El ruso Daniil Trifonov, que actúa hoy en L'Auditori, irrumpe en una escena dominada por estrellas chinas como Lang Lang y Yuja Wang
Grandes pianistas como Martha Argerich, Mauricio Pollini o Maria Joao
Pires, nacidos todos ellos en la década de los cuarenta del siglo
pasado, siguen presentes en la programación de las principales salas del
mundo -sin ir más lejos en la actual temporada Ibercamera de
Barcelona-. Y Grigory Sokolov, por citar a un gran exponente de la
generación posterior, maravilla periódicamente al público del Palau de
la Música Catalana.
De su misma generación hay que citar al
refinado pianista polaco Krystian Zimerman, que después de 19 años de
ausencia de los escenarios de Barcelona regresará al Palau el próximo
abril, o al hungarés András Schiff. De entre los nacidos ya en los años
setenta, cabe mencionar a Radu Lupu o a Arcadi Volodos -rumano y ruso
respectivamente-, o a Alexei Volodín y al andaluz Javier Perianes.
Esas almas conviven en la escena actual con jóvenes talentos que han venido pisando con fuerza y, en algunos casos, como el de Lang Lang,
utilizando todos los recursos de la nueva era de la comunicación para
darse a conocer y hacer llegar la música clásica hasta la última aldea.
Tanto
él, como la también china Yuja Wang, que ha roto el tabú de la
indumentaria en los sobrios escenarios de la clásica, luciendo modelos
extremados y atípicos, pertenecen al boom de la pianística china. Una
pianística que surgió de la mano de profesores que con la Revolución
Cultural se vieron obligados a emigrar o ser autodidactas, creando un
estilo propio, cosa que se reflejó en sus alumnos.
El aprendizaje
artístico no se remite en estos casos a la tradición occidental, sino
al suyo propio en géneros cultos como la ópera china. Así, según la
estética china, el artista debe alcanzar paulatinamente la precisión, la
belleza (que es la sublimación de la precisión) y el sabor, esto es, la
vivencia de la belleza, tanto por parte del público como del
intérprete.
Esos detalles no explican necesariamente el estilo
propio de Lang Lang o Yuja Wang, ni definen sí o sí una escuela
pianística china. Pero arrojan luz sobre el nuevo panorama surgido
después de la caída del Muro de Berlín, en la que las fronteras con el
Este se barren definitivamente globalizándose los estilos.
En
este contexto en el que las escuelas desaparecen, surgen talentos de
gran personalidad e inmejorable técnica que logran contrastar. Frente al
"sabor" de Lang Lang o Juya Wang, irrumpen estilos radicalmente
europeos, como el de la georgiana Khatia Buniatishvili o el del polaco
Rafal Blechacz, ambos nacidos también en los años ochenta del siglo
pasado.
Y tras ellos hace ahora su aparición el jovencísimo
Daniil Trifonov (Nizhniy Novgorod, 1991), un talento excepcional que
bebe directamente de la tradición pianística rusa y del que hoy (jueves,
29 de enero) se puede disfrutar en directo, en la temporada Ibercamera
que se incluye en el ciclo de Grandes Orquestas de L'Auditori.
Su
capacidad de expresión emocional con apenas 24 años, su ternura junto a
su vis diabólica y ese poso existencial que resulta de haber crecido en
el seno de una familia de músicos -su padres es compositor y su madre
profesora demúsica- y de haber mamado las lecturas de Tolstoi y
Dostoievski, le llevan a ser candidato a marcar una época, como lo
hicieran en su día Richter o Horowitz.
Maestros como Valery
Gergiev y Zubin Mehta han sido sus valedores. Pero para esta gira por
España con la Philharomia Orchestra de Londres pidió ser dirigido por
otro emergente, el alemán Clemens Schuldt, en aras del entendimiento
entre jóvenes de una misma generación.
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