La pianista argentina Martha Argerich, tomada de la mano con su ex marido y director de orquesta, Charles Dutoit, en el Festival de Verbier. Foto Rodrigo Carrizo Couto |
La imagen es de lo más usual en el mundo musical. No es habitual que varias estrellas acudan en masa a escuchar a otra. Pero en la platea hay artistas como Evgeny Kissin, el violoncelista Mischa Maisky o la soprano Anne-Sofie von Otter. Todos expectantes ante quien va a subir a escena.
Con paso seguro e imponentes melenas hace su entrada la legendaria Martha Argerich. Y si bien los periodistas abusamos de adjetivos como "mítica" o "legendaria", para la pianista argentina el término es correcto. A su lado, el director de orquesta suizo Charles Dutoit la observa con una complicidad evidente antes de iniciar el Concierto de Chaikovski que inaugura el Festival de Verbier.
Una complicidad que nace de haber sido marido y mujer durante cinco
años, allá por los setenta. En la platea está la hija de esa unión,
Annie Dutoit. A su lado, Stéphanie Argerich, la hija menor de la
artista, acompañada de su padre, el también inmenso pianista Stephen
Kovacevich, igualmente expareja de Martha Argerich. Una reunión familiar
a la que se suman nietos y amigos.
Los primeros compases del Concierto de Chaikovski electrizan
al auditorio mientras Argerich se impone como una fuerza de la
naturaleza. El fuego y el genio siguen inmutables, a pesar de que ha
entrado en su séptima década. “Es especial, pues en ella hay un
componente mágico. Hay seres que están en una categoría aparte. Y mi
madre forma parte de ella”, explica Stéphanie Argerich.
La ginebrina es autora de un documental de demoledora honestidad sobre su madre. Bloody daughter,
que ha sido ya presentada en Suiza, Japón o Argentina espera aún
distribución española. En la película, la hija de Martha y Stephen
Kovacevich explora su universo familiar y muestra facetas más íntimas de
la intérprete.
Su hermana también participa en la película. Annie Dutoit, suiza,
doctora en Letras por Princeton y Columbia, es hoy profesora en la
Universidad de Arizona. A su recorrido académico se suma el deseo de una
carrera de actriz. La sangre creativa tira fuerte. Tras el concierto de
su madre, comparte algunos recuerdos.
“El Concierto de Chaikovski tiene para mí un significado
especial. Mi madre lo aprendió a pedido de mi padre en los setenta. Él
siempre la empujaba a aprender nuevas piezas, lo que la agobiaba
bastante”, comenta entre risas. “Pero verlos juntos tantas décadas
después interpretando esta obra me conmueve. Me encanta su complicidad”.
“Estuvieron casados cinco años, y gracias al casamiento ella es
ciudadana suiza. Pero no sé cómo hicieron para estar juntos, porque son
tan diferentes. Mi padre es diurno, centrado en su carrera. Mi madre
prefiere sus amigos y largas charlas nocturnas, lo que demuestra su
naturaleza argentina”, explica.
Dutoit cuenta que sus padres se conocieron cuando su madre tenía 17
años, pero que su relación nació más tarde. “A veces pienso que fueron
más amigos que amantes”, reflexiona. “Después de cinco años de
matrimonio, no hubo rencor. Tras firmar el divorcio, para festejar se
fueron al cine”, dice con un guiño antes de levantarse e ir a charlar
con Stephan Kovacevich, padre de su hermana. Las complicidades de esta
familia parecen evidentes.
Stéphanie Argerich explica la relación que su madre tiene con su
país: “Para ella ser una especie de símbolo nacional en Argentina es una
carga. No le gusta que le cuelguen etiquetas, pero cuando la dejan
tranquila es feliz en Buenos Aires. Su problema es no saber decir que
no, y hay gente que abusa de ella”.
De hecho, Martha Argerich detesta las entrevistas y conseguir una es
casi imposible. ¿Por qué? “No le gusta la formalidad de la entrevista.
Le parece que no es espontáneo. ¿Por qué va a hablar con alguien que no
conoce? Aunque su problema real es con los críticos musicales. No los
soporta”, afirma la hija de la pianista.
Volviendo al concierto, tras la insistencia de su exmarido y los pataleos del público, Argerich concede un último regalo. Suena De países y hombres lejanos, la primera de las Kinderszenen
(Escenas Infantiles) de Schumann. La que muchos consideran la más
grande pianista viva interpreta una de las piezas más simples del
repertorio. Una cátedra de sencillez que pone en pie al mundo de la
música clásica y deja una imagen imborrable para el recuerdo.
En la platea está la hija de ambos, Annie Dutoit, así como otra expareja de la artista
Diario El País
Rodrigo Carrizo Couto
Verbier - 22 de julio de 2014
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