sera enrichi d’une Master Class conduite par la grande violoniste Ivry Gitlis auprès du Conservatoire de la Suisse italienne.

Le programme détaillé du festival sera mis à jour au fur et à mesure sur le site internet 

www.argerich-luganofestival.ch 

tandis que l’on pourra suivre les concerts en direct de l’Auditorium de la RSI ou en streaming sur le site internet www.rsi.ch/livestreaming.

sábado, 16 de mayo de 2015

Archivo discográfico 2004 - "Dos pianistas con alma sinfónica" - Martha Argerich y Mikhail Pletnev


Dos músicos brillantes, tocando en dos pianos o en uno solo. Dos obras, la transcripción de una pieza orquestal, la suite del ballet "Cenicienta", opus 97, de Prokofiev, y otra original para el instrumento, a cuatro manos, pero que luego tuvo una versión sinfónica, "Mi madre la oca", de Maurice Ravel.
Son un poco menos que imperdibles los 50 minutos con la genial Martha Argerich como protagonista de uno de sus últimos y más fructíferos encuentros amistoso-musicales con colegas de la fórmula 1 clásica, en este caso, el gran pianista y director de orquesta ruso Mikhail Pletnev.
No se sabe aún si la dupla, nacida al calor de los rutilantes festivales de verano europeo (puntualmente, el de Verbier en Suiza), participará del próximo "Argerich, Punto de Encuentro Buenos Aires". Pero puede escuchársela ya en Buenos Aires, gracias a la edición local del álbum de Deutsche Grammophon.
Se trata de un disco en el que la electricidad musical de Martha corre pareja con el voltaje de Pletnev, quien escribió la transcripción para dos pianos de "Cenicienta" especialmente para la intérprete argentina.
La sesión de grabación, como no podía ser de otro modo tratándose de la noctámbula Martha Argerich, se prolongó hasta el amanecer. Según la crónica de esa extensa velada se produjo en el estudio "una excepcional atmósfera creativa y una productiva tensión artística entre ambos pianistas". Esta tensión a la que hace referencia el comentarista del booklet que acompaña el CD no hay que tomarla en la acepción que habla de una oposición latente entre fuerzas, porque lo que más impacta es la mancomunión camarística de ambos intérpretes. En este sentido, Pletnev, un destacado pianista y director de orquesta, parece estar, al menos aquí, en la misma sintonía que Argerich. Las dos obras están teñidas por su estilo, flamígero y ligero en los momentos expansivos y de tiempos rápidos, y de profunda calma, en los pasajes lentos.

HOMBRES ORQUESTA

La reducción o la transcripción para piano de obras orquestales fue una práctica habitual durante el siglo XIX. Por una parte, era la única forma de escuchar en casa aquellas obras que -hasta la llegada del disco y los medios masivos de comunicación- sólo podían apreciarse, en forma infrecuente, en las salas de concierto. Pero, también, fueron los virtuosos del piano los que en sus conciertos las incluían como una demostración de su capacidad de hombres orquesta. La idea de un solo músico emulando las fuerzas sonoras de una agrupación sinfónica calzaba justo para la estética del genio y el héroe romántico de entonces.
En el siglo XX, el de la era de la reproductibilidad técnica, esta práctica cayó en desuso. Sin embargo, dentro del particular y restringido repertorio que aborda Martha Argerich, las transcripciones orquestales ocupan un lugar destacado. No se trata, en su caso, de remedar una mera práctica de sustitución, sino de un interesante ejercicio de "traducción" entre medios distintos. Este es el desafío que se autoimpuso Pletnev a la hora de llevar a dos pianos la riqueza tímbrica y textural del ballet de Prokofiev.
El resultado es fascinante, sobre todo si se lo puede acompañar con la audición comparativa de la versión original para orquesta. Pletnev y Argerich se funden como un solo hombre orquesta desde los dos teclados. O, como en el Finale, adentro de él: las campanas son emuladas por Pletnev, golpeando directamente las cuerdas con una mano, mientras continúa tocando con la otra.

INTIMIDAD

Si los dos pianos "traduciendo" a una orquesta proponen un discurso expansivo, "Mi madre la oca" es su contracara ideal. La concentración y la síntesis campean en los cinco números de estas escenas "infantiles", con temática oriental de Ravel.
"Mi madre la oca" es una de las debilidades de Argerich, que la ha tocado innumerables veces. Aquí, toca el segundo piano. No canta la voz superior, pero controla "la respiración" general, a través de los pedales. Con Pletnev se escucha su versión: tiempos rápidos y toque levísimo. Pletnev lo acepta gustoso, a tal punto que logra la ilusión de que se trata de un solo músico, con veinte dedos.
Acompaña esta nota los fragmentos en audio de "Introducción" , primer número de la Suite del ballet "Cenicienta", Op.87 , transcripta para dos pianos por Mikhail Pletnev, y "Pavane de la Belle au bois dormant", primera pieza de "Mi madre la Oca", para piano a cuatro manos de Maurice Ravel.
07 de agosto 2004 - Martín Liut

lunes, 11 de mayo de 2015

sábado, 9 de mayo de 2015

"La felicidad en concierto"


La pianista argentina Martha Argerich subyuga al Palau de la Música


Cada actuación de la pianista argentina Martha Argerich en Barcelona engrandece su leyenda. Ha regresado al Palau, para colaborar con la Orquesta Da Camera, fundada por Ibercamera en 2013 e integrada por músicos de los cuartetos Casals, Quiroga y Gerhard, y jóvenes instrumentistas de nuestro país que colaboran habitualmente con orquestas europeas de primer nivel. Como no es fácil atraer al público sin nombres de relumbrón de por medio, su presencia como solista, junto a la sensacional trompetista catalana Mireia Farrés, del Concierto para piano, trompeta y orquesta de cuerdas, op. 35 de Dimitri Shostakóvich, casi llenó el Palau, a pesar de que coincidía con el partido del Barça y el Bayern de Múnich, competencia temible se mire por donde se mire.

Argerich estuvo en vena, con esa energía felina sobre el teclado que no disminuye con el paso del tiempo y acecha en cada pasaje para extraer toneladas de música sin vanidad. Compartió sabiduría y buen humor en una partitura que transmite optimismo, vitalidad y alegría. La clave está en los contrastes, en la fuerza rítmica sostenida sin desmayos, aderezada por ese caústico sentido del humor que permitió a Shostakóvich sobrevivir en la gris y siempre aburrida dictadura soviética.
La naturalidad y sinceridad como intérprete de Argerich iluminó la versiones. Daba gusto verla compartir cada detalle, cada giro rítmico, cada remanso lírico con Mireia Farrés, solista de la OBC, como compañera de aventuras; toca la trompeta con una combinación de virtuosismo técnico, belleza sonora y sentido musical que no busca el lucimiento sino la grandeza de la música que interpreta.
La version fue apasionante. La orquesta parecía tener alas siguiendo a Argerich y ella los guiaba con intuición y generosidad. Fue un Shostakóvich que nos hizo más felices. Ante la explosión de júbilo, bisaron el vertiginoso y divertidísimo Allegro con brio que cierra el concierto. 
La Orquestra Da Camera, que sonó bien, con fuerza, abrió la velada con el Concierto para violín en la menor, BWV 1041, de Bach, con el violinista austriaco Alexander Janiczek como solista de sonido pulcro, pero un tanto anodino, quien, en tareas de concertino-director, cerró el programa con una versión de la Cuarta sinfonía de Beethoven llevada al galope; el exceso de de velocidad restó gracia y sutilezas a una partitura que sonó con dureza y violentos contrastes dinámicos.
Argerich estuvo en vena, con esa energía felina sobre el teclado que no disminuye con el paso del tiempo y acecha en cada pasaje para extraer toneladas de música sin vanidad. Compartió sabiduría y buen humor en una partitura que transmite optimismo, vitalidad y alegría. La clave está en los contrastes, en la fuerza rítmica sostenida sin desmayos, aderezada por ese caústico sentido del humor que permitió a Shostakóvich sobrevivir en la gris y siempre aburrida dictadura soviética.
La naturalidad y sinceridad como intérprete de Argerich iluminó la versiones. Daba gusto verla compartir cada detalle, cada giro rítmico, cada remanso lírico con Mireia Farrés, solista de la OBC, como compañera de aventuras; toca la trompeta con una combinación de virtuosismo técnico, belleza sonora y sentido musical que no busca el lucimiento sino la grandeza de la música que interpreta.
La version fue apasionante. La orquesta parecía tener alas siguiendo a Argerich y ella los guiaba con intuición y generosidad. Fue un Shostakóvich que nos hizo más felices. Ante la explosión de júbilo, bisaron el vertiginoso y divertidísimo Allegro con brio que cierra el concierto. 
La Orquestra Da Camera, que sonó bien, con fuerza, abrió la velada con el Concierto para violín en la menor, BWV 1041, de Bach, con el violinista austriaco Alexander Janiczek como solista de sonido pulcro, pero un tanto anodino, quien, en tareas de concertino-director, cerró el programa con una versión de la Cuarta sinfonía de Beethoven llevada al galope; el exceso de de velocidad restó gracia y sutilezas a una partitura que sonó con dureza y violentos contrastes dinámicos.
Martha Argerich, piano. Mireia Farrés, trompeta. Orquestra Da Camera. Alexander Janiczek, concertino-director. Obras de Bach, Shostakóvich y Beethoven.
Diario El País - 09 de mayo de 2015

jueves, 7 de mayo de 2015

Martha Argerich y Mireia Farrés interpretan a Shostakovich junto a la Filarmónica Sociedad de Conciertos - Madrid, 5 de mayo de 2015


Martha Argerich y Mireia Farrés interpretan a Shostakovich dirigidas por Alexander Janiczek junto a la Filarmónica Sociedad de Conciertos 
05 de mayo 2015

Nature, books, music, friends...


"I try to find things that make make HAPPY. I like laughing and I need it. I take advantage of life. NATURE, BOOKS, MUSIC, FRIENDS... For me, being happy means not undergoing things." 

Martha Argerich

martes, 5 de mayo de 2015

Argerich, la que está en los discos


Domingo 05 de octubre de 2003
Grabaciones
Argerich, la que está en los discos
Deutsche Grammophon reedita en CD las grabaciones de piano solo de la intérprete

Los melómanos de todo el mundo han aceptado, con resignación, la férrea negativa de Martha Argerich de subirse a un escenario para tocar sola. Salvo algún que otro bis esporádico, Argerich no quiere pasar por lo que ella define como una experiencia traumática y prefiere compartir el placer de hacer música con sus amigos en diversos grupos de cámara o con medio centenar de colegas de una orquesta sinfónica.
Por suerte, Martha Argerich nació en el siglo I de la era de la reproductibilidad técnica: los intérpretes también pueden superar la barrera del tiempo, gracias a las grabaciones. Precisamente el sello Deutsche Grammophon, como parte de su serie "The originals" que está pasando a disco compacto muchas de las joyas musicales de su archivo, presenta en la Argentina tres CD históricos de Martha Argerich en "solo piano".
Se trata del disco debut para el sello de la etiqueta amarilla, que Argerich grabó en 1961, otro grabado en 1975 dedicado enteramente a Bach (con la Toccata en do menor, la Partita Nº 2 y la Suite inglesa N° 2 en la menor). En todos los casos, las grabaciones, que por ser editadas en el país tienen nuevamente precios accesibles al bolsillo local, son reveladoras.

MADUREZ TEMPRANA

El primer disco de piano solo que Argerich grabó para DG permite comprobar la temprana madurez como intérprete de la argentina. Y también la fidelidad a un grupo de compositores que la acompañan desde entonces: el viejo long play incluía tres románticos: Chopin (cuatro años antes de alzarse con el primer premio del mítico concurso que se realiza en Varsovia en forma quinquenal), Brahms y Liszt. Pero también a su autor de cabecera, Sergei Prokofiev (con la Toccata Opus 11) y otro creador del siglo XX, con un estilo totalmente diferente, pero que no es para nada ajeno a la versátil sensibilidad de Argerich, Maurice Ravel (aquí con sus "Jeux d’eau").
Si el álbum original es rico de por sí, se transforma en un "imprescindible" por el agregado de la grabación de 1972 de la monumental Sonata en Si menor de Liszt.
Esta obra, un ensayo sobre la forma musical propia del clasicismo devenida por Liszt en un "tour de force" ininterrumpido, entre sus tres movimientos, tiene en la versión de Argerich una coherencia orgánica y un brillo único.
La pianista la menciona como una de sus obras predilectas, como ocurre con el notable ciclo de los 24 Preludio Opus 28 de Chopin, que se puede encontrar en el CD que también incluye los preludios 25 y 26 y la Sonata N° 2 del compositor polaco.
Dos obras que, según suele repetir la pianista, "no se llevan bien entre sí. Si me sale bien uno el otro no, se pone celoso", ha dicho con su particular modo de "humanizar" las obras que toca. A diferencia de la continuidad orgánica que requiere la Sonata de Liszt, los Preludios plantean el desafío de construir un relato con piezas de muy breve duración que abarcan una enorme paleta de climas y estados de ánimo. Argerich sorprende aquí por la radicalidad con que asume estos cambios. No se trata de caprichos: con absoluta fluidez puede pasar de la oscura melancolía del preludio N° 2 en la menor a tocar con ligereza y brillo el N° 3 en Sol mayor. La velocidad extrema con que toca este último hace que la mano izquierda vuele sobre el teclado con una precisión y liviandad increíbles, al tiempo que permite que la parte de la mano derecha cante, por fin, con absoluta naturalidad.
El desafío para cualquier pianista es encontrar algo nuevo para decir, una voz propia de obras que ya en la década del 60 tenían unas cuantas versiones antológicas, con su correspondiente registro discográfico. En particular en estas dos piezas, Argerich aporta nueva luz a obras medulares del romanticismo, en versiones coherentes y orgánicas.
Al escucharla tocar sola también queda en claro que, casi siempre, la que termina imponiendo el tempo, el ritmo, la respiración cuando toca en conjunto, es ella misma.
Claro está, tocando sola no tiene que "negociar" el tempo, y sobre todo su fluctuación: así, en el CD de Chopin, la paleta de aceleraciones y desaceleraciones, desde las que abarcan varios compases hasta el mínimo retraso de un giro melódico o una nota, es sencillamente mágica.
Con la memoria auditiva todavía fresca por los notables conciertos que Martha Argerich ofreció en la tercera edición de su festival en el Teatro Colón de Buenos Aires, más las funciones extraordinarias en Mendoza y Salta, la reedición de DG permite trazar una retrospectiva integral de una de las pianistas más destacadas de la historia de este instrumento.

UNA VIDA MUSICAL

  • Maestros: en Buenos Aires tomó clases con Vicente Scaramuzza, pero la pianista dice que quien más la marcó fue Friedrich Gulda, con quien tomó clases durante poco más de un año siendo una adolescente. También estudió un tiempo con Nikita Magaloff y Benedetto Michelangeli.
  • Premios: su fulgurante aparición en la escena internacional se produjo en 1957, cuando en un breve lapso se alzó con los premios Busoni, de Bolzano y de Ginebra. Su consagración definitiva fue en 1965, cuando obtuvo el primer lugar en el célebre Concurso Chopin.

THE RECITAL DEBUT 
MARTHA ARGERICH
Chopin: Scherzo N° 3, Barcarola Opus 60; Brahms: Rapsodia Opus 79; Prokofiev: Toccata Opus 11; Ravel: Jeux d’eau; Liszt: Rapsodia Húngar N° 6, Sonata en Si Menor. (Deutsche Grammophon)CHOPIN RECITAL
 
MARTHA ARGERICH
24 Preludios Opus 28; Preludio N° 25 Opus 45; Preludio N° 26 Opus póstumo; Sonata N° 2, Opus 35 (Deutsche Grammophon) 

Martín Liut

lunes, 4 de mayo de 2015

Recuerdo de la visita de Martha Argerich a la provincia argentina de Salta

Sábado 27 de septiembre de 2003

Argerich, de gira por el país - Salta también disfrutó de Martha - La notable pianista argentina deslumbró con su música, en un concierto a sala llena

Salta - Este año, se sabía, la actividad de Martha Argerich iba a tener tres etapas. La primera fue la que estuvo relacionada con el Segundo Concurso Internacional de pianistas; la segunda, una nueva edición del Festival Argerich, y la última, la gran novedad, una gira de la pianista, con los ganadores del concurso, por ciudades del interior. En un principio, así lo había anunciado la Fundación Teatro Colón, se esperaba que fueran cuatro las presentaciones que haría fuera de Buenos Aires, pero, en definitiva, sólo se concretaron dos, una en Mendoza y, esta última, en Salta.

Luego de las consultas pertinentes sobre antecedentes, realidad y proyecciones, Martha aceptó, y de muy buena gana, que fuera la recientemente fundada Sinfónica de Salta, tal vez la experiencia musical más interesante de todo el país en los últimos años, la que tuviera a su cargo el acompañamiento orquestal. Por lo tanto, para su último concierto en la Argentina, Martha armó su valija, viajó por primera vez en su vida al noroeste argentino y sumó a la expedición al brasileño Sergio Monteiro y a la rusa Oxana Mikhailoff-Mackov, ganadores del primer premio compartido y del segundo, respectivamente.
La conmoción que en Salta promovió la presencia de Argerich se reveló, por ejemplo, en la venta del total de entradas en apenas unas horas, incluidas aquellas adquiridas desde Tucumán y de Jujuy, desde donde llegaron algunos ómnibus cargados de "turistas". Aunque hubo un detalle que no tuvo ninguna trascendencia pública y que ocasionó que no todas las localidades salieran a la venta. En todo caso, convendría aclarar que esto no fue una de esas sustracciones destinadas a la reventa fraudulenta, sino que se debió a una resolución de Martha y que revela su conducta profesional y las cualidades que guían su vida musical en los últimos años: a través de una fundación, que pagó rigurosamente cada ticket, noventa entradas fueron destinadas a chicos de bajos recursos que estudian en el Instituto de Música de la provincia y diez más para chicos de Jujuy, traídos en un transporte especial.
Generosidad
La generosidad de Martha, en realidad, no se reveló en este tipo de decisiones, la de viajar hasta Salta con su mejor voluntad o la de abrir las puertas para sectores carecientes, sino en el modo que tuvo de preparar y de tocar el Tercer concierto para piano de Prokofiev. Apenas llegada a la provincia, tuvo un pequeño inconveniente de salud. Por lo tanto, de los dos días de ensayos programados, el primero quedó cancelado. Al día siguiente, a pesar de los buenos resultados a los que se había arribado, ella misma propuso, si la orquesta y el director lo aceptaban, volver a "pasar" el concierto al final del ensayo, después de que hubieran hecho lo propio Monteiro y Mikhailoff-Mackov. Y muy lejos de cualquier pedestal de diva inalcanzable -en realidad, este comportamiento de inaccesibilidad lo sigue conservando casi exclusivamente para con la prensa- salió al escenario luego de haber trabajado la obra como si hubiera estado en el Colón, en el Carnegie Hall o en el Concertgebouw de Amsterdam.
El entendimiento y la producción con los músicos salteños -tan sólo un decir, ya que un buen porcentaje de la planta proviene de distintos países de América y de Europa- y con su director, el venezolano Felipe Izcaray, fue estupendo y el resultado musical, inapelable.
Igual que siempre
En concordancia con la actitud demostrada en los ensayos, en el concierto se pudo observar a la mejor Argerich, con la misma generosidad, la profesionalidad y, por supuesto, la musicalidad y el gran arte que ella acostumbra a ofrecer en torrentes huracanados, siempre poéticos. No hubo ninguna actitud extemporánea de tocar de un modo diferente para una ciudad "de menor envergadura" o con una historia musical de menor relevancia, sino todo lo contrario. Mar- tha mantuvo el excelente rendimiento, único, milagroso, que demostró, unas semanas atrás, en Buenos Aires. En sintonía con esa producción de la solista, es menester volver a remarcar el buen nivel de la Sinfónica y la eficiencia y conocimientos musicales revelados, una vez más, por Izcaray.
En verdad, superado, y ampliamente, el objetivo de una presentación más que digna de cada una de las tres obras, el comentario de este concierto debe prescindir de la consideración exclusiva de los aspectos sonoros y centrarse, obligatoriamente, en las significaciones reales y simbólicas que este evento ha tenido, en varios terrenos y en numerosos aspectos, consideraciones que, lamentablemente, exceden las posibilidades de enunciación en esta nota, pero que encuentran su más clara y directa manifestación en la intensísima emocionalidad colectiva producida dentro del teatro y que va más allá de aquellas que, de por sí, producen habitualmente los sonidos maravillosamente interpretados.
Por otra parte, pareció que para una artista sensible y atenta como Martha, la situación no le fue ajena. Después del concierto, entró y salió numerosas veces con la felicidad pintada en el rostro: tocó, fuera de programa y como siempre, la Sonata en re menor de Scarlatti, acarició y besó el piano, escuchó los rítmicos la y re de los contrabajistas que se sumaban a los aplausos del público pidiendo más y les contestó tocando las notas en el piano, riéndose de buena gana.
En charlas privadas -por supuesto, lejos de la prensa-, Martha se ha mostrado muy contenta con esta experiencia argentina de 2003. Por lo tanto, a futuro, no es de suponer que se interrumpa absolutamente nada de lo que viene haciendo sino, precisamente, todo lo contrario. Tal vez este operativo salteño se pueda repetir en otras ciudades argentinas. No hay por qué presumir que ella no se mostraría interesada. En todo caso, lo que habría que lograr es que en esas otras ciudades argentinas también se llevaran adelante experiencias musicales, culturales y de inserción comunitaria como las que se desarrollan en Salta. Más allá de lo que este tipo de acciones en sí mismas significan, podría conjeturarse que el premio a las buenas prácticas sería, por ejemplo, que, nada más ni nada menos, Martha Argerich llegue hasta ese punto para mostrar todas sus maravillas. Que, decididamente, son infinitas.
Los premiados
  • Antes de Martha Argerich, Sergio Monteiro tocó el Concierto "El emperador", de Beethoven, y continuó con Mikhailoff-Mackov haciendo el segundo de Rachmaninov. Programado para que todo fuera in crescendo, Monteiro, que sólo había cosechado admiraciones por su ya célebre interpretación del Concierto N° 3 de Bartok, se mostró menos concentrado en el momento de elegir la mejor opción interpretativa para traducir un concierto "heroico" y tan complicado como el quinto. En cambio, la rusa, con su mirada melancólica y su aparente fragilidad, cada vez más convincente a medida que el concurso queda atrás, se revela, tal vez, como la que debería haber sido la verdadera triunfadora de dicha competencia. Su interpretación de Rachmaninov fue admirable y contundente.
Pablo Kohan Para LA NACION