Balance 02/ Música clásica
Un año de producción nacional
Por la devaluación, los principales protagonistas fueron los artistas argentinos
Los pianistas –argentinos, para más datos– se
destacan claramente a la hora del balance en el campo de la música
clásica 2002. Se trata de Daniel Barenboim y Martha Argerich, dos ex
niños prodigio de la Buenos Aires de posguerra y actualmente dueños de
una extensa y exitosa carrera a nivel mundial, que estrecharon aún más
su vínculo con el país.
A fines de julio, Daniel Barenboim produjo uno de los fenómenos
culturales más extraordinarios de los últimos años: a lo largo de ocho
históricas veladas recorrió las 32 sonatas para piano de Beethoven. Y
lo hizo a sala llena, demostrando que, cuando se trata de artistas de su
dimensión, no hace falta mayor “escenografía” que un músico sentado
delante de un piano para cautivar a tres mil personas, cada noche.
Originalmente, había aceptado sumarse a la celebración del 50°
aniversario del Mozarteum Argentino con un concierto para cada uno de
sus dos ciclos de abono. Pero el músico argentino-israelí Barenboim
propuso hacer extensiva la fiesta con la integral beethoveniana a toda
la comunidad y a bordereau, esto es, a porcentaje de la recaudación. Es
bueno recordar que los devaluados pesos argentinos estuvieron
previsiblemente lejos de lo que el pianista y director de orquesta cobra
por sus presentaciones en el resto del mundo.
Por si no fuera suficiente disfrutar de su arte musical, Barenboim se
hizo tiempo para ofrecer una clase magistral con el jovencísimo Iván
Rutkauskas, que se prolongó a lo largo de toda la tarde con un centenar
de estudiantes, y dialogó con los universitarios porteños al recibir un
doctorado honoris causa en la Universidad de Buenos Aires. Hasta las
entrevistas y la conferencia de prensa sirvieron para comprobar que se
trata de un hombre de la cultura que toma un rol activo en favor de la
paz. No por casualidad, junto con su amigo el escritor Edward Said,
recibió al poco tiempo el Premio Príncipe de Asturias por su labor en
favor del entendimiento entre palestinos e israelíes, puesta en práctica
en una orquesta juvenil mixta, “una escuela para la democracia”, como
le gusta a Barenboim definir a las agrupaciones sinfónicas.
El huracán Martha
Si la presentación de Barenboim se caracterizó por el máximo de
concentración posible (un instrumento y un solo autor), en noviembre la
llegada de Marta Argerich marcó el otro punto alto de la temporada, pero
en sus antípodas.
El huracán Martha volvió a transformar al Colón en una convulsionada
sala en la que, a lo largo de una semana, se sucedieron artistas
nacionales y extranjeros para ofrecer mucha música de cámara y sinfónica
y clases magistrales.
Irremediablemente tímida fuera del piano y arrasadora delante de él, su
personalidad magnética volvió a convocar artistas-amigos y al público
para que el Segundo Festival Martha Argerich fuera un éxito.
Y sólo ella es capaz de lograr que músicos de la talla de Charles Dutoit
accedan a presentarse en la Argentina actual. Así, la Filarmónica de
Buenos Aires ofreció dos de sus mejores conciertos de los últimos años,
gracias al lujoso director invitado: Charles Dutoit.
El ex marido de Argerich demostró que la orquesta porteña tiene un
potencial enorme, Y que el idilio fue mutuo pudo confirmarlo LA NACION,
cuando, en un diálogo telefónico con Pablo Kohan, Dutoit confirmó su
interés por regresar el año próximo, probablemente a dirigir una ópera
de Wagner.
Visitantes ilustres
Las sociedades de conciertos sintieron el golpe de la devaluación, pero
se las ingeniaron para seguir aportando una cuota importante de
visitantes clásicos ilustres.
El Mozarteum Argentino convocó a varios amigos de la institución para su
temporada del cincuentenario, como Mstislav Rostropovich, que se
presentó junto a la Camerata Bariloche, los imbatibles de I Musici, el
Cuarteto Beethoven de Roma y aportó la gran visita sinfónica de 2002, la
Filarmónica de San Petersburgo.
También hubo espacio para la Orquesta del Siglo de las Luces, y una de
las grandes especialistas del repertorio barroco: Emma Kirkby.
Festivales Musicales reforzó su apuesta por la producción nacional, el
Estudio Coral de Buenos Aires, que dirige Carlos López Puccio, El Grupo
de Canto Coral, el ascendente Horacio Lavandera. También volvió a
convocar a los cada vez más consolidados músicos barrocos argentinos,
que no sólo se lucieron en la temporada de Festivales sino que también
hicieron posible que se realizara, aunque fuera de abono y en un
semimontaje escénico, una elogiada versión de “Las Indias Galantes”, de
Rameau.
De postre tuvo la presencia estelar de Gidon Kremer, el violinista que
presentó por primera vez aquí sus “Ocho estaciones”, en las que
intercaló las “Cuatro estaciones” de Vivaldi con las “Cuatro estaciones
porteñas” de Piazzolla.
Harmonia, transformado en Nuova Harmonia, centró su año en los artistas
italianos. I Sonatori della Gioiosa Marca, Salvator Accardo y Andrea
Lucchesini fueron algunos de sus puntos más altos.
La devaluación hizo que, para la temporada lírica, el Colón haya
adoptado la política del “compre nacional”. Primero en la gestión de
Emilio Basaldúa y luego en la actual de Gabriel Senanes, los artistas
nacionales tuvieron su oportunidad y salieron airosos.
Y no sólo por la actividad del Colón, sino por el boom de
representaciones líricas que se realizaron en todo el país, con el
Teatro Argentino como segundo motor de la actividad, con seis títulos,
tal como fue ya analizado en la edición del domingo último.
Cuando se trata del Colón, por supuesto hubo espacio para la polémica.
Esta vez fue por la llegada de artistas populares a su sala. Se debatió
mucho e intensamente, pero lo cierto es que se trató finalmente de
cuatro presentaciones, con resultado dispar. Por otra parte, y a pesar
de la zozobra del cambio de mando a mitad de año (se fue Basaldúa y
entró Senanes), se llegó a fin de año con una digna temporada, aunque
de emergencia y con una situación saneada, gracias a la puesta en
marcha del reglamento de trabajo y la realización de concursos abiertos.
Un tema que LA NACION desarrollará en extenso en próximas ediciones.
Las voces locales
- Los cantantes argentinos fueron los grandes protagonistas de la temporada lírica: el barítono Marcelo Lombardero, la soprano Graciela Oddone, el tenor Gustavo López Manzitti, el experimentado Luis Gaeta y tantos otros tuvieron mucho trabajo y cumplieron con éxito tanto en el Colón como en todos los espacios operísticos que siguieron floreciendo, a pesar de todo, en 2002.
Batutas de alto rendimiento:
Charles Dutoit con la Filarmónica y Stefan Lano con la Estable (en “La
condenación de Fausto) fueron dos ejemplos de que, con buenos
directores, las orquestas nacionales pueden elevar notablemente su
nivel.
Los futuros pianistas:
Émulos de Argerich y Barenboim, año tras año surgen nuevos talentos pianísticos. Mientras se consolidan las carreras de Nelson Goerner, Ingrid Fliter y Sergio Tiempo, vienen madurando el teenager Horacio Lavandera, ahora seguido de cerca por Iván Rutkauskas, Adriel Gómez Manzur y Nahuel Clerici.
El Colón pop:
las presentaciones en el teatro lírico de artistas populares generó una
áspera polémica que luego quedó en nada... hasta la próxima ocasión.
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