martes, 30 de septiembre de 2014

La cadenza del Rach 3


Si la relación con Hollywood no enterró para siempre a Rachmaninoff, habrá que considerarlo sin más un gran compositor.

Su fúnebre Preludio en do mayor hizo historia en los tragamonedas de Estados Unidos, no en la historia de la música, para la que no tenía mucho que decir. Como el N0 5 (Alla Marcia) que era apenas atractivo. Su sensitivo y muy bien armado Concierto N0 2 en do mayor adornó la película inglesa basada en la obra de Noel Coward Lo que no fue, con Trevor Howard en el protagónico. Pero le esperaba un destino peor. 

En la película de la Metro Rapsodia (no había una sola Rapsodia en el film pero así lo llamaron), lo tocaba un actor de robusta complexión de nombre John Ericson. Vittorio Gassman, que hacía el violinista que le disputaba a Ericson el amor de Elizabeth Taylor, declaró que Ericson era un simple cowboy que con un solo dedo tocaba tres notas. Ericson tocaba el segundo de Rach y Gassman el Concierto para violín de Tchaicovsky. Estaban inmejorablemente doblados: Claudio Arrau para Ericson y David Oistrach para Gassman.

Pero, ¿dónde estaba la película del monumental Concierto N0 3 Op.30 para piano y orquesta? Llegó y acaso muchos la recuerden. Se trata de Claroscuro (Shine), correcta tarea del director Scott Hicks, con producción australiana y la gran interpretación de Geof frey Rush que se alza con un Oscar y la gloria hollywoodense. Algunos, también, dicen que con esta película se hace famoso el N0 3 de Rach. Falso de toda falsedad. El N0 3 de Rach fue siempre una obra célebre. Ante todo por sus extremas dificultades. “Lo escribí para elefantes”, declaró Rachmaninoff. Los elefantes se ven en los circos. Los circos son lugares de alegría y pirotecnia. Estamos en Fin de Año. ¿Cómo no ocuparnos del más pirotécnico de los conciertos? El film de Scott Hicks se basa en la atormentada vida del pianista David Helfgot, que parece coherentemente enloquecer al enfrentarse con el Rach 3. Recuerdo a uno de mis alumnos de un taller de literatura de fines de los noventa: “¿Es cierto que los que tocan ese concierto se vuelven locos?”

Rachmaninoff lo tenía listo para estrenarlo en Estados Unidos, país en el que por fin terminó radicándose. En su viaje hacia ese destino definitivo ensayó su concierto en un teclado mudo. No había mejor modo de presentarse: ahí llegaba ese ruso elegante, aristocrático, con un concierto que parecía imposible para cualquiera. Se estrena el 28 de noviembre de 1909, en el New Theatre de New York, con Walter Damrosh al frente de la Sociedad Sinfónica de esa ciudad desbocada. Damrosh será el osado que le encargará en 1924 un concierto para piano al joven genio George Ger-shwin que acababa de triunfar con su Rhapsody in Blue. Se sabe: George no sabía orquestar ni componer un concierto. Se compró dos manuales y en menos de cuatro meses le entregó a Damrosh esa joya inamovible del repertorio que es el Concierto en fa mayor.

Pero el Rach 3 tuvo otro estreno y con un director legendario. Fue en enero de 1910 y en el Carnegie Hall. El director fue Gustav Mahler. Ah, lo que daría por haber estado allí. Verlo a Rachmaninoff y a Mahler mirándose en los momentos decisivos. Verlo a Mahler señalarle la entrada para la cadenza. Verlos llegar al final. Alguna vez habrá una máquina del tiempo y cosas así serán posibles. (Al costo, seguramente, de que un pequeño error de la máquina lo haga aparecer a uno en Dachau o en Treblinka.)

La cadenza es el punto culminante del concierto. Seamos sinceros: el Rach 3 es uno de los conciertos más opulentos de la historia del piano, el que quiera recibirse de virtuoso deberá afrontarlo. Rach escribió dos cadenzas. Brevemente: la cadenza es un fragmento enteramente dedicado al piano. La orquesta se detiene, luego de anunciarlo, y todo queda en manos del pianista, que se luce o se hunde. La primera de las cadenzas (la llamada liviana) no es, según se dice durante estos días, más fácil que la segunda. Si bien tiene menos notas exige del pianista una velocidad de ejecución mayor que la segunda, posiblemente más rusa, ya que semeja una carreta llevada a la desmesura de expresar la grandeza del alma rusa. Rach la llamó también ossia, alternativa. O sea, que la pensada como principal era la “liviana”. Los virtuosos eligen una u otra. Las dos son formidables, desbordan genialidad pianística.

Horowitz hizo la primera grabación de este concierto y eligió la liviana, que le permitía correr a velocidades alucinantes. También Argerich elige la liviana. Se cuenta que demoraba en realizar la ejecución del Rach 3 porque quería igualar la versión de Horowitz o superarla. La grabación de la que se dispone es la de una ejecución pública con Ricardo Chailly en el podio y claramente enamorado o deslumbrado con su joven pianista. La ejecución es de 1980, con Martha joven, el pelo negro y muy largo, que llega al escenario algo malhumorada, toca la cadenza con enorme concentración y se despacha todo el concierto con su habitual fuego, su legendaria pasión. Recién hacia el final lo mira a Chailly y sonríe alegremente. Ashkenazy elige la cadenza ossia, pero no es para él y la hace muy lenta. La versión de David Helfgot es horrorosa, tal vez debió tocarla su psiquiatra. La de Volados, que también elige la ossia, está bien. 

Pero la gran versión que he escuchado últimamente es la de la pianista rusa Olga Kern. Cuando está por llegar a la cadenza, lo mira al director y levemente le sonríe con apabullante autoconfianza, como si dijera: “Aquí voy y quedate tranquilo porque pienso anonadarlos a todos”. Lo consigue. Más aún porque Olga (que también toca la ossia ¡y cómo!) acompaña esos enormes acordes con movimientos espasmódicos de su cuerpo hasta llegar al clímax que pasa de sus dedos al éxtasis de su cara, su boca abierta, sus ojos cerrados, su cabeza caída hacia atrás. Le falta aullar. Pero es una gran versión. La peor de todas (aun peor que la de Helfgot) es la del célebre pianista chino Lang Lang. Es un clown de un circo de provincias. 

Técnicamente es increíble que pueda tocar un concierto como el Rach 3 y hacer todas esas contorsiones. No hay un solo pasaje que no merezca una mueca, un estremecimiento, un salto y una risita que no lo abandona nunca. Resulta abominable. Argerich, sin embargo, tocó con él una versión de Mi madre la Oca, esa exquisitez de Ravel. Y hasta lo mira sonriendo, con ternura, mientras el clown chino pone sus carotas deprimentes (para el que lo ve y aun puede escucharlo).

Hay otras grandes versiones del Rach 3 pero pocas. Rachmaninoff era un músico genial. Un pianista único (él prefería la cadenza liviana, Sergio Tiempo también: ¡y cómo la toca!), uno de los más grandes de la historia y además un valioso o mucho más que valioso compositor. Naturalmente Federico Monjeau no lo quiere y dice, con razón, que los excesivos pasajes confiados al piano hasta llegan a tapar a la orquesta. Pero, ¿cuántos geniales pianistas tocan el Rach 3 y cuántos los estudios de Ligetti? No se dedica una vida a perfeccionar una técnica para repetir una nota hasta romperla. Se la dedica para la cadenza del Rach 3. Cuando la escuché por primera vez a cargo del maestro ruso Lev Oborin pegué un salto. Esa resolución de lo eslavo a lo abiertamente español fue para mí un KO. Todavía, cada vez que la escucho, lo es.


José Pablo Feinmann
Domingo 30 de diciembre 2012

Una pequeña biografía de Martha Argerich


5 de Junio de 1941: nace Martha Argerich en el Hospital Rivadavia. Vive en los barrios de Palermo y Belgrano, con su madre, padre y hermano. "Soy Géminis con ascendente en Libra, Serpiente en el horóscopo chino y Serpiente macho en el bangú", dice.

Martha en "Bloody Daughter" de Stéphanie Argerich
1944: un compañero de jardín de infantes la desafía: "Vos no podés tocar el piano y yo sí". La pequeña Marthita, con un dedo, y sin errores, recorrió las canciones del jardín. Su madre la llevó a estudiar piano. Su primer maestro fue Vicente Scaramuzza.

1949: da su primer concierto solista con orquesta.

1953: después de tocar en el Colón, el Presidente Perón la cita en su residencia: "¿A dónde querés ir, ñatita?". Gracias a su apoyo, va a Viena a estudiar con Friedrich Gulda.

1957: obtiene el primer puesto en Ginebra y Bolzano.

1965: gana el Concurso Chopin de Varsovia.

1987: da un Concierto en el Carnegie Hall. Un crítico escribió: "Tiene un magnetismo de una estrella de rock".

2003: toca en el Teatro Colón con Néstor Marconi. "Me encanta el tango, no sé si el tano me quiere a mí". En 2004 da un recital con Mercedes Sosa.

lunes, 29 de septiembre de 2014

Superbe!

La mejor de todas...

Argerich: a tribute by Mischa Maisky

Una victoria en el Concurso Internacional de Piano Chopin en 1965, 24 años de edad, puso a Argerich en el mapa musical. Una artista emocionante y mercurial, Argerich ha grabado extensivamente a través de su carrera, aunque desde mediados de la década de 1980 ha dado pocas actuaciones en solitario, prefiriendo en su lugar, centrarse en el concierto y la música de cámara. Ella dirige el Progetto Martha Argerich cada año en Lugano.
 
Mischa Maisky y Martha Argerich
 
Argerich: un homenaje por Mischa Maisky
 
'En lo que a mí respecta, Martha Argerich no es sólo una de las más grandes pianistas, o simplemente' de nuestro tiempo ". Ella es uno de los más grandes músicos - y punto. Por supuesto, no soy objetivo ... pero ¿por qué debería serlo? Martha ha sido uno de mis mejores amigos desde hace 37 años.
 
"He tenido la suerte de trabajar con muchos grandes músicos, pero aún Martha tiene un lugar muy especial en mi vida. Cuando la gente me pregunta sobre ella siempre digo que, para mí, Martha es como la vida misma: no es fácil, que puede ser muy impredecible, puede ser un dolor en el cuello, pero es lo más hermoso y maravilloso que hay - porque ella tiene esta combinación única y singular de cualidades. Ella es una pianista fenomenal, talento (que no tiene ninguna limitación técnica y musicalmente), pero es también un músico increíblemente intuitiva, pero al mismo tiempo - que no muchas personas se dan cuenta - ella tiene un enfoque intelectual muy fuerte para la música- decisiones.
 
"No sólo eso, ella es increíblemente humilde. Demasiado humilde en lo que a mí respecta! Ella es muy humana y sufre de inseguridades, pero ella es la persona y el músico más dotado, encantadora e increíble que he tenido el placer y el privilegio de tocar con ella."
 

domingo, 28 de septiembre de 2014

Martha Argerich llevó su arte a un galpón industrial La genial pianista dio un recital gratuito en Villa Martelli - Nota del 30 de octubre de 2004

Con la naturalidad de siempre, Martha Argerich tocó ayer en un escenario atípico






















En un espacio atípico y ante un público infrecuente para la música clásica, Martha Argerich se hizo un lugar ayer, en su apretada agenda, para ofrecer un recital de cámara gratuito en la Cooperativa Los Constituyentes, una fábrica metalúrgica recuperada por sus trabajadores tras el cierre, en plena debacle económica, en diciembre de 2001.
A pesar de la novedosa experiencia, como cada vez que la notable intérprete argentina se sienta delante de un piano, el resultado fue el mismo: magia y ovaciones. 

Junto con el pianista Eduardo Hubert, el violinista Eduardo Gintoli y el bandoneonista Néstor Marconi, ofreció el mismo repertorio que hace unos pocos días en el Teatro Colón, pero con el imponente marco de un galpón industrial, justo debajo de un puente grúa capaz de levantar 20.000 kilos con bobinas de acero, materia prima de la ex metalúrgica Wasserman que, en la actualidad, emplea a poco más de 80 trabajadores. 

Unas 700 personas asistieron a la función, un público heterogéneo que disfrutó y aplaudió de pie cada una de las intervenciones musicales de la pianista y sus colegas.
Orgullosos trabajadores de la planta y de otras fábricas recuperadas con sus familias se entremezclaron con muchas personas de clase media que se acercaron en auto hasta Villa Martelli, y funcionarios de la Secretaría de Cultura, promotora del ciclo Música en las Fábricas". 

Alicia, una vecina que concurrió con una amiga desde Villa del Parque explicó: "Aunque a los de la clase media nos lleven cada vez más abajo, nosotros seguiremos arañando para salir a flote. Este concierto fue una caricia para el alma". 

La solvencia de siempre

Mientras en la calle la policía se ocupaba de recomendar que los autos ingresaran dentro de la fábrica por cuestiones de seguridad (justo enfrente está la villa Loyola, explicó un oficial), Argerich, de excelente humor, se dispuso a tocar con Hubert una versión para dos pianos de la suite del célebre ballet "Cascanueces", de Tchaikovsky, con la solvencia musical de siempre. 

Gracias a un práctico escenario móvil, todos pudieron ver y escuchar el concierto con comodidad. Lógicamente, se utilizó amplificación electroacústica para los instrumentos. Ello, si bien enturbió un poco la nitidez del sonido en general, no impidió disfrutar del arte de Argerich. Parecería que estar delante de un piano la hace a Martha simplemente feliz, sin importar si se trata del Colón o de un galpón. 

Luego del concierto, rodeada de periodistas, cámaras de TV, trabajadores y curiosos que se acercaban a saludarla, alcanzó a sostener: "No hay cultura culta y cultura popular; hay una sola cultura que es la que sentimos todos". 

La música de "Cascanueces" es conocida, lo que provocó que los aplausos estallaran al final de cada pieza, fuera del "rito" habitual de los conciertos clásicos de esperar hasta el fin de la obra. Pero el público aprendió rápido la convención, gracias a los leves gestos de Martha, y la suite se completó sin pausas. 

Argerich, que desde hace años no ofrece conciertos de piano solo, se bajó del escenario para dejar que Hubert, junto con el violinista Eduardo Gintoli, interpretaran el scherzo de la sonata "FAE", de Brahms. Luego regresó para tocar con Gintoli las "Danzas rumanas", de uno de sus autores favoritos: Bela Bartok. 

En la segunda parte del concierto, de una hora de duración, el virtuoso bandoneonista y compositor Néstor Marconi abrió el juego con sus "Improvisaciones sobre Astor Piazzolla". Luego, con Gintoli de nuevo en escena, tocaron el más clásico de los tangos: "La cumparsita". El cierre fue con los cuatro músicos que tocaron Piazzolla y sus "Tres minutos con la realidad", obra modernista cuyas armonías ásperas y su ritmo maquinal calzaron como un guante con la escenografía metalúrgica.

Los trabajadores de la cooperativa no ocultaban su orgullo por contar con Argerich. Ricardo Vega y Britos Salinas explicaban con pasión cómo están produciendo caños y planchas de todo tipo para más de 50 clientes. Justo ayer, el comodato en el que la cooperativa recibió la planta industrial y las maquinarias en 2003 fue prorrogado hasta 2008. 

Con esta función, Martha está terminando el año más intenso y federal de sus presentaciones, que concluirán hoy en el teatro El Círculo de Rosario.

Por Martín Liut De la Redacción de LA NACION
© Rodrígo Néspolo

El huracán Martha Argerich pasó por Salta y se llevó una ovación - 21 de septiembre de 2003


La notable pianista brilló con la Orquesta Sinfónica salteña y le dejó el cierre del concierto a la venezolana Gabriela Montero.



Un viento musical atravesó Salta. O, más bien, dos. “El huracán Martha Argerich y la tormenta tropical Gabriela Montero”, en palabras del venezolano Felipe Izcaray, que dirige la Orquesta Sinfónica de esta ciudad desde su fundación, en 2000, cuando ganó su cargo por concurso. Se refiere, claro, a las dos solistas que, en una noche brillante, despacharon al hilo tres de los más difíciles conciertos para piano y orquesta de todo el repertorio: el primero de Sergei Prokofiev y el Concierto en Sol de Maurice Ravel por Argerich y, por expreso pedido de la argentina, la venezolana Montero como cierre, con el tercero de Sergei Rachmaninov.

Argerich llegó de mal humor. Venía de tocar con la Sinfónica de Boston conducida por Charles Dutoit y allí nada le había gustado. En Salta comenzó un periplo –la palabra “huracán” es, en realidad, la más usada, repetida una y otra vez por distintas personas allegadas– que la llevará a Paraná, en Entre Ríos –adonde irá porque en esa provincia nació su madre–, Córdoba, Rosario y Bariloche, para luego tocar en San Pablo, Río de Janeiro y Porto Alegre, en Brasil, y finalmente recalar en el festival que lleva su nombre y que la encontrará en octubre en el Teatro Colón de Buenos Aires. Y en este lugar al que a veces se refiere como “mágico”, todo fue distinto. Sonriente, feliz con la orquesta y con el entusiasmo de músicos jóvenes que entregan el máximo posible, sorteó incluso sus clásicas inseguridades. 

En el primer ensayo del concierto de Prokofiev, por ejemplo, aseguraba a quien quisiera oírla que había tocado mal, que “no entendía la obra” y de poco le servían los elogios ajenos. “¿Es que me van a decir que yo no sé cómo toqué?”, preguntaba. Por supuesto, en el concierto no sólo no hubo errores sino que la artista volvió a mostrar porque es una de las grandes intérpretes de los últimos cincuenta años. El impulso demoledor, obviamente, pero también y, sobre todo, el increíble detalle en la articulación y el fraseo. Un detalle que, de manera asombrosa, no se pierde ni disminuye en velocidad. Cada sonido, para Argerich, tiene su propia vida, su propio crecimiento y su propio ritmo, aunque dure una ínfima fracción de segundo.

La nueva relación establecida entre la pianista y su país natal, en todo caso, es un hecho consumado.

Después de trece años de no tocar en Argentina, en 1999 volvió a hacerlo para, a partir de ese momento, regresar cada año, realizar ya dos veces el concurso internacional de piano que creó su amiga Cucucha Castro, comandar el festival y, ahora, recorrer varios puntos del país y, además, colaborar, por ejemplo, con el Hospital de Niños salteño, para el que recaudó fondos con un concierto en Japón. 

“Es una música increíble –resume Romina Granata, cellista de la orquesta desde este año–; ella escucha a los demás.” Arturo Bascary, violinista desde la fundación, completa: “Ella crea la sensación de que no está tocando con la orquesta sino con cada uno de nosotros.” Y la solista de viola Tetyana Lárina, que llegó sin saber una palabra de español desde Ucrania y desde la Filarmónica de Odessa, donde tocaba antes de presentarse a concurso, agradece a los salteños “la amabilidad y la apertura, que hizo que no sintiera ningún choque sino todo lo contrario; cuando no se habla el idioma, es importante que la gente quiera escuchar y entender” y afirma que “Martha Argerich es realmente una gran maestra; es una artista que tiene claro lo que quiere y sabe transmitirlo a toda la orquesta”. “Esto es algo mágico”, concluye Emilio Argento, violista recién ingresado a la orquesta. 

La Sinfónica de Salta, además, ha propiciado un movimiento de características inusuales. El hecho de que más de la mitad de sus integrantes no hayan nacido en Salta y vengan, en algunos casos, de lugares tan lejanos como Ucrania o Moldavia, le da un sello de cosmopolitismo singular, Pero, en particular, sus conciertos en los que el público llena, sistemáticamente, la sala de la Casa de la Cultura, o en pueblos adonde, en ocasiones, es la primera vez en que se escucha una orquesta sinfónica, han logrado que la escuela de música tenga más inscriptos que nunca. 

“La orquesta tuvo un efecto social muy trascendente”, dice Granata. Pero el concierto tuvo, también, otra protagonista. La excelente Gabriela Montero sedujo con una versión eléctrica y, al mismo tiempo, sin amaneramientos, del famoso tercero de Rachmaninov, que fue saludada con una ovación. Si parecía difícil que alguien pudiera llenar el escenario después del paso de Argerich, la confianza que ésta le tuvo a su joven colega, entregándole el honor del cierre, se vio absolutamente recompensada. La única nota discordante del concierto fueron unos bises en que la pianista improvisó sobre melodías populares, en un lenguaje semijazzístico y con la sutileza y adecuación de estilo de quien riega un malvón con un carro hidrante. El despliegue de virtuosismo y ampulosidad del sonido, de todas maneras, alcanzó para que la sensación de fiesta continuara.

21 de septiembre de 2003

Martha Argerich and Friends - "Moda Tango" by N.Marconi


30 de junio 2011
Piano: Martha Argerich Bandoneon: Nestor Marconi Violines: M.Guttman/ A.Martinov/ Alto: L.Chen Cello: J.Bosso -- Double bass: E.Fagone Conductor: E.Hubert

viernes, 26 de septiembre de 2014

Premio Konex Argentina


Nació el 05/06/1941. Pianista. Está considerada como una de las más grandes de la historia y, según la revista francesa especializada Diapasón, es la única figura de la actualidad equivalente a la de Clara Schumann. Estudió en Buenos Aires con los Maestros Ernestina Kussrow y Vicente Scaramuzza y, en Europa, con Friedrich Gulda, Arturo Benedetti Michelangeli y Stephan Ashkenaze.


Se ha presentado como solista junto a las más renombradas orquestas del mundo, entre otras la Filarmónica de Berlín, la Orquesta Sinfónica de Londres, la Filarmónica de Viena, Concertgebouw de Amsterdam y la Filarmónica de Nueva York, dirigida por los más importantes directores del mundo como Claudio Abbado, Kiril Kondrashin, Charles Dutoit, Daniel Barenboim (PK), Eugene Ormandy y Zubin Metha. Ha realizado innumerables actuaciones y grabaciones de música de cámara junto al violinista Gidon Kremer, a los cellistas Mischa Maisky y Mstislav Rostropovich (CK) y a los pianistas Nelson Freire y Alexander Rabinovich. Ha actuado en las principales salas de conciertos del mundo.

Desde su primer disco como solista, publicado por Deutsche Grammophon, es una de las estrellas del mercado discográfico, hasta el punto de que este sello publicó, en 1998, una colección de cuatro álbumes dobles dedicada exclusivamente a la intérprete. La colección Los Grandes Pianistas del Siglo, publicada por el sello Philips, le dedica dos volúmenes.
Ha sido calificada como una artista cuyas aptitudes surgen de las más profundas raíces de su personalidad.

Ganó el Primer Premio en los siguientes concursos: en septiembre de 1957 el Busoni de Bolzano, en octubre de 1957 el de Ginebra y en 1965 el Chopin/Varsovia. En diciembre de 1998 recibió el Viotti de Oro, uno de los premios más prestigiosos de Italia. También obtuvo el Premio Grammy en 2000, 2005 y 2006.

Premios Konex de Platino y Brillante 1999

Konex Platino 1989


Konex Platino a la pianista argentina Martha Argerich, recibido por su padre, Juan Manuel
5 de noviembre de 1989

Marthita Argerich en Perro Enfermo el 22 de diciembre - Peter Capusotto y sus vídeos - TV Pública


Marthita Argerich en Perro Enfermo el 22 de diciembre
Peter Capusotto y sus Videos 
La TV Pública Canal 7 Argentina

Única, cautivadora y libre

  Una espectacular e inalcanzable estrella. Un director brillante, llevando el timón de la orquesta más importante de Italia, la Santa Cecilia. El ensayo antes de un concierto con el aforo completo.

“Creo que son sensacionales, desde todos los puntos de vista. Musicalmente y también por su espíritu, extraordinario”, dice Martha Argerich.

Martha Argerich acaba de cautivar a Roma con el Concierto de Schumann acompañada por los músicos de la Santa Cecilia.

Ferozmente independiente, alérgica a las reglas impuestas por la carrera, la fama, los agentes y las agendas, Martha no interpreta la música, la encarna.

“Es imposible separar la persona de la intérprete, ella es música. Lo primero, es puro dinamismo. A pesar de toda la energía y de ese carácter incontrolable que tiene en su interpretación, consigue plasmar cada pequeño matiz, algo que pocos pianistas pueden lograr. No puedes encerrarla en una jaula, ni en una caja, es un espíritu libre. Ella tiene tanta clase, tanta elegancia clásica, es como de otra era… es maravillosa”, explica Antonio Pappano.

Con una técnica prodigiosa, una musicabilidad extraordinaria y una hipersensibilidad tal, hablar del destino de Schumann es como hablar del de ella misma.

“Me conmueve mucho su sufrimiento. Me encanta su generosidad, incluso con sus colegas, tenía mucho amor que dar, a todo el mundo. También a Chopin por ejemplo, aunque no fue recíproco”.

Para Martha la música cobra sentido solo cuando es compartida. Indomable y valiente, ha luchado contra la soledad toda su vida.

“Friedrich Gulda, que me enseñó muchísimo, me dijo una vez: ‘tienes que aprender todo antes de cumplir 16 años, porque después te vuelves un poco estúpido. Cuando tenía 17 años vivía como si tuviera 40, pero yo quería vivir como una joven estudiante, como la gente de mi edad, que era libre, se divertía, no tenía miedo escénico. Me di cuenta de que mi vida era triste: viajaba mucho, sola… y yo era muy tímida y lo sigo siendo, porque creo que es algo que siempre mantienes. Ahora, es verdad, que tengo amigos en todos lados y ellos me cuidan”, contaba Martha Argerich.

“No necesitas saber nada de música para emocionarte ál máximo y contagiarte del espíritu de su música. Caes rendido ante la energía que desborda, pero lo hace siempre con mucha naturalidad, es como si la música solo tuviera ese camino”, concluye Pappano.

Martha Argerich es considerada una de las mejores pianistas de nuestro tiempo.

Entre los últimos compromisos de la Orquesta Nacional de Santa Cecilia se encuentra la gira europea con Martha Argerich. Su último concierto es el 26 de noviembre de 2012, en Berlín. 

Post de Zuca Taringa Argentina

jueves, 25 de septiembre de 2014

Martha Argerich: "No estoy satisfecha con mi forma de vivir" - Nota del 19 de octubre 2012

Mira fijamente como para escudriñar al interlocutor o para repasar sus pensamientos y dar un sólido remate a una idea que quedó inconclusa. Reflexiva en sus opiniones, apasionada cuando se requiere, Martha Argerich se encuentra en Rosario desde comienzo de semana y un día antes de su primera presentación en el teatro El Círculo charló en exclusiva con Escenario.


La notable pianista, que ofrecerá hoy, mañana y el jueves 25 tres conciertos en el teatro de Laprida y Mendoza, junto a artistas locales e internacionales, entre ellos el pianista Daniel Rivera, comentó por qué vino a tocar a la Argentina sin pasar por Buenos Aires, habló de sus compositores preferidos, y también de los miedos y sacrificios. 

"A veces me pregunto: «¿Qué es lo que estás haciendo Martha? no te queda mucho tiempo»", confesó al final de la charla.

El programa del concierto de esta noche a las 21, organizado por la Asociación Cultural El Círculo y la Secretaría de Cultura y Educación de la Municipalidad, incluirá las obras: "Sonata en Re mayor KV 381 (cuatro manos)", de Wolfgang A. Mozart; "Variaciones sobre un tema de Haydn", Op 56b (dos pianos), de Johannes Brahms; "Poema sinfónico Les Preludes" (dos pianos), de Franz Liszt; "Concertino en La menor, Op. 94" (dos pianos), de Dmitri Shostakovich; "Suite Nº 2 Op. 17" (dos pianos), de Serguei Rachmaninoff, y "Suite Scaramouche" (dos pianos), de Darius Milhaud.

¿Por qué Rosario?

—Por qué me invitó Daniel Rivera a venir a Rosario, que es su ciudad, y yo dije que sí; también se me ocurrió que hace tiempo que no vengo a la Argentina, pero esta vez no voy a Buenos Aires.

Los rosarinos agradecidos...

—Bueno... de nada. Espero que no se arrepientan... (lanza una carcajada)

¿Qué puede comentar acerca de estas actuaciones en Rosario?

—Para el sábado 20 (mañana) se me ha ocurrido invitar al maestro Néstor Marconi. A Eduardo Delgado, gran amigo mío, que está casualmente en la ciudad, lo llamé para el concierto del 25. ¡Es increíble la cantidad de artistas rosarinos que hay por todos lados!

¿Qué está pasando con el repertorio pianístico? ¿Las nuevas obras tienen un lenguaje tan complejo que asusta al público?

—Primero, no es siempre tan maravilloso por que sea nuevo. Pero la dificultad para comprender lo nuevo siempre existió, cuando la premier de la "Consagración de la primavera" de Stravinsky fue una cosa espantosa se armó un escándalo, lo mismo ocurrió con el "Preludio a la siesta de un fauno" de Debussy. Siempre ha ocurrido esto.

En su época, no entendían los últimos cuartetos de Beethoven...

—Ni siquiera ahora los entienden —agrega, subrayando la ocurrencia con una amplia carcajada, y la cita le trae un recuerdo que comparte con cierta picardía—: a veces hay obras que al público no les gusta o no las entiende, le ocurrió a un amigo mío, un pianista ya fallecido. Tocó las "Variaciones Goldberg" de Bach en La Haya, notó al público muy frío y entonces para vengarse en los bis repitió la obra completa (aproximadamente 50 minutos). Después, me dijo: "Así la van a entender". Esto también le pasa a uno, incluso puede ser con la música contemporánea, cuando estudia algo nuevo que nunca ha escuchado cuesta entenderlo, necesita tocarlo o escucharlo varias veces, para comprenderlo, de lo contrario uno se siente un poco extraño, con la obra.

¿Que ocurre con el repertorio dado que los pianistas repiten siempre las mismas obras?

—El repertorio es amplio, hay tantos contemporáneos de Mozart o Beethoven que nunca se han tocado... una cantidad de compositores que con los siglos se han quedado mudos pero que existen y que se pueden volver a presentar. En la música clásica también hay modas, hay años que se toca mucho una obra y al siguiente otra, ahora por ejemplo todos están con el segundo concierto de Prokofiev... antes nunca se escuchaba.

Algo parecido pasa con el concierto de Grieg, antes muy grabado e interpretado y ahora es dificil escucharlo.

—Nelson Freire toca ese concierto, también "Leif Ove Andsnes Addnes"; yo lo toqué ocho veces, la primera vez cuando tenía 12 años y después lo volví a tocar como adulta, me gusta mucho el concierto... pero lo cierto es que lo toqué bastante mal, muy mal.

Desde el escenario de El Círculo llegaban los sonidos de la transcripción para piano de "La séptima sinfonía" de Beethoven hecha por Franz Liszt, que alguien toca. Entonces, Argerich se asombra, disfruta el sonido y después comenta: "Que hermoso, son tan interesantes las transcripciones de Liszt sobre las sinfonías de Beethoven; son emocionantes, a mí me conmueven porque las hizo con tanto amor. En esa época no existían discos ni tantas orquestas y la gente tenía que hacer la música como podía y hacerla escuchar cómo podía, esto es maravilloso de parte de Liszt.

¿Podría citar algunos de los compositores que más le gustan?

—Beethoven, pero ahora estoy muy entusiasmada con Mozart, estoy loca por él, y al que siento muy cerca es a Schumann, pero es otra cosa, igual que Chopin. A Schubert le tengo un poco de miedo y no estoy hablando de tocarlo sino de escucharlo y de la emoción que me produce. Adoro a Prokofiev, me divierte muchísimo, me encanta Prokofiev, Stravinsky también y, claro, Shostakovich.

Los románticos hablaban de la necesidad de la entrega total del artista como un sacrificio para obtener el don, ¿qué sacrificios tuvo que hacer en su vida para llegar a ser una artista consumada?

—Consumida —dice en voz baja corrigiendo la expresión y luego de soltar una carcajada para subrayar el chiste, vuelve al tono serio—. Siempre pienso: no estoy muy satisfecha con mi manera de vivir; tengo nietos, tengo hijos y me gusta estar con ellos, sin embargo, muchas veces no puedo, por los viajes y los compromisos, y me pregunto por qué. El mayor problema son los viajes; no se puede estar en dos lugares a la vez y, es cierto, si fuera todo en un lugar no habría tantos sacrificios de la vida afectiva. Los conciertos no son siempre fuente de alegría y belleza; muchas veces también es fuente de angustias y de miedos y de cosas así, entonces me pregunto: "¿Qué es lo que estás haciendo Martha? no te queda mucho tiempo".

Nota Original de La Capital
19 de octubre de 2012

Sobre la técnica para tocar el piano


Sobre la técnica para tocar el piano

domingo, 21 de septiembre de 2014

"Vida de pianista" de Pablo Gianera

En esta biografía, el periodista Olivier Bellamy cuenta los detalles públicos y privados de Martha Argerich, una de las figuras fundamentales de la música del presente.

El problema del investigador que quiera atarearse con la vida de Martha Argerich es insidiosamente arduo. Todos los datos, para quien se toma el trabajo de buscarlos, están casi a la vista, pero su desciframiento parece imposible. Hay aquí una coincidencia con el arte de la pianista: evidente y a la vez secreto.

En esta breve biografía, el periodista francés Olivier Bellamy acumula, justamente, evidencia sobre evidencia, y sitúa en un lejanísmo segundo plano sus propias especulaciones. No consta en ningún lugar que sea una "biografía autorizada", aunque el pudor del biógrafo, las fotos que acompañan la edición (cedidas por la pianista) y los testimonios de primera mano revelan que Argerich prestó su colaboración. 

Desde su infancia en la Argentina y sus estudios con el riguroso Vicente Scaramuzza hasta el melanoma que tuvo hacia fines de la década de 1990, Bellamy no omite nada. El biógrafo consigna que, en una ocasión, el pianista Stephen Kovacevich, ex marido y tal vez el hombre que Argerich más quiso, le dijo que en ella había una nena de cinco años y un muchacho de catorce. 

Nocturna, caprichosa, sensible a las determinaciones zodiacales, patológicamente tímida e increíblemente audaz, Argerich consiguió el milagro de crecer sin dejar de ser niña.

Desde siempre se alejó devotamente de aquello que la emociona; cuando conoció a Gérard Depardieu, cuya voz la perturbaba, corrió a esconderse. Acaso por los mismos motivos, mantuvo la distancia de ciertas obras (el Concierto n° 4 de Beethoven, que escuchó cuando muy chica en el Teatro Colón tocado por Claudio Arrau) y no todos aquellos conciertos que toca más a menudo son los que más ama. 

"¡Con usted, siempre hay drama o tempestad! ¿No desea que la amen?", le dijo una vez, irritada por la velocidad de su tempo, Madeleine Lipatti. Claro que lo deseaba; quizá no deseara más que eso. Pero, según se desprende de sus relaciones, había que amarla en los extremos. 

Su vida sentimental fue agitadísima; cada uno de sus matrimonios terminó tormentosa y dolorosamente, pero conservó la amistad con Kovacevich y con Charles Dutoit.

Sin embargo, ninguna de esas parejas (ni Dutoit, ni Kovacevich, ni tampoco Alexandre Rabinovitch) puede explicar la misteriosa conexión que Argerich logra con ciertas piezas. Lateralmente, esta biografía revela mucho de otros pianistas, pero el piano de ella sigue siendo una esfinge. Quizá nadie termine de conocer nunca a Argerich (probablemente ella misma tampoco llegue a conocerse a sí misma del todo). El libro de Bellamy no pretende resolver el enigma, pero lo deja al desnudo.

Pablo Gianera - ADN Cultura
Diario La Nación - 24 de junio de 2011

Festival Argerich en el Teatro Colón en el año 2005. Entrevista a Martha Argerich, Perón y el cronograma del Festival

No cree en las reglas de la industria, dice exactamente lo que piensa. Y cuando toca, es única. 


Martha Argerich no da nada por sentado. Pregunta cada cosa. Para ella no hay frases hechas. Con la apariencia de la mayor ingenuidad es capaz de poner en un aprieto a cualquiera que asegure de manera tajante algo que no es capaz de demostrar. Y, además, no miente. O, cuando lo hace, lo pone en escena de tal manera que el engaño desaparece. 

Ninguna de esas características es demasiado compatible con los juegos que impone la industria del espectáculo. Pero ella es, sencillamente, la gran pianista del siglo y esa industria puede darse el lujo de perdonarle lo que no le perdonaría a nadie. Y, sobre todo, que su lógica –impecable– sea tan distinta de la del mercado. Que, por ejemplo, practicamente no dé entrevistas por la sencilla razón de que a un desconocido no le diria nada importante. O que cancele conciertos. O que se niegue a tocar sola. 

Nocturna casi por definición, es común que estudie durante la noche y duerma de día. En su casa, en el sur de Bruselas, donde suelen recalar pianistas jóvenes rusos, japoneses, cubanos o argentinos, amigos o amigos de los amigos, la hora de la cena –que puede llegar a ser a las 2 o las 3 de la mañana– reúne una multitud alrededor de la mesa repleta de ensaladas, sushi o, a veces, auténtico pastel de papas criollo. 

Hasta hace cinco años, no venía a tocar a Buenos Aires –llegaba de incógnito y para visitar a su familia–. La ultima vez habia sido en 1986, pero, a partir de 1999, comenzó a volver cada año. Ya hubo dos ediciones de un concurso internacional de piano ideado por su amiga Maria Rosa Oubina de Castro y este año tocó por segunda vez en Salta y realizó una gira por Bahia Blanca, Paraná y Córdoba. Y hoy empieza, en el Teatro Colon, la cuarta edicion consecutiva del festival que lleva su nombre y que reúne a músicos amigos de todas las nacionalidades –este año estará entre ellos el genial pianista brasileno Nelson Freire–. 

La revista especializada Diapason la considero “la pianista mujer más importante desde Clara Wieck”, comparándola con la mujer de Robert Schumann y musa inspiradora de Johannes Brahms. Tal vez parte de su secreto, de eso que hace única su manera de tocar, sea una especie de culto al “vivir peligrosamente” pero aplicado a la musica. 

Martha Argerich frecuentemente manifiesta sentirse insegura, no encontrar el tono de su versión o, directamente, no entender –o haber dejado de hacerlo– la obra que tiene que tocar. La primera impresión es que se trata de mohines, de coqueteos. Sin embargo, la inseguridad y la insatisfaccion son genuinas. 

Mas bien, ella parece cultivar esa especie de duda permanente y el efecto más evidente es que siempre toca como si fuera la primera vez. Como si ciertas intenciones, matices, acentos o entonaciones de la frase surgieran realmente en ese momento. Un control pasmoso sobre el instrumento le permite, en todo caso, lograr en pasajes de gran velocidad y en notas brevísimas un grado increible de detalle –de crecimiento y desarrollo del sonido–. 

En sus versiones jamás hay notas vacías de significado, por pequeñas que sean. El comienzo de todo, según ella, fue cuando tenía dos años. E, igual que en otras ocasiones de su vida, tuvo que ver con enfrentarse a un desafio: “Era muy precoz, hablaba hasta por los codos”, contaba en su casa en Bruselas. “Un amigo mayor, que ya tenía más de cinco, me molestaba diciéndome lo que yo no podía hacer y el sí. Un dia, el dijo que yo no podía tocar el piano, porque era demasiado chiquita. Y entonces fui hasta el piano del jardín de infantes y, con un dedo, toqué las canciones que cantaba la maestra. Ella llamó a mis padres y ellos me compraron un piano y me llevaron a estudiar. Eso de responder a desafíos tiene su lado bueno y su lado malo. Porque sigo haciéndolo.” 

Argerich transmite fragilidad. Su voz pequeña, que muchas veces se convierte en susurro, los mohines tímidos, contrastan con la explosión de sus carcajadas y con la actitud de su cuerpo cuando se sienta frente al teclado. El tono con el que habla, con un acento indefinible en el que se pierden las consonantes, se asemeja al de la confesión íntima, aunque hable de cosas tan públicas como la cancelación de un concierto (“es que no puedo vivir así, no me dejan descansar”) o de su fascinación por el fraseo de Friedrich Gulda cuando lo escucho por primera vez (“lo que me encantó era que tenia un rigor rítmico extraordinario”). Gulda fue su maestro, en Viena. 

Antes, en Argentina, sus profesores habian sido Ernestina Kusrow, famosa porque enseñaba a los niños a tocar de oído, y el tan célebre como temible Vicente Scaramuzza, capaz de hacer cambiar todas las digitaciones de una obra minutos antes de un concierto. “Scaramuzza nunca tocaba el piano. Nunca toco ni una nota. Nunca”, se acerca a la indignación. “Gulda, en cambio, era un músico extraordinario. Lograba una máxima expresión sin hacer ningún cambio de tempo, ni siquiera entre primer y segundo tema. El era tan inmaculado y, al mismo tiempo, tenía un sonido tan especial. No tenía nada que ver con lo que me decía Scaramuzza, que siempre hablaba del canto, de la expresión. Esta cuestión rítmica me fascinó totalmente en Gulda. 

Además, Scaramuzza ponía el énfasis en el sonido redondo y Gulda a veces lograba un sonido que podía, incluso, ser desagradable para la gente. Y eso me encantaba.” Cuando Martha Argerich dice ciertas cosas (“me fascino”, “me encantaba”), alarga las palabras en un silbido, las pronuncia casi en secreto, y se sonríe. Su repertorio es pequeño –otra rareza que el mercado le tolera– y acostumbra volver, una y otra vez, a las mismas obras. “No se trata de algo demasiado meditado”, cuenta. “Cada vez que toco algo lo hago de manera diferente a la anterior. Cuando vuelvo a retomar una obra, siempre veo cosas distintas. No es sólo cuando grabo sino también en los conciertos. Siempre busco otras cosas y sigo buscando hasta último momento”. Martha Argerich dice que “nunca” supo que iba a ser pianista. “Aún no lo sé. Por ahi es un poco infantil hablar de esa manera, pero yo soy un poco infantil. Un poco, porque si lo fuera del todo no lo diría. En general, no me siento establecida en ningun aspecto. Es como si estuviera siempre construyéndome. Pero pienso que eso es la vida: hasta que nos morimos estamos siempre construyéndonos.” 

El general y la niña Martha Argerich recuerda: “Tenia un poco mas de 12 anos, habia tocado en el Colón y Perón me había dado una cita en la residencia presidencial. Mamá preguntó si podía acompañarme y le dijeron que sí, por supuesto. Yo no era muy peronista; me acuerdo de que siempre estaba pegando por todos lados papelitos que decian ‘Balbin-Frondizi’. Él nos recibió y me preguntó: ‘¿Y adónde querés ir, ñatita?’. Y yo quería ir a Viena, para estudiar con Friedrich Gulda. A él le gustó que no quisiera ir a Estados Unidos. Lo más cómico fue que mi mamá, para congraciarse, le dijo que a mí me encantaria tocar un concierto en la UES. 

Y parece que yo debo haber puesto una cara bastante reveladora de que la idea no me gustaba porque Perón le empezó a seguir la corriente a mamá, diciéndole “por supuesto señora, vamos a organizarlo”, mientras me guiñaba un ojo y, por debajo de la mesa, me hacía con un dedo que no. Él la estaba cargando a mamá y a mí me tranquilizaba. Se dió cuenta de que yo no quería. Fantástico, ¿no? Y le dio un trabajo a mi papá. Lo nombró agregado económico en Viena. Y a mamá le dijo que le parecía que ella también era muy inteligente, emprendedora y capaz y le consiguió otro puesto en la embajada”. 

La política, en realidad, ya había tenido que ver bastante antes con el destino de la familia Argerich. “Papá y mamá se conocieron en la Facultad de Ciencias Economicas”, cuenta Argerich. “Ella era 11 años menor y era una de las tres o cuatro mujeres que estudiaban allí. Papá era presidente de su partido, el radical, y mamá era la presidenta del suyo, el Socialista. Y así se encontraron y empezaron a pelearse y se enamoraron. Supongo que en el fondo, aunque mamá no era tan crítica con el peronismo como papá, porque estaba de acuerdo con algunas de las cosas que había hecho Perón, como la jubilación, el voto femenino o que los trabajadores del campo fueran tratados con mayor dignidad, a ninguno de los dos le hizo mucha gracia que yo pudiera ir a estudiar y que ellos consiguieran trabajo en el exterior gracias a Peron.” 

Publicado originalmente en Revista "Clasica" N° 133. 
Festival Argerich día por día

Viernes 15 / Megaconcierto. A las 17: Obras de Mussorgsky, Tabbush y Villoldo, por la Orquesta Infantil y Juvenil de Villa Lugano. Direccion: Eduardo Hubert Zuker: Poetisas de America (Raquel Winnica, mezzosoprano, Daniel Zuker, piano, Joel Di Cicco, violin, Grigory Alumyan, cello, Hugo Pierre, clarinete, Laura Falcone, flauta y Marcelo Mercado, oboe). Arensky: Suite N° 1 para dos pianos (Gabriela Montero, Mauricio Vallina). Pia Sebastiani: Sonatina para dos violines (Joel Di Cicco, Pablo Rodriguez). Piazzolla: Milonga del angel (arreglo para quinteto de cuerdas y oboe de Gerardo Gandini) (Joel Di Cicco, Pablo Rodriguez, violin, Lyda Chen Argerich, viola, Grigory Alumyan, cello, Esteban Calderon, contrabajo y Marcelo Mercado, oboe). Tangos de diversos autores por la Orquesta Juan de Dios Filiberto, dirigida por Nestor Marconi. Marconi: Filibertango (Rafael Gintoli, violin, Federico Pereiro, bandoneon), Tangos concertantes (Martha Argerich, piano, Rafael Gintoli, violin y Nestor Marconi, bandoneon). Hubert: Martulango (Argerich, Gintoli y Marconi). Piazzolla: Tres minutos con la realidad (transcripcion para dos pianos y orquesta de cuerdas de Eduardo Hubert) (Argerich y Hubert). Grieg: Concierto en La menor (Nelson Freire, piano). Orquesta Academica del Teatro Colon, dirigida por Carlos Calleja. 

A las 20.30: Mozart: Divertimento en Re mayor, K. 136, J. S. Bach: Concierto en La menor para cuatro pianos y orquesta, BWV 1065 (Argerich, Marcelo Balat, Pia Sebastiani y Mauricio Vallina. Sinfonietta Argerich, dirigida por Dario Ntaca). Chopin: Variaciones para piano y orquesta, Op. 2, “La ci darem la mano” (Vallina). Villa-Lobos: Momorococe para piano y orquesta (Freire). Ger-shwin: Rapsodia en blue (Gabriela Montero, piano). Orquesta Filarmonica de Buenos Aires, dirigida por Roberto Tibirica. - 

Sabado 16, a las 20.30: Mozart: Concierto N? 5 para violin y orquesta (Yuzuko Horigome). Beethoven: Concierto N? 2 para piano y orquesta (Argerich, Sinfonietta Argerich). Mahler: Movimiento de Cuarteto (Hubert, Geza Hosszu-Legocky, violin, Lyda Chen Argerich y Grigory Alumyan). Rachmaninov: Sonata para cello y piano (Alumyan y Montero). Musica tradicional gitana (Geza Hosszu-Legocky y The Devils).

Lunes 18 a las 17: Dvorak: Cuarteto en Mi bemol, Op. 87 (Montero, Horigome, Chen Argerich y Alumyan). Improvisaciones a cargo de Gabriela Montero y Geza Hosszu-Legocky. Brahms: Lieder para piano, viola y mezzosoprano, Op. 91 (Winnica, Hubert y Chen Argerich). Hubert: Samba Wie Bach... oder Haydn, para cuatro pianos, xilofono y maracas (Argerich, Hubert, Montero, Alan Kwiek). Obra a determinar para dos pianos (Argerich, Freire). Musica tradicional gitana (Hosszu-Legocky y The Devils).

Sabado 23 a las 20.30: Guastavino: Romance de ausencias para dos pianos y coro (Eduardo Delgado, Hubert, Coro Estable de Rosario dirigido por Cristian Hernandez Larguia). Gomes: Obertura de El guarani. Beethoven: Fantasia para piano, coro y orquesta (Delgado, Coro Estable de Rosario), Concierto N? 4 para piano y orquesta (Nelson Goerner). Liszt: Concierto N° 1 para piano y orquesta (Martha Argerich). Orquesta Filarmonica de Buenos Aires, dirigida por Roberto Duarte. 

Por Diego Fisherman 
Fuente: diario "Pagina 12" 
www.pagina12.com.ar 

Una entrevista con Martha Argerich - Piano Red

Una entrevista con Martha Argerich es siempre una posibilidad de experimentar y explorar a una mujer que ama reír y que anhela el verde y los espacios celestes de una vida más natural. Es, sin lugar a dudas, una de las mas grandes pianistas de estos tiempos.

En 1978, un abesado músico y periodista Europeo había oído recientemente la interpretación de Martha del Concierto para piano en Do de Mozart, Opus 25, K503, en el Avery Fisher Hall, al tiempo que EMI capturaba la interpretación emitida en Ámsterdam lanzada a mediados del 2000. En la descripción del concierto el periodista escribió “…cuando Martha Argerich esta a punto de tocar y de brindarnos su arte me encuentro ante la plena sensación de que no todo el Paraíso se ha perdido.”


“Ella es considerada una experta conocedora de la obra de Mozart y se la reconoce por estar en frente del ranking de su generación de músicos. Pocos pianistas reciben tal admiración por parte de sus colegas. Pocos pianistas reciben tal frenética ovación luego de un concierto.” 

“La interpretación del gran Concierto en Do de Mozart fue emocionante y cada nota fue perfecta. Ella tocó a Mozart con un bello, plateado y límpido tono… “. “La Filarmónica de Nueva York dirigida por Rápale Kubelik tocó magníficamente. Mozart fue adorable, como una canción de aves, fresca e impredecible. Argerich tocó libremente, cais sin esfuerzo alguno. La vehemencia de sus octavas y la brillantez de su trabajo de pasajes son tan llamativos como su inmensa vitalidad rítmica y su sentimiento por los valores tonales.”
“Este concierto con sus multitudinarias melodías nunca ha parecido más espontáneo. Nunca antes había escuchado que alguien hiciera los pasajes de contrapunto tan claros como ella lo hace. El último movimiento puede ser tomado como un buen extracto de todo el concierto y el tema en FA mayor de Mozart…, uno de sus más simples y personales, en el desarrollo de la sonata rondó es interpretado tan refrescantemente que uno se encuentra a sí mismo cantando el tono incluso entre los gritos de “¡Bravo! ¡Bravo!” al final del espectáculo.”

“Las audiencias estuvieron embelesadas por su técnica apasionada y de rápida fluidez, y Herbert Barret, su manager neoyorquino dijo: “Nosotros podríamos contratarla los 365 días del año, tan sólo si ella pudiera tocar tantos conciertos.”

Esta entrevista que sigue comenzó luego de que Argerich hubiera estado practicando para una presentación en Washington D.C. En esos momentos se encontraba aprendiendo algunas nuevas piezas de Ginastera para lo cual tenía menos de una hora. Ella tenía varias cosas en su mente. Además de sus asuntos personales, estaba un poco asustada y molesta por una crítica de Harold Schonberg en el New York Times en la cual éste calificó a su interpretación de Mozart como “bastante superficial”.

¿Usted eligió tocar Mozart para mostrar otra faceta de su arte?
 
Oh, no no. Se suponía que iba a tocar el Concierto de Dvorak , pero hubo una extraña confusión acerca de eso. Entonces iba a tocar Schumann, pero Firkusny estaba tocando Schumann, y entonces la única cosa que podía hacer era tocar Mozart, me dijeron. De todos modos es muy interesante para mí interpretar obras de Mozart ya que algunas cosas importantes me han pasado en relación con interpretaciones de este gran compositor. Esta es la razón por la cual esta crítica me molesta tanto: fue dolorosa porque se trata de Mozart. Esta vez particularmente.

Continuará …

25 de Mayo de 2007


Informativo y noticias diarias sobre música, bandas de música y músicos de habla hispana

viernes, 19 de septiembre de 2014

El blues de Martha Argerich

Antes de que 1974 llegase a su término, Pappo emprendió un nuevo viaje a Inglaterra. Pasó la Navidad en un pub, absolutamente solo, y el 31 de diciembre decidió llamar a un amigo: Isa Portugheis, quien le había dejado el teléfono de la casa de su hermano, en donde iba a estar viviendo.


Era mediodía. “En Inglaterra las cosas son mucho más estructuradas”, cuenta Isa. “Pero cuando llamó Pappo le pregunté a mi hermano si lo podía invitar, y justo había un lugar disponible.” El hermano de Isa era Alberto Portugheis, un pianista de renombre mundial y aclamado pedagogo. Su perfil no tenía nada que ver con el rock. Por lo que, cuando Pappo llegó para sumarse a la celebración de Año Nuevo, se encontraba gente como Bruno Gelber y una jovencísima Martha Argerich. En un momento de la noche, Isa lo invita al cuarto donde él dormía porque tenía una guitarra Gibson y sabía que le iba a interesar hacer alguna zapada, ya que además en la habitación había un piano. 

Para sorpresa de ambos, cuando llegan al cuarto se encuentran con que, sentada en la cama, se encuentra Martha Argerich, que se había retirado a descansar un poco, ya que estaba embarazada. Pappo sabía perfectamente quién era Martha Argerich, que si bien no era la figura mundial que es hoy, ya era una importante personalidad musical, tal vez un poco por Liliana, que había estado a punto de ser concertista. Y como para romper el hielo y la sorpresa, le dirige unas palabras: “Oiga, tóquese algo”, le propone. “No, mejor toquen ustedes, yo estoy un poco cansada”, declina con gentileza Argerich. 

Entonces Isa agarró su guitarra Gibson y Pappo se sentó al piano. Se pusieron a tocar un blues eterno que duró media hora, mientras Martha Argerich los escuchaba con atención, recostada en la cama. Cuando terminaron, ella comenzó a hablar de la música y de los límites que se autoimponen los músicos clásicos, para terminar reflexionando que ella, en verdad, no estaba muy segura de cuál música se debía tocar y cuál no. Dio la impresión de que ese blues improvisado le había gustado.

Nota Original Diario Página 12
Radar Domingo 27 de marzo 2011
Extracto Libro "Pappo. El hombre suburbano" de Sergio Marchi