Sábado 27 de septiembre de 2003
Argerich, de gira por el país - Salta también disfrutó de Martha - La notable pianista argentina deslumbró con su música, en un concierto a sala llena
Salta - Este año, se sabía, la actividad de Martha Argerich iba a tener tres etapas. La primera fue la que estuvo relacionada con el Segundo Concurso Internacional de pianistas; la segunda, una nueva edición del Festival Argerich, y la última, la gran novedad, una gira de la pianista, con los ganadores del concurso, por ciudades del interior. En un principio, así lo había anunciado la Fundación Teatro Colón, se esperaba que fueran cuatro las presentaciones que haría fuera de Buenos Aires, pero, en definitiva, sólo se concretaron dos, una en Mendoza y, esta última, en Salta.
Luego de las consultas pertinentes sobre antecedentes, realidad y proyecciones, Martha aceptó, y de muy buena gana, que fuera la recientemente fundada Sinfónica de Salta, tal vez la experiencia musical más interesante de todo el país en los últimos años, la que tuviera a su cargo el acompañamiento orquestal. Por lo tanto, para su último concierto en la Argentina, Martha armó su valija, viajó por primera vez en su vida al noroeste argentino y sumó a la expedición al brasileño Sergio Monteiro y a la rusa Oxana Mikhailoff-Mackov, ganadores del primer premio compartido y del segundo, respectivamente.
La conmoción que en Salta promovió la presencia de Argerich se reveló, por ejemplo, en la venta del total de entradas en apenas unas horas, incluidas aquellas adquiridas desde Tucumán y de Jujuy, desde donde llegaron algunos ómnibus cargados de "turistas". Aunque hubo un detalle que no tuvo ninguna trascendencia pública y que ocasionó que no todas las localidades salieran a la venta. En todo caso, convendría aclarar que esto no fue una de esas sustracciones destinadas a la reventa fraudulenta, sino que se debió a una resolución de Martha y que revela su conducta profesional y las cualidades que guían su vida musical en los últimos años: a través de una fundación, que pagó rigurosamente cada ticket, noventa entradas fueron destinadas a chicos de bajos recursos que estudian en el Instituto de Música de la provincia y diez más para chicos de Jujuy, traídos en un transporte especial.
Generosidad
La generosidad de Martha, en realidad, no se reveló en este tipo de decisiones, la de viajar hasta Salta con su mejor voluntad o la de abrir las puertas para sectores carecientes, sino en el modo que tuvo de preparar y de tocar el Tercer concierto para piano de Prokofiev. Apenas llegada a la provincia, tuvo un pequeño inconveniente de salud. Por lo tanto, de los dos días de ensayos programados, el primero quedó cancelado. Al día siguiente, a pesar de los buenos resultados a los que se había arribado, ella misma propuso, si la orquesta y el director lo aceptaban, volver a "pasar" el concierto al final del ensayo, después de que hubieran hecho lo propio Monteiro y Mikhailoff-Mackov. Y muy lejos de cualquier pedestal de diva inalcanzable -en realidad, este comportamiento de inaccesibilidad lo sigue conservando casi exclusivamente para con la prensa- salió al escenario luego de haber trabajado la obra como si hubiera estado en el Colón, en el Carnegie Hall o en el Concertgebouw de Amsterdam.
El entendimiento y la producción con los músicos salteños -tan sólo un decir, ya que un buen porcentaje de la planta proviene de distintos países de América y de Europa- y con su director, el venezolano Felipe Izcaray, fue estupendo y el resultado musical, inapelable.
Igual que siempre
En concordancia con la actitud demostrada en los ensayos, en el concierto se pudo observar a la mejor Argerich, con la misma generosidad, la profesionalidad y, por supuesto, la musicalidad y el gran arte que ella acostumbra a ofrecer en torrentes huracanados, siempre poéticos. No hubo ninguna actitud extemporánea de tocar de un modo diferente para una ciudad "de menor envergadura" o con una historia musical de menor relevancia, sino todo lo contrario. Mar- tha mantuvo el excelente rendimiento, único, milagroso, que demostró, unas semanas atrás, en Buenos Aires. En sintonía con esa producción de la solista, es menester volver a remarcar el buen nivel de la Sinfónica y la eficiencia y conocimientos musicales revelados, una vez más, por Izcaray.
En verdad, superado, y ampliamente, el objetivo de una presentación más que digna de cada una de las tres obras, el comentario de este concierto debe prescindir de la consideración exclusiva de los aspectos sonoros y centrarse, obligatoriamente, en las significaciones reales y simbólicas que este evento ha tenido, en varios terrenos y en numerosos aspectos, consideraciones que, lamentablemente, exceden las posibilidades de enunciación en esta nota, pero que encuentran su más clara y directa manifestación en la intensísima emocionalidad colectiva producida dentro del teatro y que va más allá de aquellas que, de por sí, producen habitualmente los sonidos maravillosamente interpretados.
Por otra parte, pareció que para una artista sensible y atenta como Martha, la situación no le fue ajena. Después del concierto, entró y salió numerosas veces con la felicidad pintada en el rostro: tocó, fuera de programa y como siempre, la Sonata en re menor de Scarlatti, acarició y besó el piano, escuchó los rítmicos la y re de los contrabajistas que se sumaban a los aplausos del público pidiendo más y les contestó tocando las notas en el piano, riéndose de buena gana.
En charlas privadas -por supuesto, lejos de la prensa-, Martha se ha mostrado muy contenta con esta experiencia argentina de 2003. Por lo tanto, a futuro, no es de suponer que se interrumpa absolutamente nada de lo que viene haciendo sino, precisamente, todo lo contrario. Tal vez este operativo salteño se pueda repetir en otras ciudades argentinas. No hay por qué presumir que ella no se mostraría interesada. En todo caso, lo que habría que lograr es que en esas otras ciudades argentinas también se llevaran adelante experiencias musicales, culturales y de inserción comunitaria como las que se desarrollan en Salta. Más allá de lo que este tipo de acciones en sí mismas significan, podría conjeturarse que el premio a las buenas prácticas sería, por ejemplo, que, nada más ni nada menos, Martha Argerich llegue hasta ese punto para mostrar todas sus maravillas. Que, decididamente, son infinitas.
Los premiados
- Antes de Martha Argerich, Sergio Monteiro tocó el Concierto "El emperador", de Beethoven, y continuó con Mikhailoff-Mackov haciendo el segundo de Rachmaninov. Programado para que todo fuera in crescendo, Monteiro, que sólo había cosechado admiraciones por su ya célebre interpretación del Concierto N° 3 de Bartok, se mostró menos concentrado en el momento de elegir la mejor opción interpretativa para traducir un concierto "heroico" y tan complicado como el quinto. En cambio, la rusa, con su mirada melancólica y su aparente fragilidad, cada vez más convincente a medida que el concurso queda atrás, se revela, tal vez, como la que debería haber sido la verdadera triunfadora de dicha competencia. Su interpretación de Rachmaninov fue admirable y contundente.
Pablo Kohan Para LA NACION
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