miércoles, 7 de octubre de 2015

La infancia de Argerich, Barenboim y Gelber, en un libro



“En la edad de las promesas” será presentado hoy por su autora, Cecilia Scalisi, junto a Bruno Gelber.

“El ambiente compartido por Martha ArgerichDaniel Barenboim y Bruno Gelber, tres infancias dedicadas al piano; el rico microcosmos porteño de la música; las magníficas tertulias en las residencias privadas; las aulas de los grandes maestros, las vivencias inolvidables en el Teatro Colón, el contacto con los artistas del mundo, los sueños, valores y las aspiraciones de toda una generación que palpitaba con la música. Es una biografía en la que el lector puede sumergirse como en una novela”.

Cecilia Scalisi describe la materia de su libro “En la edad de las promesas”, que publicó Sudamericana. Junto al maestro Gelber hoy, a las 18, la escritora cordobesa presentará la obra en el Teatro Orestes Caviglia (San Martín 251) en el marco del 55º Septiembre Musical. 

Scalisi estudió piano, es musicóloga, crítica musical y periodista. Ha publicado también “Cartas del padre a su hija”, sobre el compositor Alberto Ginastera.

¿En qué período transcurre “En la edad de las promesas”? 

- Hay un presente literario que recorre todo el libro y ocurre en el otoño alemán de 2013. Todo comienza en la platea de la Filarmónica de Berlín (durante un concierto de Barenboim con Argerich) cuando rememoro las historias. Esa es una línea de tiempo al que regreso como referencia de presente. La otra línea de tiempo es la de la biografía en sí, en la infancia de los tres prodigios, desde mediados de los años 40 hasta el año 60, en que Bruno Gelber parte de la Argentina a París. Barenboim se había ido en 1952 a Israel; Martha en el 55 a Viena. Con la partida de Bruno concluye el libro y se cierra a mi modo de ver la historia, ese ciclo maravilloso e irrepetible. Scaramuzza, el gran maestro forjador de voluntades, muere ocho años después.

-¿Qué pasaba en Buenos Aires para que hayan surgido tres genios? 

- Una conjunción de factores muy favorables: el primero, los tres eran niños superdotados. La música, y en particular el piano, formaban parte de la educación básica en los hogares de la clase media argentina. Luego, fue decisivo que vinieran maestros de Europa, con distintas escuelas pianísticas. Sobresale la figura del maestro Scaramuzza, un calabrés que llegó a la Argentina en 1907. Sin duda los impulsaron los maestros, pero sobre todo las familias; los padres, reconociendo el talento y dedicando la vida a sostener el camino de esos prodigios hasta su madurez; las carreras no hubiesen llegado a donde llegaron.

- ¿Sufrieron su condición de niños prodigio?

- Barenboim tuvo una infancia normal. Fue al colegio, jugaba a la pelota en la calle y el piano formaba parte de su vida como una actividad más. Él contó que su momento delicado fue superar la etapa del prodigio. Bruno, por su parte, ama desde niño el escenario; disfruta de la fama y el brillo del concierto, de ser la estrella. En cambio Martha sí experimentó el agobio de su propia genialidad, la exposición, el pánico escénico, la exclusividad del estudio y el aislamiento. 

- ¿En la música académica argentina actual hay referentes que se acerquen al nivel musical de Argerich, Barenboim o Gelber?

- No. ¡En absoluto! Podrán surgir talentos, otro tipo de genialidades y carreras exitosas, pero cada uno de ellos fue y es único. Cada uno, con su estilo, entró en la historia de la música y dejó una huella particular. 

domingo, 23 de agosto de 2015

"Mi abrazo con Martha Argerich" - por Esther Paredes



Nací hace 85 años en una isla correntina, Apipé Grande, en una familia muy pobre. Pude ir a la escuela hasta cuarto grado pues nunca mandaron a mi pueblo de Corrientes maestras para poder terminar quinto y sexto. Esperábamos el domingo con ansias y también con hambre atrasada, pues la Asociación Cooperadora nos convocaba a comer fideos a los alumnos más pobres.

Como fui abanderada, al terminar mis estudios me ofrecieron el cargo de Bibliotecaria y le pregunté a mi padre si podía seguir estudiando en Ituzaingó. Me contestó que consiguiera una pareja y tuviera hijos. Con eso era suficiente. Conseguí la ayuda de una hermanastra mayor que vivía en Buenos Aires y viajé a la gran ciudad con sólo 15 años para poder estudiar. Tuve mala suerte porque al poco tiempo descubrí la mala intención del compañero de mi hermana y salí a buscar trabajo urgentemente. En un matutino había una aviso que pedía niñera para una chiquita de 5 años. Me presenté y enseguida me tomaron. Mi misión era mantener el departamento en orden, hacer la comida y atender a la nena. Los padres eran profesionales y no regresaban hasta la tarde. 
Despertaba a Marthita con el desayuno y la mamá me dejaba en un tocadiscos los vinilos de conciertos de piano hasta que llegaran del trabajo. La llevaban a su hijita a los conservatorios más prestigiosos. Trabajé con ellos durante cinco años, hasta que consiguieron una beca en Suiza y se trasladaron allí. Conseguí otro trabajo y comencé a estudiar en las Academias Pitman.
Ya casada, mi hijo, que es gerente en la Sociedad Argentina de Escritores, se enteró que estaban escribiendo un libro sobre la vida del director de orquesta Daniel Barenboim, y de los pianistas Bruno Gelber y Martha Argerich. 
Cuando vinieron a dar un concierto presentaron el libro en el Hotel Paramount. Conseguí entradas con mi esposo y una entrevista con Martha Argerich de media hora. Le recordé su infancia y aquellos años en que la cuidaba y la despertaba con el desayuno. Nos abrazamos. A pesar de haber pasado casi 70 años, nunca la olvidé. Fue la “frutilla del postre” de mi vida, que no sé cuando acabará.
Esther Paredes
DNI 2.583.847

PD: mi jubilación mínima me alcanza para comprar el diario sólo los domingos. Si esta carta fuera publicada, desearía que fuese en cualquier domingo. Desde ya, muy agradecida.

Reencuentro con la niña prodigio
Esta carta, como se puede ver en la composición de Mariano Vior, llegó a la redacción escrita con una caligrafía que envidiaría cualquier joven de hoy, habituado a redactar al compás de los teclados virtuales de la tecnología digital. 
La hizo Esther Paredes, de 85 años, pulso firme, ternura en el corazón y recuerdos templados en aquellos años difíciles. Venía de la pobreza más profunda y del desgarro de pegar un portazo al hogar familiar. Y se encontró trabajando en una casa de profesionales que le confiaron el cuidado del tesoro más preciado: su pequeña hija. Esther, la gran protagonista de la carta de hoy, nunca olvidó que fue la niñera de Martha Argerich, un talento argentino que hoy asombra al mundo y que tiene la sensibilidad propia de los artistas de excepción. Su niñera de hace décadas cobra hoy la jubilación mínima y su mayor gloria es haber arropado la incipiente genialidad de esa nena, mientras escuchaban juntas conciertos en viejos discos de vinilo que ya olían a futuro.

sábado, 22 de agosto de 2015

Hiroshima Symphony Orchestra performs with Martha Argerich in “An Evening of Peace Concert 2015”


by Taiki Yomura, Staff Writer 
Martha Argerich captivates the audience with her outstanding performance at "An Evening of Peace Concert 2015" conducted by Kazuyoshi Akishama


On August 5, the Hiroshima Symphony Orchestra held “An evening of Peace Concert 2015” (sponsored by the Chugoku Shimbun and others) at Bunka Gakuen HBG Hall in Naka Ward. The orchestra, which is based in Hiroshima and plays under the precept “Music for peace,” performed jointly with Martha Argerich, a world-renowned pianist, for the first time. Music for peace rang out in Hiroshima, which is marking the 70th anniversary year of the atomic bombing. The performance moved about 1,900 people in the audience. 

Ms. Argerich believes in the power of music, explaining, “I have been playing in Japan under the idea of ‘music against crime,’ which is the strong conviction that the love which music holds within it will weaken people’s desire to harm others.” She put this belief into her performance of Beethoven’s “Piano Concerto No. 1.” Her playing was delicate, but also passionate at times. Her fingers ranged over the piano keys and produced dramatic melodies. Merging with the enthusiastic performance of the orchestra, the hall was filled with magnificent music. 

The concert began with Beethoven’s theatrical pieces, including the Egmont overture and the piano concerto, which were also part of the program for the orchestra’s first subscription concert. Conducted by Kazuyoshi Akiyama, the orchestra’s music director and permanent conductor, the program was emblematic of the Hiroshima Symphony Orchestra’s origins in seeking to promote a peaceful world. The concert finished in spectacular fashion with the symphony “Die Harmonie der Welt” by Hindemith, who was forced to flee his hometown when the Nazis rose to power. 

During the concert, Annie Dutoit, Ms. Algerich’s daughter, and Keiichiro Hirano, a novelist, read Tamiki Hara’s poem “Requiem” and a poem about the Holocaust. In this way, the performers and audience shared the wish that such tragedies must not be repeated. The same program will be performed at Suntory Hall in Tokyo on August 11. 

(Originally published on August 6, 2015)

lunes, 10 de agosto de 2015

Hiroshima Symphony Orchestra with Martha Argerich - 11 de agosto en el Suntory Hall

Playing Beethoven's Piano Concerto #1 with the Hiroshima Symphony conducted by Kazuyoshi Akiyama, august 11, 7 p.m 
1-13-1 Akasaka, Minato-ku, Tokyo
Suntory Hall


70 años después, este año -2015-, una de las pianistas más conocidas en el mundo, Marta Argerich, va a actuar con la Orquesta Sinfónica de Hiroshima, bajo el tema "Musica para la Paz".

Argerich ha actuado en conciertos para los niños pobres y ha dado conciertos de beneficencia para el Terremoto y Tsunami del 2011, porque desea contribuir a disminuir el crimen y la guerra a través de la música.

Este año, ella va a tocar el Concierto para piano No.1 de Beethoven、con la Orquesta Sinfónica de Hiroshima, deseando la Paz.
 
Además, la segunda hija de Argerish, Annie Dutoit y el escritor Keiichiro Hirano van a recitar poemas escritos basados en la experiencia en Auschwitz y la bomba atómica de Hiroshima.

Queremos transmitir un concierto que tiene el tema para la Paz.


Retransmisión 

Fecha y hora de emisión: 30 de agosto. Domingo. E tele de 0:00 de la medianoche a 1:40 de la madrugada.
※ El día 29, sábado por la noche

lunes, 3 de agosto de 2015

Ella, la mejor de todos

En el extremo izquierdo y posterior del escenario se abre la puerta y se asoma la cabellera blanca de Martha Argerich. En ese preciso instante, se desata un estruendo atronador que a ella parece incomodarle. Mientras camina lentamente hasta el proscenio, mueve levemente la cabeza hacia ambos lados como denotando alguna incomodidad. Como si todo esto no fuera sino un amor exagerado. Daniel Barenboim, el maestro absoluto de ceremonias, el dueño total del espacio y sus aconteceres, una especie de ángel protector, la acompaña bien de cerca, pero, en el momento de llegar al centro, la deja sola. 
Ella, la mejor de todos
Él, un ídolo cabal para el público argentino, entiende perfectamente bien la situación y sabe que esa tremenda ovación de bienvenida es para ella. Lo que vino a continuación no fue simplemente una devolución de atenciones, sino una muestra acabada de que Martha Argerich no es sólo una pianista admirable, sino, con todas las reservas y subjetividades del caso, la mejor de todos. Sí, sin error gramatical de género, ella es la mejor de todos, incluidos los ellos y las ellas, la única que puede generar una tensión infinita sobre el escenario, la única que dirige sus pensamientos más profundos y su espontaneidad más abierta hacia terrenos que sólo ella concreta con una claridad franca y un arte infinito. La única, la mejor.
El año pasado, cuando con la misma WEDO y el mismo director, hizo el primero de los conciertos para piano de Beethoven, comentábamos que su modo de aproximarse al compositor difería de los cánones interpretativos que, para este repertorio, con solidez y definiciones claras, habían acuñado pianistas tan maravillosos como Brendel, Schiff o Uchida. Ahora, con el segundo de los cinco conciertos, volvió a afirmar esa individualidad, ese modo de hacer música que la aparta de esas normas aceptadas. Si de algún modo esos tres pianistas pueden haber erigido una escuela de interpretación beethoveniana a la cual entender y adherir, lo de Martha está lejos de poder ser imitado o tomado como ejemplo. Esa singularidad hace que lo de ella sea un modelo irrepetible. Desde que arranca su participación, luego de una estupenda exposición orquestal, comienzan a confundirse la más exquisita delicadeza y todas las galanuras imaginables con una teatralidad y una expresión intensa que pareciera que no pudieran fundirse en algo coherente. Sin embargo, ella le da consistencia, ilación y crea un mundo increíblemente atractivo y estilísticamente intachable.
Más allá de las meras cuestiones técnicas -Martha es una virtuosa del piano en el más brillante de los sentidos-, lo que deslumbra es la claridad con la que expone sus certezas. Todo suena bien y en su exacta medida: sus toques son impecables, sus fraseos son presentados con sutilísimas inflexiones y cambios de tempi, impresiona la precisión para elaborar pasajes de altísima velocidad sin que ninguna nota pierda su esencia, afloran acentuaciones impensadas, y las sorpresas y las exactitudes se suceden para que la atención no decaiga. La cadencia del primer movimiento fue tan abrumadora por la contundencia y lo robusto de su mensaje como conmovedor fue el refinamiento con el que paseó sus dedos por el teclado en el segundo movimiento, siempre al borde del volumen más escaso, al tiempo que todo era tan comprensible como convincente.
Menester es señalar que Barenboim y los músicos de la WEDO la acompañaron de modo ideal en todas sus fantasías y voluntades.
Después de muchas idas y venidas, por fin, se sentó en el piano y, fuera de programa, tocóTraumes Wirren, la más endemoniada de las FantasiestückeOp. 12, de Schumann, tal vez para demostrar que, si quisiera, podría dedicarse a exhibir músculos y capacidades como muchos otros para quienes el virtuosismo es su más notable condición. Si ella quisiera, podría ser como ellos. Pero nadie, definitivamente ninguno de los otros, podría ser como ella.
En la segunda parte, a Barenboim y sus muchachos y muchachas árabes e israelíes les tocó la dificultosa tarea de descender del paraíso y transitar por las anchuras terrenales. Y si bien la WEDO es una orquestal juvenil ampliamente consolidada, la interpretación de la Sinfonía N° 4, de Chaikovski, no alcanzó el mismo nivel de magia que se había enseñoreado en la primera parte del concierto. Es real que hay orquestas con mayor fuste e historia que, con el mismo Barenboim, seguramente hubieran sonado un poco más afiatadas y con más variantes y colores. Pero lo significativo es que quien estaba sobre el escenario era la WEDO, con todas las cargas humanas y simbólicas que ella conlleva. Y, en ese sentido, sería erróneo detenerse en observaciones que, en este caso, parecen inapropiadas, no pertinentes.
Las emociones se liberaron todas juntas en el final y afloraron triunfales el griterío, los aplausos y cierto furor propio de un concierto de rock. Fuera de programa, Barenboim dirigió el Vals triste, de Sibelius, y se reservó una sorpresa para el final. Presentó e invitó al joven director israelí Lahav Shaní para que él cerrara la velada. Este pianista y director de 26 años que, en 2013, obtuvo el primer premio de la prestigiosa Gustav Mahler Conducting Competition, dirigió la obertura de Ruslán y Ludmila con mucha seguridad. Podría entenderse este final tan atípico como una señal de que, a futuro, la WEDO puede tener otras posibilidades. Si bien Barenboim es el alma y factótum de la Orquesta del Diván, esta presentación de Shaní a su frente, podría tener esas implicancias. Y no estaría nada mal que este proyecto pudiera tener una vida extensa.

domingo, 2 de agosto de 2015

La melena engominada de Martha Argerich


Fue uno de los momentos más conmovedores de la estadía de Martha Argerich en Buenos Aires. La Fundación Judaica y el Museo Judío de Buenos Aires le otorgaron a la pianista el premio Barón Hirsch por su trayectoria y en reconocimiento por el papel de embajadora de la cultura argentina y del "valor universal de la paz" que despliega en todo el mundo. Los organizadores habían invitado al acto y al cóctel posterior a no más de cincuenta personas, entre los que había sobre todo amigos de Martha. "Quisimos que este fuera un acontecimiento lo más íntimo posible, que nos sirviera de reflexión", dijo Simón Moguilevsky, rabino de la sinagoga de la calle Libertad, al lado del Museo Judío. En la ceremonia, habló también el rabino Sergio Bergman, que destacó el hecho de que en Martha se conjugan la antigua tradición del pueblo judío, la historia familiar y la de la nación. Antes de la entrega del premio, Argerich visitó el templo, conectado por un pasillo con el museo. Martha evocó con mucha emoción a su madre, Juana Heller: "Lástima que no esté mi mamá hoy aquí, ella tuvo que ver con todo lo que soy". Juana nació en Villa Clara, en las colonias judías del barón Hirsch, y se vino a Buenos Aires para seguir el colegio secundario, porque en Villa Clara no había secundario en aquel tiempo.

En ese anochecer de evocaciones, lo que más alegría le causó a Argerich fue la presencia de una amiga de la niñez, Elena Nardo, a la que no veía desde hacía muchísimo tiempo. Cuando Martha la vio, su cara se transfiguró de alegría. Las dos se quitaban la palabra entre risas para contarse la una a la otra los días pasados en el jardín de infantes, las anécdotas del barrio en el que habían pasado la infancia, las amistades comunes, los maestros. Elena comentaba con mucho entusiasmo cómo las compañeras del jardín de infantes, entre las que ella se contaba, estaban asombradas de escuchar a Martha tocar de oído cualquier melodía en el piano a una edad en que ni siquiera tenían fuerza para levantar la tapa del teclado. Elena y Martha iban a dormir alternadamente la una a la casa de la otra. Se entretenían con muchos juegos, pero el preferido de Elena era cortarle el pelo a Martha. Según parece, Elena siempre padeció o gozó de un "síndrome de Dalila". Confesó: "Desde chica me encanta cortarle el pelo a todo el mundo. Así que Martha venía a casa con el pelo largo y se iba a la suya con el pelo cortado y peinado a la gomina". ¿Alguien se puede imaginar la melena actual de Argerich engominada?
...
El sábado y el domingo de la semana pasada, Argerich y Barenboim tocaron dos obras para dos pianos, Seis estudios canónicos, de Schumann y En negro y blanco, de Debussy. Hasta el sábado, nunca había escuchado En negro y blanco en una sala de conciertos, conocía la obra por grabaciones; sin embargo, una vez, en la década de 1960 la había escuchado, de manera absolutamente imprevista, en la casa del compositor, pianista y clavecinista Pedro Sáenz. Él había organizado una reunión en su departamento a la que asistieron, entre otros, Manuel Mujica Lainez y el Mono Villegas, uno de los pianistas de jazz más personales y populares de aquella época. Pedro tenía en la sala de recibo un piano de media cola, al que, en esa oportunidad se había sumado un clavecín. Habitualmente el clavecín estaba en la casa de un pariente, pero, por un problema de refacciones, lo habían trasladado temporalmente a lo de Sáenz. A la hora del café y los licores, "Manucho" dijo: "¡Qué lástima que no haya dos pianos para que ustedes toquen algo!".
"Eso se puede arreglar porque tenemos dos teclados", dijo Sáenz. Y de un mueble donde tenía una serie de ediciones para piano, sacó En negro y blanco. "¿Te animás?", le preguntó al "Mono" Villegas. "Claro que sí. Esa obra es fantástica. No hay críticos. Nos arreglamos como podemos. Nos vamos a dar el gusto." Y se lo dieron y nos lo dieron. Pedro en el clavecín; el "Mono" en el piano. Por supuesto, la versión que ¿interpretaron o improvisaron? fue única. Cuando Villegas no acertaba con la lectura de un pasaje, lo "completaba" a su manera. En realidad, crearon una obra completamente distinta. Con todo, Debussy estaba presente.

jueves, 30 de julio de 2015

miércoles, 29 de julio de 2015

Barenboim Martha Argerich Bartok Sonata dos pianos y percusión

Bartók: Sonata para dos pianos y percusión En 1937, Béla Bartók escribe una de sus obras maestras, la Sonata para dos pianos y percusión tras haber legado, en asombrosa eclosión productiva, dos creaciones deslumbrantes: el quinto Cuarteto de cuerdas y la Música para cuerdas, percusión y celesta. Bartók está en la madurez y el esplendor de su genio. Fue compuesta entre los meses de julio y agosto de 1937 en Budapest, como respuesta a un encargo de la Internationale Geselleschaft für neue Musik (Sociedad Internacional para la nueva música) de Basilea para su décimo aniversario. El propio compositor y su mujer, la pianista Ditta Pasztory la estrenaron el 16 de enero de 1938, acompañados por Fritz Sjchiesser y Philipp Rühlig en la percusión integrada por timbales, gran caja y cajas claras, címbalos, tam-tam, triángulo y xilófono. Dicen sus biógrafos que la idea de componer para dos pianos le venía interesando al compositor. A este propósito se suma la idea de Bartók de asociarlos con la percusión. Y así lo confirma cuando asegura que “poco a poco se reforzaba en mí la convicción de que el piano no contrabalancea de manera satisfactoria la sonoridad muy a menudo “mordiente”, penetrante, de los instrumentos de percusión. De ahí que el proyecto se modificó de tal manera que dos pianos en lugar de uno aparecen aquí confrontados a la percusión”. Así respondía al encargo… La Sonata se divide en tres movimientos. El primero adopta la forma de sonata bitemática, introducida por un expresivo preludio, en tiempo Assai lento que conduce a un Allegro molto con preparación del tema principal, compartido entre los timbales y las síncopas de los pianos, que se resuelven en el segundo tema, más melódico; el dinámico tempo se acelera aún más para terminar en una danza arrolladora. Un segundo movimiento, de extraordinaria poesía, muestra la vena lírica bartokiana. Introducido por la percusión sola, este Lento ma non troppo de forma ternaria se basa en la oposición entre la línea conjunta de la primera parte y el corto motivo rítmico de seis notas de la parte central que alcanzará una intensidad en fortissimo (Agitato). El último movimiento, Allegro non troppo, combina las formas rondó y sonata antes de volcarse en un decidido rondó final. Aquí los desarrollos rítmicos y melódicos se van estrechando cada vez más, con entradas apretadas cuya tensión dinámica se resuelve finalmente en una conclusión calma y etérea. Esta sonata ha sido grabada por Bartók, Ditta Pasztory y dos percusionistas norteamericanos en noviembre de 1940 en New York. Al mes siguiente, la obra fue objeto de una transcripción bajo la forma de Concierto para dos pianos y orquesta, creada el 21 de enero de 1943, y que significó la última aparición en público del compositor.

Agradecimientos a Hernan H por compartir este invalorable material con todos nosotros

Barenboim, Martha Argerich Schumann Seis estudios Canonicos

Schumann: Seis estudios canónicos, Op. 56 Dentro de la impresionante genialidad de la obra de Schumann para el teclado, las obras para piano a cuatro manos son poco numerosas Se estima que su inspiración, subjetiva y apasionada, inclusive impulsiva, no se adecuaba a la actuación de dos personas frente al mismo teclado. De 1828, sin duda previas a la gran explosión del genio de Schumann, son las Ocho polonesas. Pero deben transcurrir veinte años, en 1848, para que el músico ofrezca una de sus mejores obras para piano a cuatro manos. Se trata de Bilder aus Osten (Imágenes de Oriente), Op. 66, una serie de seis impromptus inspirados, según sus propias declaraciones, por una lectura de Maqams del poeta árabe Hariri en la traducción alemana de Friedrich Rückert, donde se cuentan las ocurrencias de Abou Saïd, el equivalente árabe de nuestro conocido Till Eulenspiegel. En 1849 compone lo que será su Opus 85, consistente en Doce piezas para grandes y pequeños niños.También destinados a la juventud son las Escenas de baile Op. 109, de 1851, y las seis piezas de danzas fáciles, Kinderball, Op. 130, de 1853. A ellas se suman los Estudios Op. 56, que se componen de seis piezas en forma de canon y los Bosquejos Op. 58, mientras que la única obra original de Schumann para dos pianos surgió en 1843, el Andante y Variaciones en Si bemol mayor Op. 46. Posteriormente, como se verá, los Estudios Op. 56, así como los Bosquejos Op. 58 (ambas para piano a cuatro manos) fueron transcriptos por Debussy para dos pianos. El programa de hoy incluye los Estudios, Op.56. Se trata de seis estudios en forma de canon, para piano con pedales, dedicado por Schumann a su maestro alemán Johann Gottfried Kuntzsch en 1845 y publicados al año siguiente. Recordemos que el canon es la más rígida forma de imitación. En efecto, el proceso imitativo no se limita a fragmentos o a motivos más o menos amplios, sino a una completa entidad melódica. Naturalmente, el canon puede ser riguroso o libre, según el consecuente respete o no con exactitud las proporciones melódicas y rítmicas del tema. El primero de los cánones de Schumann lleva sus dos voces superiores en canon a la octava y se le considera la más próxima al estilo de Bach. El segundo registra una expresión más romántica, con una melodía de tipo berceuse que precede a la elaboración del canon, con una proximidad al espíritu de las Romanzas sin palabras de Mendelssohn mientras, por su tratamiento final con apoyaturas cromáticas, recuerda el estilo de Chopin. También próximas a Mendelssohn se perciben el tercero y cuarto estudio, mientras el quinto es un scherzo que parece ubicarse asimismo en la línea de las Romanzas sin palabras de aquel mismo compositor. El último canon se presenta como un solemne cortejo de acordes, interrumpido en determinado momento por un breve fugato. Tanto este Op. 56 como los cuatro Bosquejos, Op. 58, escritos por Schumann para piano a cuatro manos, fueron transcriptos por Debussy para dos pianos y es ésa la versión que nos ofrecen hoy nuestros intérpretes.

Muchas Gracias a Hernan H por compartirlo con todos nosotros

Martha Argerich y Daniel Barenboim plays BELA BARTOK SONATA para dos pianos y percusión (1)

Agradecimientos a Arturo Zeballos
 26 de julio de 2015 - Teatro Colón de Buenos Aires

Martha Argerich y Daniel Barenboim plays BELA BARTOK SONATA para dos pianos y percusión (2-3)

Agradecimientos a Arturo Zeballos
Domingo 26 de julio - Teatro Colón de Buenos Aires

lunes, 27 de julio de 2015

Argerich y Barenboim, otra vez fuera de serie


Ayer volvieron a deslumbrar al público en el Teatro Colón, como sucedió hace casi un año; brindaron sendas interpretaciones magistrales


No pasó todavía un año desde que tocaron juntos por primera vez en el Teatro Colón. Sin embargo, pocas cosas cambiaron durante ese tiempo en la relación entre Martha Argerich y Daniel Barenboim: la misma manera de entrar al escenario tomados de la mano, y salir así también después de cada pieza; el gesto del maestro de abrazarla y besarla en la frente mientras saludan al público. Musicalmente, salvo por el piano nuevo que trajo el maestro, las cosas tampoco cambiaron: el concierto a dos pianos de ayer a la tarde, fue, como el año pasado, fuera de serie desde el principio al final. Hay que insistir aquí en un punto: sigue siendo asombroso que dos individuos y dos personalidades musicales tan diferentes alcancen semejante grado de entendimiento artístico.

En todos los programas que Barenboim trajo esta vez a Buenos Aires no existe el menos atisbo de complacencia. Éste que prepararon con Argerich para dos pianos no fue la excepción. Hubo un riguroso eslabonamiento, no podría decirse invisible, pero sí tácito. Los Seis estudios canónicos opus 56 de Robert Schumann fueron transcriptos para dos pianos por Claude Debussy; y, por su lado, En blanc et noir de Debussy tiene figuraciones y gestos de escritura que anticipan la Sonata para dos pianos y percusión de Béla Bartók.
Esta vez, a diferencia de 2014, los dos pianos estuvieron inicialmente enfrentados. Los Estudios de Schumann son un fascinante experimento que Argerich y Barenboim convirtieron en un pequeño milagro que consistió en reconciliar dos mundos: la escritura contrapuntística bien diferenciada con la más libre respiración cantabile. El segundo número tuvo una concentración inusitada. Antes del quinto, Barenboim tuvo que apurarse a seguir a Argerich, que empezó precipitadamente. Nadie como Barenboim para acompañarla a ella, y nadie como él para la dosificación de los tiempos musicales y escénicos. Entre Schumann y Debussy, Argerich parecía ansiosa por volver a sentarse al piano, pero el maestro la instaba a que se demorara en los aplausos.
Tanto En blanc et noir como la Sonata de Bartók son piezas que Argerich tocó y grabó con otros pianistas (Stephen Kovacevich y Nelson Freire son dos de ellos), pero con Barenboim pasa siempre algo distinto. Sabemos que Debussy dijo que En blanc et noir, fechada en 1915, tomaba su "color" el piano mismo; también sabemos que habló de los "grises de Velázquez". Es una pieza hecha de todas las gradaciones del gris para aludir a un tiempo gris. Así se explica que la segunda sección (Lent. Sombre) tenga en la partitura unos versos de la "Ballade contre les ennemis de la France". Hay que decir que pocas veces se escuchó un Debussy más áspera, más justamente áspera. Argerich y Barenboim no limaron ningún filo y entregaron una lectura desoladoramente punzante. Las acentuaciones abruptas del "Scherzando" anticiparon el resto.
El concierto cerró con la Sonata de Bartók, otra obra del siglo XX en la que, como en el caso de La consagración de la primavera que tocaron el año pasado, la sensibilidad rítmica resulta crucial. Además, es posiblemente el ejemplo más perfecto de la escritura bartokiana para piano. Bajo ese afecto un poco masivo que desgarra las insinuaciones melódicas, la sonata está colmada de detalles mínimos. La obsesión por la transparencia que Barenboim proyecta a la orquesta fue útil también en este caso: nada quedó solapado. En el principio del movimiento lento, lograron la ilusión de que el tiempo se detenía y se ponía después de nuevo en movimiento. El maestro usó su piano "Barenboim". La competencia con el otro piano (un Steinway regular) hizo difícil decidir cuán diferente es su sonido, aunque es evidente que resulta menos complejo, un poco más aéreo y luminoso.
Hubo un solo bis, que no concedieron enseguida: una transcripción de la "Danza del hada de azúcar" del El Cascanueces de Tchaikovski. Caían rosas desde los palcos. Barenboim cerró la tapa del piano y se puso una flor en la boca para indicar que había que irse. Alguien corrió al borde del escenario a saludar a Argerich y la agarró de las manos mientras hablaba algo inaudible. Barenboim actuó rapídisimo: se acercó y le dijo al hombre: "¡Cuidado con las manos, cuidado con las manos!".

PRÓXIMOS CONCIERTOS

El Festival de Música y Reflexión seguirá pasado mañana y el jueves, a las 20. Ese día Martha Argerich y Daniel Barenboim volverán a presentarse juntos. Argerich actuará como solista y Barenboim estará al frente de la Orquesta West-Eastern Divan. El programa incluye el Concierto para piano N° 2 en mi bemol mayor opus 19 de Beethoven y la Sinfonía N° 4 de Tchaikovski.

Argerich-Barenboim, un encuentro ambicioso en el Teatro Colón

La presencia de Martha Argerich y Daniel Barenboim en la Argentina, que comprende heterogéneas actividades con diferentes formatos, repertorios, intenciones y ambiciones, encontró anoche en el teatro Colón, bajo la modalidad de un concierto en dúo a dos pianos, una de las expresiones de mayor excelencia de ese programa pues, más allá de la jerarquía de los ejecutantes, reposó sobre un enfoque -en materia de selección, omisión y cohesión- bien pensado y mejor desarrollado.

Habrá que advertir y dejar fuera de toda controversia la relevancia de la misma del hecho de que las dos mayores celebridades argentinas de las música clásica incluyan al circuito porteño en sus agendas, ya sea para la programación tradicional del Colón (que se ha esforzado en recuperarlos) como en la inusual y extraordinaria apertura que significó su lugar dentro del Centro Cultural Kirchner, la semana pasada.


Del contraste inevitable entre esas actuaciones y, más allá de entendibles razones contractuales, queda una vez más expuesta la perplejidad que arroja la forma en que se programan los conciertos "abiertos" de las figuras de la música clásica, objeción que señala por igual cuando Zubin Mehta dirige en Puente Alsina con la organización del gobierno porteño o cuando Argerich se abre a nuevos públicos en el CCK bajo la órbita del gobierno nacional.

En forma persistente se conjugan en esos casos repertorios extraños para los propios ejecutantes, o una colección de fragmentos sin unidad, como si el público menos entrenado no pudiera disfrutar de las estéticas y especificidades que les dieron a esos artistas el fundamento para ser parte de espectáculos de esa naturaleza.

Si bien puede ser claro que la retórica wagneriana o el lenguaje de Arnold Schönberg resultan obviamente áridos en una primera escucha, no es menos cierto que existe un inmenso campo de la "música culta" que puede presentarse a una escucha inaugural sin resignar la potencia ni la riqueza de las obras que Argerich (en este acaso, pero bien puede ser otro) acostumbra a ofrecer en las salas de concierto.

Ese punto de equilibrio tuvo, por caso, el programa a dos pianos que entregó ayer el Colón, y que abarcó los "Seis estudios canónicos", Op. 56, de Robert Schumann; la suite "En blanco y negro" de Claude Debussy y la "Sonata para dos pianos y percusión" de Béla Bártok. No hay fundamento -fuera del prejuicio- para excluir piezas de este perfil de los conciertos populares.

Una saludable articulación ofrecieron las dos primeras obras del concierto, ambas matizadas por Debussy, dueño de la caligrafía de la segunda y autor de la transcripción de la primera, ya que fue compuesta por Schumann para piano a pedal.

Particularmente afines al estilo de Barenboim, que ha desplegado el repertorio sinfónico de Schumann, los estudios -en forma de canon- marcaron la introducción de la noche retomando la línea ya expuesta en el concierto del sábado, donde los dos pianistas interpretaron un programa en conjunto con la Orquesta West-Eastern Divan.

La pieza de Debussy, en tres segmentos, operó como una cita a una de las corrientes más vigorosas de la música contenidista o programática del romanticismo musical, con un lenguaje enérgico, poli-rítmico y de alta exigencia técnica que supone una alusión al drama de la guerra.

Finalmente, los pianistas presentaron la popular obra de Bártok, la más próxima a las tradiciones de Argerich, con los pianos presentados en relación de confrontación (el "Barenboim experimental de su creador y el Steinway de Argerich) con la percusión.

La obra enfatiza (y esto cobra valor especialmente entredicho con la pieza de Debussy) las formas puras del arte musical con su apelación, estructural, a las concepción de la "sección áurea" con su momento álgido en la apertura de la re-exposición.

Más allá de algún despiste de lectura superado por Barenboim, el concierto fue clausurado con la cerrada ovación del público que encontró una respuesta a la altura de las expectativas.

Barenboim y Argerich se volverán a presentar el miércoles 29 y el jueves 30 en el teatro Colón, desde las 20, junto con la Orquesta West-Eastern Divan, con un programa dedicado a Ludwig van Beethoven y Piotr Ilich Tchaicovsky.

jueves, 23 de julio de 2015

La Fundación Judaica hizo entrega del Premio Barón Maurice de Hirsch en el Museo Judío de Buenos Aires a la Maestra Martha Argerich


Cabe destacar que el premio Barón Mauricio de Hirsch fue otorgado a distinguidas personalidades de la sociedad argentina como el Pbro. Carlos Cuchetti; el Dr.J.García Venturini, el Dr.Miguel Ordóñez; la Sra. Berta Singerman y el Dr. Moisés Goldman.


Agradecimientos a Rabino Bergman por las fotos

Album Infobae

Martha recorre el Museo Judío

Martha Argerich en el Museo Judío

Ensayo de Martha y Daniel en el Teatro Colón

Agradecimientos a Ivan Perez Sarmenti
 Periodista - CNN - La Nación (Argentina) Buenos Aires - Argentina 

Arranca el festival Barenboim con Martha Argerich y la West-Eastearn Orchestra


El músico y director de orquesta argentino ofrecerá una serie de conciertos junto a la West-Eastern Divan Orchestra y a la pinaista en el marco del Festival Barenboim 2015, que se desarrollará en el Teatro Colón


Las presentaciones de Barenboim, que en la actualidad dirige la Opera de Berlí­n y anteriormente estuvo al frente de la Orquesta Filarmónica de Londres, la Orquesta de Parí­s y la Orquesta Sinfónica de Chicago, entre otras, comenzarán el próximo viernes 24 a las 20 en el Teatro Colón con una presentación de la West-Eastern Divan, que conforma con músicos israelíes y palestinos como un claro posicionamiento en favor de la paz en Medio Oriente.


En este concierto, Barenboim y su orquesta interpretarán "Idilio de Sigfrido", de Richard Wagner; "Sinfonía de Cámara", de Arnold Schoenberg; y "Sur Incises" (estreno en Argentina) de Pierre Boulez.

Las actuaciones continuarán en el máximo coliseo argentino el sábado 25 (a las 20) y domingo 26 (a las 17), donde a la actuación de la orquesta se sumará la presencia estelar de Martha Argerich, con quien Barenboim realizará una serie de performances a dos pianos.

El repertorio del sábado estará compuesto por "Sinfoní­a de cámara No. 1", Op. 9 de Schoenberg, "Sur Incises", de Boulez; "Seis estudios canónicos", Op. 56 de Robert Schumann y "En blanco y negro" de Claude Debussy.

En tanto el domingo repiten los "Seis estudios..." y "En blanco y negro", agregando la "Sonata para dos pianos y percusión" de Béla Bártok , además de obras seleccionadas por ambos pianistas.

El miércoles 29 y el jueves 30 (ambos días a las 20) Barenboim y la West-Eastern se presentan otra vez con Argerich con un programa que propone el "Concierto para piano y orquesta No. 2" en Mi bemol mayor, Op. 19 de Ludwig van Beethoven y la "Sinfoní­a No. 4" en Fa menor, Op. 36 de Piotr Ilich Tchaikovski.

El Festival tendrá continuidad el martes 4 de agosto a las 20, cuando Barenboim y la West-Eastern Divan presenten un concierto de música iraní­ y árabe proponiendo nuevas sonoridades que tienden puentes entre culturas y tradiciones.

Mientras que el viernes 7 a las 20 realizará un programa que incluye el "Triple concierto para violí­n, violonchelo y piano" en Do mayor, Op. 56 de Ludwig van Beethoven y "Pelleas und Melisande", Op 5 de Arnold Schoenberg.

Este programa se repetirá el sábado 8 en un concierto con entrada gratuita pero exclusivo para estudiantes que se desarrollará a las 12 del mediodía; mientras que a las 20 será la última actuación de Barenboim y la orquesta en el Colón, durante el cierre de la segunda edición del Festival Barenboim 2015.

Por otra parte y atento a su trabajo en favor de la paz en Medio Oriente, Barenboim junto a la orquesta -que fundó en 1999 con el teórico literario y musical palestino Edward Said y que reúne a jóvenes talentos musicales de Palestina, Israel y los países árabes-, ofrecerán una serie de Conciertos por la Convivencia, que se desarrollarán en distintos templos religiosos.

El domingo 2 y en la primera de estas presentaciones, Barenboim y la West-Eastern Divan se presentarán en la mezquita del Centro Islámico República Argentina (avenida San Juan 3053) a las 20.30.

El miércoles 5, el concierto será en la sinagoga Templo Libertad (Libertad 769) a las 19.30; mientras que el jueves 6 a las 19.30 la presentación será en la Catedral Metropolitana (Avenida Rivadavia y San Martí­n).

Los Conciertos por la Convivencia serán con entrada libre y gratuita y constarán de un programa musical que incluye "Mini Overture", de W. Lutoslawski; "Contrapunctus I.", de J.S Bach; "Locus Iste", de A. Bruckner; "Rondo for brass quintet", de Lior Shambadal; "Suite Americana", de Enrique Crespo; y "Estampas de Palermo", de José Carli, entre otras obras.

"Es hora de pensar el conflicto de Medio Oriente no como político sino como un conflicto humano", aseguró Barenboim en la presentación del Festival 2015 que se realizó ayer en el Teatro Colón.

miércoles, 22 de julio de 2015

Novedades del Festival Barenboim 2015

Con un agradable clima se llevó adelante la conferencia de prensa de Daniel Barenboim y Martha Argerich en el Teatro Colón. Como dato destacable Lopérfido confirmó que se agregó un concierto en el que Martha y Daniel compartirán escenario, el día 25 de julio. Otra novedad es que transmitirán los conciertos a través de streaming y por televisión.


Hermosa tarde de invierno en Buenos Aires, fría, pero con un agradable sol. Con mucha alegría y un poco de entusiasmo primerizo, MCBA asistió al Teatro Colón para presenciar la conferencia de prensa que brindaron dos verdaderos próceres de la cultura y la música internacional: Martha Argerich y Daniel Barenboim. 

Después de unos 20 minutos de espera aparecieron sonrientes, acompañados de Darío Lopérfido, director del teatro y un séquito de asistentes. Él, elegantemente vestido de traje, corbata y sweater verde. Ella, de manera más informal ya que dejó por la mitad un ensayo al que volvió rápidamente en medio de la conferencia de prensa. Darío Lopérfido, un poco nervioso -como él mismo se declaró por no poder dejar de lado su faceta de fan hacia los protagonistas- dio inicio a la conferencia: “Difícil merecerse estar en compañía de ellos que son los dos argentinos más importantes que tenemos en el mundo”. “No se olvide del Papa Francisco”, agregó Martha. “Si me dan a elegir tres, sin duda. Sino...”. ”Pobre Messi….”, concluyó Daniel, ante la risa generalizada de la prensa asistente.   

Como dato destacable Lopérfido confirmó que ante la gran demanda del público -además de los dos conciertos ya previstos que iban a compartir- se agregó un concierto en el que Martha y Daniel compartirán escenario, el día 25 de julio con un programa a dos pianos con los Seis estudios canónicos de Schumann y la Suite En blanco y negro de Debussy. (Para los que se habían quedado sin entradas para el día 26, les comentamos que al cierre de esta nota todavía quedaban algunas para el día 25). 

Otro adelanto (recién la semana que viene darán mayores detalles) es que  transmitirán los conciertos a través de streaming y por televisiva. También, y por iniciativa de Barenboim, se realizará un concierto gratis exclusivo para alumnos de escuelas públicas de la Ciudad de Buenos Aires (sábado 8 de agosto), además de las ya confirmadas presentaciones en las sedes de las tres comunidades religiosas de la Ciudad de un ensamble de la WEDO -sin la presencia de Daniel o tal vez sí, pero sin su dirección ni interpretación- con entrada libre y gratuita, previo retiro en el Teatro Colón (ver detalles en la programación detallada al finalizar).   

Antes de dar inicio a las preguntas Daniel Barenboim dijo que “este era un proyecto que es un triángulo: Martha, la WEDO y yo. Realmente espero todo el año para volver a Buenos Aires”. También quiso recordar que siempre han tratado de traer obras nuevas, contemporáneas y que este año además habrá un acento especial por los 90 años de Pierre Boulez y destacó la obra Sur Incises -estreno argentino- que para él es su obra maestra. “Una obra para tres pianos, tres arpas y tres percusiones. Una pieza que desarrolla la sonoridad hasta un punto extremo porque juega muy claramente con las diferencias de reverberación. Es prácticamente un efecto de música electrónica sin ningún elemento de electrónica. A su vez es una obra muy accesible para los oyentes”. Aparte aclaró que el Festival es algo que está muy vinculado con sus orígenes argentinos: “Argentina es el único país del mundo que conozco no hay ningún problema de tener identidades múltiples. No hay problema de ser Judío-Argentino. Italiano-Argentino. Inglés-Argentino. Sin perder ni una identidad, ni la otra. 

Y ahora que venimos más a menudo con la Orquesta West Eastern Divan, me doy cuenta que nunca hubiera imaginado ni podido hacer algo así (una orquesta de todos los países y pueblos del oriente medio) sin haber vivido en mi niñez esa libertad de pensamiento y libertad de identidades. Venir a la Argentina me agrada mucho y me llena la vida de un contenido que apreció cada vez más”.   Aplausos masivos y ahora sí las preguntas. La mayoría referidas a Barenboim y su nuevo piano. Donde dio nuevamente explicaciones de la diferencia con otros pianos (combina el sonido de antes con los avances técnicos actuales. La principal diferencia es que las cuerdas no son diagonales respecto de las teclas sino que las continúan en línea recta). “No es más que eso. Tampoco es un invento. Es la curiosidad de ver si se puede modernizar ese sistema con las cuerdas paralelas o no. Hasta ahora sólo he tocado en ese piano el ciclo de las sonatas de Franz Schubert y estoy tan curioso como ustedes, o más, de ver cómo reacciona el piano con otro repertorio. Y después vamos a ver. En Boulez y en el recital de dos pianos yo voy a tocar ese piano. Pero escuchen la música y no al piano”.   

Sobre el Teatro Colón, Daniel dijo que “la acústica del teatro es impresionante. Además se le para a uno el respiro visualmente cada vez que lo ve.” Martha agregó: “Desde el escenario uno se siente muy bien, con una sensación de intimidad. Una belleza loca”. De la Divan Martha Argerich dijo que “significa un deseo, una tentativa de paz, de conciliación, que son cosas que me importan mucho. Es algo maravilloso poder participar de esto”. “No te olvides que sos miembro honorario de la orquesta”, remató Daniel Barenboim junto a las risas de la sala.   Para ir concluyendo, ya con Martha fuera de la sala, quien debió volver a su ensayo, el maestro Barenboim contó que llegó el jueves de la semana pasada directamente de sus vacaciones, pero que la música le da energía:“Yo no necesito descansar de la música. He tratado de explicar eso a mi cuerpo físico que no siempre me entiende. No quiero cambiar la intensidad pero tal vez deba cambiar la cantidad. Voy a viajar menos, pero mis viajes a la Argentina serán para mí siempre una excepción”. 

Por eso Barenboim ha dejado la dirección de la Scala de Milán y se dedicará a la Academia que abrirá en Berlín (destinada también a jóvenes músicos árabes e israelíes). Luego terminó con la anécdota del gran violinista Mischa Elman, quien tocó su primer concierto a los 5 años, y cuando festejó su cumpleaños 75 también celebró sus 70 años arriba de un escenario, y un periodista del New York Times, le preguntó cómo había cambiado la situación entre su primer recital y ese momento, a lo que Elman contestó que no había cambiado para nada: “Tanto ahora como antes la gente me dice que toco muy bien para mi edad”. “Yo espero no llegar a ese punto”, finalizó Daniel Barenboim. 

Foto Arnaldo Colombaroli.