Alejandro Petrasso, pianista de gran talento
Martha Argerich fue su mentora
Martha Argerich estaba aquel día en Buenos Aires. Era
el invierno de 1998. Y el Centro de Estudios Pianísticos (que preside
Oubiña de Castro, más conocida en el ambiente como Cucucha) había
organizado una reunión para que Martha escuchara a ocho pianistas
argentinos ganadores de diversos premios. Entre ellos estaba Alejandro
Petrasso. Alejandro tocó entonces el Nocturno en Mi mayor, de Chopin, y
un coral de Bach-Bussoni. Aplauso de rigor. Cuando concluye la música
comienzan los diálogos. Y Martha que lo felicita y le pregunta a
Alejandro sobre su futuro. Y Alejandro que le habla de su gran ilusión:
ir a Bruselas. ¿Por qué? "Porque allí vive usted y yo quiero aprender
escuchándola y recogiendo alguna indicación suya sobre técnica y
estilo." "¿Y por qué no te vienes a casa?"
Diálogo y gesto habitual en la vida de Martha Argerich. Se sabe de su
inmensa generosidad para con los colegas talentosos que cobijó en su
casa de Bruselas. El de Alejandro Petrasso es un caso típico de un
altruismo que no conoce de protocolos y formalidades.
Lo cierto es que el joven pianista se ha instalado desde enero de 1999
en la casa de Martha Argerich y ha compartido desde entonces y por un
año y medio las horas musicales de nuestra excelente artista.
"Para lograr esto -recuerda Alejandro- antes intervine en un par de
concursos en Buenos Aires con premios en dinero. Gané algunos y mis
padres me ayudaron durante mi estada allá. Puedo decir que, además de
recibirme con inmensa cordialidad en su casa, pude conocer a Martha como
persona y como pianista. Ella pasó a ser uno de los seres más
importantes de mi vida. Por eso se multiplicó mi admiración por ella.
Descubrí que su persona es tan maravillosa como su arte. Es
completamente fuera de lo común, no solamente por su generosidad (porque
es capaz de dar sin recibir nada a cambio), sino porque es divertida,
curiosa, abierta al mundo que la rodea. En realidad, me faltan palabras
para describirla. Creo que todavía no fueron inventadas..."
- ¿Se convirtió en tu profesora?
-De algún modo, sí. Pero no estudié con Martha. Ella me confió a un
pianista, Eugen Mogilevsky, para mi perfeccionamiento. Con él trabajé
hasta ahora y sigo tomando clases.
- ¿Lo que aprendiste del arte de Martha fue como por ósmosis?
-Algo así. Fijate; yo dormía en la habitación que está debajo de su
estudio. Y ella -que estudia de madrugada- me aconsejaba que subiera a
la pieza de arriba porque al estar más aislada no me iba a molestar,
según ella, con su piano. Pura delicadeza. Pero yo siempre me quedaba
abajo para escucharla y aprender a profundizar en la música. Hasta
hubiera pagado para eso. Y comprobé hasta qué punto es minuciosa en la
búsqueda del detalle, de la sutileza, del pasaje virtuosístico. Ella
parece ir más allá de todo. Su arte es como una prolongación de esa vida
interior y exterior, plena de ideas y de impulsos.
- ¿Qué vienes recogiendo de tu experiencia europea?
-Fue sencillamente reveladora. Me proporcionó otros parámetros porque
detrás hay toda una historia cultural. Entre otras cosas, descubrí el
arte contemporáneo, que allá está en la superficie, que es cotidiano. Me
embebí de la música, el teatro y la danza de vanguardia. Los lenguajes
renovadores fueron como una revelación. Por cierto que ya había
incursionado aquí en lo atonal y dodecafónico, pero todo eso pudo ser
profundizado en cada manifestación artística.
- ¿Cuál fue tu bagaje para insertarte en un medio tan competitivo como es Europa?
-Mis estudios, acá, con Inés Gómez Carrillo. Ella fue una guía
formidable en mi carrera, mucho más allá del instrumento. Yo empecé a
estudiar piano a los nueve años en el conservatorio de La Lucila. El
examen de ingreso era de mucha exigencia y tenías que dar notas altas
para la admisión. Yo saqué un diez. Las materias eran difíciles y el
nivel muy elevado, con excelentes profesores. La parte fuerte de mis
estudios fue cuando conocí a Inés Gómez Carrillo. Antes que pianistas,
ella formaba a músicos. Te daba un panorama amplio de la música, además
de exigirte en el piano. Ella fue mi gran maestra desde los 17 años.
Todo lo que llevaba aprendido a Europa fue por ella. Incluso lo que
aprendí después fue gracias a esa sólida base que me dio Inés. Ella lo
hace con todos sus alumnos: formó pianistas que debían ser músicos.
Además, debo decir que ella sabía tocar excelentemente el piano como
para transmitirte los secretos de los diferentes pasajes, del estilo, de
la técnica de ambas manos. Esto, amén de la conversación didáctica,
nada hermética, que te abre horizontes. Todo eso me ayudó a enfrentar mi
experiencia en Río Negro...
- ¿Fuiste a tocar allá?
-No solamente eso. Resulta que el maestro Ljerko Spiller habló con Inés y
le pidió un alumno para cubrir el cargo de pianista en la Fundación
Cultural Patagonia y como profesor en el Instituto Nacional Superior de
Música de General Roca. Fue en 1996. Yo ya había cumplido los veintiuno,
terminaba el conservatorio y venía de asistir a clases magistrales,
cursos y de dar unos conciertos en Alemania, adonde fui con una beca de
verano. El Instituto de Roca me dio la oportunidad de ofrecer recitales
como solista y con varios grupos de allí (trío de cuerdas, cuarteto de
vientos). Además, en Río Negro hay un importante movimiento cultural que
se refleja en la pintura, la arquitectura, el cine, el teatro, la
danza. Allí me conecté con todos los artistas. Yo me propuse dar allá,
en mi cátedra de piano, lo que había recibido en el conservatorio de La
Lucila. Además, ofrecimos conciertos didácticos en pueblos de la
Patagonia con excelente recibimiento de la gente. Para mí fue un
aprendizaje y una experiencia de vida.
- Sabemos que en conciertos europeos tocaste obras de Piazzolla...
-Sí. El año pasado empecé a escribir unos arreglos de obras de
vanguardia. En Europa se entusiasman mucho con Piazzolla. Por eso hice
la versión pianística de "Invierno porteño" y "Verano porteño". Los
toqué en algunos conciertos. En Bruselas gustaron mucho. Ahora me
gustaría agregar algo de música folklórica a ese repertorio para piano.
Tanto el tango como el folklore pueden tener un buen desarrollo
pianístico. Estoy muy entusiasmado con estas recreaciones...
Alejandro Petrasso es otro argentino que hace camino en Europa. Es un
artista agradecido con el arte y con la vida. Entre quienes lo han
respaldado se encuentran sus progenitores.
"Cuento con el apoyo incondicional de mis padres. Sin ellos no hubiera podido alcanzar ni la mitad de lo realizado."
Ahora está de vuelta en Bruselas, donde participará en varias sesiones
de tango contemporáneo, amén de proseguir sus estudios de piano y
ofrecer algunos conciertos.
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Diario La Nación Espectáculos
René Vargas Vera
31 de enero de 2001
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