miércoles, 10 de diciembre de 2014

"Tuve miedo de mí por primera vez" - Archivo La Nación (27 de marzo 2000)


En una extensa entrevista concedida a The New York Times, Martha Argerich habló abiertamente de su carrera y su salud.

NUEVA YORK.- Pocos de los que han escuchado tocar alguna vez a Martha Argerich consiguen olvidarla. La tempestuosa pianista argentina tiene una técnica colosal, es una artista poderosamente intuitiva y una intérprete electrizante. Hace unos días, en el Carnegie Hall, como solista de la Orquesta de Filadelfia, dirigida por Charles Dutoit, Argerich sobrellevó a sala llena el formidable desafío que implicaba el concierto Nº 3 para piano de Prokofiev. Su ejecución, que provocó éxtasis entre el público, derivó al final en una apasionada ovación y diez salidas de la artista al escenario para agradecer los aplausos. 

Entre sus admiradores se encuentran muchos de los más importantes músicos del mundo. Mstislav Rostropovich, el gran cellista y director ruso, recientemente la calificó de "una pianista sin límites de ninguna clase". 


La Confesión más dura

Argerich, que volvió a tocar anteanoche en el Carnegie Hall, es la figura más enigmática de la música clásica actual, a veces apasionada, a veces conmovedora, a veces caótica. Golpeada por sus demonios interiores y sus inseguridades, ha ganado fama por su tendencia a cancelar conciertos en forma abrupta. "Es un misil no dirigido", dijo de ella un integrante del círculo más estrecho de sus amistades.

Durante años la pianista evitó dar entrevistas en forma asidua. Pero, hace pocos días, Argerich se sentó en el bar de un hotel céntrico para una extensa entrevista cara a cara en la que habló abiertamente sobre su trabajo y su salud (ver aparte). 

Hace algunas semanas había permitido que se difundiera una declaración según la cual se confirmaba que había estado recibiendo tratamiento contra el melanoma (cáncer de piel) en el John Wayne Cancer Institute de Santa Monica, California, revelando la gravedad del problema: el melanoma se ha extendido a los nodos linfáticos y a los pulmones. "Tuve miedo de mi propio cuerpo", dijo con respecto al trauma que enfrentaba. "Tuve miedo de mí misma por primera vez; miedo de ser yo." 

Durante la entrevista, la artista de 58 años también habló de sus crisis de confianza ("estuve varias veces fuera de servicio, como si fuera un ascensor o un teléfono", confesó), sus hábitos ("no muy sistemáticos ni muy disciplinados") y su "tipo contradictorio de relación" con el piano. "Yo puedo ser obsesiva cuando tengo que aprender una pieza, pero a veces ni me acerco al piano", reconoció.

Cuando finalmente, la impredecible Argerich llegó según lo prometido para la entrevista, acababa de practicar en un estudio ubicado en uno de los pisos superiores del Carnegie Hall. 

Estaba con ropa de trabajo (pantalones y un suéter), y la larga y brillante melena negra y un poco despeinada. Argerich es una mujer sorprendente, de ojos marrones brillantes y contextura robusta. Las manos son sorprendentemente pequeñas y esta noche las puntas de algunos de sus dedos estaban protegidas por cintas adhesivas. 

En 1981 ella anunció que dejaba de dar recitales como solista y, salvo ocasionales excepciones para eventos especiales, anunciados en forma muy reservada, mantuvo su palabra. ¿Por qué? "Me siento envuelta en una obsesión cuando estoy sola en el escenario tocando y todo depende de una misma. Tengo la tendencia a ser una persona muy obsesiva. Esto me convierte en alguien... no sabría explicarlo." Agrega que, por supuesto, el repertorio solista para piano es maravilloso. Pero ella prefiere tocar música de cámara y concierto, que es más estimulante y menos solitaria. 

Sus inseguridades como intérprete son anteriores a sus problemas de salud. A los 21 años sufrió una depresión que duró aproximadamente 24 meses. Se mudó a Nueva York y "no hice nada", dijo. "Me sentaba en el departamento a mirar los programas televisivos de bien avanzada la noche." Ni el haberse casado y haber tenido a la primera de sus tres hijas, cada una de un hombre diferente, la sacaron de la depresión.

Salir del pozo

"Sentía que no podía tocar más", dijo. "Debido a que hablaba varios idiomas, pensé que me convertiría en secretaria." Ella reconoce a un ex profesor, el pianista polaco Stefan Askenase, y a su tenaz esposa, el mérito de haberla sacado del pozo y haberla devuelto a la música. 

Pero en la medida en que su carrera se iba desarrollando comenzó a perder conciertos bastante frecuentemente. "No sé por qué tenía esa reputación de artista que provocaba escándalos. Concreté más conciertos que los que tuve que cancelar." 

A principios de 1968 tenía programado ejecutar el Primer Concierto para Piano de Beethoven para su debut con la Filarmónica de Nueva York, dirigida por Leonard Bernstein. Casi sobre la fecha anunció que no iba a participar del encuentro. 

"Fue terrible lo que hice. No fue por razones de salud, fue por otros problemas que tenía. Y entonces fue el mismo Bernstein el que interpretó al piano el concierto. El entonces manager de la orquesta me dijo algo muy divertido: que Lennie había tocado y tuvo un gran éxito. Por eso te quiere tanto", apunta con una carcajada. 

Ha estado practicando arduamente y, como si fuera un búho, prefiere trabajar de noche. Cuando por alguna razón no podía llegar a los estudios del Carnegie Hall iba al Metropolitan Opera House, donde un joven amigo, el tenor Kamel Boutros, se las ingeniaba para que ella pudiera acceder a un estudio. 

"Una vez que comienzo a practicar puedo seguir haciéndolo durante mucho tiempo. Pero el problema es que no comienzo", agrega volviéndose a reír. "Es cierto. Si tengo problemas necesito practicar, pero esa clase de práctica obsesiva no es buena. Lo ideal para mí sería practicar muy poco. Dos horas y nada más", completa. Sin duda, las preocupaciones de salud han contribuido a su ansiedad. 

Mientras Martha Argerich dejaba la sala de ensayos en el Carnegie Hall y se dirigía a la entrevista, se le acercó un joven ujier, confeso fan de la pianista. Ella se sinceró y le confesó que estaba muy nerviosa. "Entonces él me contestó: "Debes aprender la sabiduría de la incertidumbre". Qué buena frase, ¿no es cierto?" La incertidumbre es algo con lo que Martha Argerich ha aprendido a convivir. 

(Traducción de Stella Escudero B.)

Con noticias alentadoras

NUEVA YORK (The New York Times).- Hasta ahora los tratamientos para la cura del melanoma que padece Martha Argerich al parecer han sido exitosos. Su enfermedad está en remisión. De hecho, como muestra de gratitud, el concierto de anteanoche en el Carnegie Hall fue hecho a beneficio del John Wayne Cancer Institute, con entradas agotadas desde hace semanas.

Si bien se encuentra sumamente aliviada por el progreso médico, Argerich pospuso su chequeo anual hasta después de estos conciertos. "Estaba demasiado nerviosa. Espero que tengamos buenas noticias", agregó tocando la madera de la mesa de cóctel con un bailoteo de sus dedos. 

Su primer melanoma apareció hace diez años, en un momento muy difícil. "Un año antes mi madre había fallecido de cáncer. El mismo día que recibí el diagnóstico, mi mejor amiga falleció de otro tipo de cáncer. Ella tenía 49 años. Fue como una pesadilla." 

Argerich se sometió a un tratamiento en Europa, pero cinco años después apareció otro melanoma. En un año se había extendido. La condición de salud de la artista, entonces, era realmente amenazante. 

Por medio de varios amigos, Argerich conoció a un cirujano oncológico, el doctor Donald L. Morton, director médico del John Wayne Cancer Institute.
Desde 1960, Morton dirige un equipo de investigación que trabaja en el desarrollo de una vacuna que se pueda usar contra el melanoma, a partir de una emulación del sistema inmunológico del cuerpo. Además de recomendarle esta vacuna experimental, que Argerich está recibiendo, Morton le explicó que debería ser operada para retirarle tejido cancerígeno de los pulmones.

Los riesgos de la cirugía

"Esto fue en marzo de 1997. Justo antes de someterme a la cirugía, pensé que eso era peligroso. Usted sabe que para tocar el piano es fundamental usar estos músculos", dice tocándose debajo de los brazos, primero en las zonas laterales del tórax y luego en la espalda. 

El doctor Morton, en una conversación desde California, le dijo que hasta ese momento no se había dado cuenta de cuán importantes eran esos músculos para una pianista. "Gracias a Dios pudimos concretar el procedimiento sin tener que dañar los músculos", dijo el médico. 

La recuperación fue muy penosa para Argerich, según dijo Morton, que llegó hasta Nueva York para asistir a este concierto benéfico. "Pero las mismas características que la convirtieron en una pianista de nivel mundial también la hacen una sobreviviente. Es una mujer muy valiente", concluyó.

Fotografía Archivo Diario La Nación 
27 de marzo 2000

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