En una extensa entrevista concedida a The New York Times, Martha Argerich habló abiertamente de su carrera y su salud.
NUEVA YORK.- Pocos de los que han escuchado tocar
alguna vez a Martha Argerich consiguen olvidarla. La tempestuosa
pianista argentina tiene una técnica colosal, es una artista
poderosamente intuitiva y una intérprete electrizante. Hace unos días,
en el Carnegie Hall, como solista de la Orquesta de Filadelfia, dirigida
por Charles Dutoit, Argerich sobrellevó a sala llena el formidable
desafío que implicaba el concierto Nº 3 para piano de Prokofiev. Su
ejecución, que provocó éxtasis entre el público, derivó al final en una
apasionada ovación y diez salidas de la artista al escenario para
agradecer los aplausos.
Entre sus admiradores se encuentran muchos de los más importantes
músicos del mundo. Mstislav Rostropovich, el gran cellista y director
ruso, recientemente la calificó de "una pianista sin límites de ninguna
clase".
La Confesión más dura
Durante años la pianista evitó dar entrevistas en forma asidua. Pero,
hace pocos días, Argerich se sentó en el bar de un hotel céntrico para
una extensa entrevista cara a cara en la que habló abiertamente sobre su
trabajo y su salud (ver aparte).
Hace algunas semanas había permitido que se difundiera una declaración
según la cual se confirmaba que había estado recibiendo tratamiento
contra el melanoma (cáncer de piel) en el John Wayne Cancer Institute de
Santa Monica, California, revelando la gravedad del problema: el
melanoma se ha extendido a los nodos linfáticos y a los pulmones. "Tuve
miedo de mi propio cuerpo", dijo con respecto al trauma que enfrentaba.
"Tuve miedo de mí misma por primera vez; miedo de ser yo."
Durante la entrevista, la artista de 58 años también habló de sus crisis
de confianza ("estuve varias veces fuera de servicio, como si fuera un
ascensor o un teléfono", confesó), sus hábitos ("no muy sistemáticos ni
muy disciplinados") y su "tipo contradictorio de relación" con el piano.
"Yo puedo ser obsesiva cuando tengo que aprender una pieza, pero a
veces ni me acerco al piano", reconoció.
Cuando finalmente, la impredecible Argerich llegó según lo prometido
para la entrevista, acababa de practicar en un estudio ubicado en uno de
los pisos superiores del Carnegie Hall.
Estaba con ropa de trabajo (pantalones y un suéter), y la larga y
brillante melena negra y un poco despeinada. Argerich es una mujer
sorprendente, de ojos marrones brillantes y contextura robusta. Las
manos son sorprendentemente pequeñas y esta noche las puntas de algunos
de sus dedos estaban protegidas por cintas adhesivas.
En 1981 ella anunció que dejaba de dar recitales como solista y, salvo
ocasionales excepciones para eventos especiales, anunciados en forma muy
reservada, mantuvo su palabra. ¿Por qué? "Me siento envuelta en una
obsesión cuando estoy sola en el escenario tocando y todo depende de una
misma. Tengo la tendencia a ser una persona muy obsesiva. Esto me
convierte en alguien... no sabría explicarlo." Agrega que, por supuesto,
el repertorio solista para piano es maravilloso. Pero ella prefiere
tocar música de cámara y concierto, que es más estimulante y menos
solitaria.
Sus inseguridades como intérprete son anteriores a sus problemas de
salud. A los 21 años sufrió una depresión que duró aproximadamente 24
meses. Se mudó a Nueva York y "no hice nada", dijo. "Me sentaba en el
departamento a mirar los programas televisivos de bien avanzada la
noche." Ni el haberse casado y haber tenido a la primera de sus tres
hijas, cada una de un hombre diferente, la sacaron de la depresión.
Salir del pozo
"Sentía que no podía tocar más", dijo. "Debido a que hablaba varios
idiomas, pensé que me convertiría en secretaria." Ella reconoce a un ex
profesor, el pianista polaco Stefan Askenase, y a su tenaz esposa, el
mérito de haberla sacado del pozo y haberla devuelto a la música.
Pero en la medida en que su carrera se iba desarrollando comenzó a
perder conciertos bastante frecuentemente. "No sé por qué tenía esa
reputación de artista que provocaba escándalos. Concreté más conciertos
que los que tuve que cancelar."
A principios de 1968 tenía programado ejecutar el Primer Concierto para
Piano de Beethoven para su debut con la Filarmónica de Nueva York,
dirigida por Leonard Bernstein. Casi sobre la fecha anunció que no iba a
participar del encuentro.
"Fue terrible lo que hice. No fue por razones de salud, fue por otros
problemas que tenía. Y entonces fue el mismo Bernstein el que interpretó
al piano el concierto. El entonces manager de la orquesta me dijo algo
muy divertido: que Lennie había tocado y tuvo un gran éxito. Por eso te
quiere tanto", apunta con una carcajada.
Ha estado practicando arduamente y, como si fuera un búho, prefiere
trabajar de noche. Cuando por alguna razón no podía llegar a los
estudios del Carnegie Hall iba al Metropolitan Opera House, donde un
joven amigo, el tenor Kamel Boutros, se las ingeniaba para que ella
pudiera acceder a un estudio.
"Una vez que comienzo a practicar puedo seguir haciéndolo durante mucho
tiempo. Pero el problema es que no comienzo", agrega volviéndose a reír.
"Es cierto. Si tengo problemas necesito practicar, pero esa clase de
práctica obsesiva no es buena. Lo ideal para mí sería practicar muy
poco. Dos horas y nada más", completa. Sin duda, las preocupaciones de
salud han contribuido a su ansiedad.
Mientras Martha Argerich dejaba la sala de ensayos en el Carnegie Hall y
se dirigía a la entrevista, se le acercó un joven ujier, confeso fan de
la pianista. Ella se sinceró y le confesó que estaba muy nerviosa.
"Entonces él me contestó: "Debes aprender la sabiduría de la
incertidumbre". Qué buena frase, ¿no es cierto?" La incertidumbre es
algo con lo que Martha Argerich ha aprendido a convivir.
(Traducción de Stella Escudero B.)
Con noticias alentadoras
NUEVA YORK (The New York Times).- Hasta ahora los tratamientos para la
cura del melanoma que padece Martha Argerich al parecer han sido
exitosos. Su enfermedad está en remisión. De hecho, como muestra de
gratitud, el concierto de anteanoche en el Carnegie Hall fue hecho a
beneficio del John Wayne Cancer Institute, con entradas agotadas desde
hace semanas.
Si bien se encuentra sumamente aliviada por el progreso médico, Argerich
pospuso su chequeo anual hasta después de estos conciertos. "Estaba
demasiado nerviosa. Espero que tengamos buenas noticias", agregó tocando
la madera de la mesa de cóctel con un bailoteo de sus dedos.
Su primer melanoma apareció hace diez años, en un momento muy difícil.
"Un año antes mi madre había fallecido de cáncer. El mismo día que
recibí el diagnóstico, mi mejor amiga falleció de otro tipo de cáncer.
Ella tenía 49 años. Fue como una pesadilla."
Argerich se sometió a un tratamiento en Europa, pero cinco años después
apareció otro melanoma. En un año se había extendido. La condición de
salud de la artista, entonces, era realmente amenazante.
Por medio de varios amigos, Argerich conoció a un cirujano oncológico,
el doctor Donald L. Morton, director médico del John Wayne Cancer
Institute.
Desde 1960, Morton dirige un equipo de investigación que trabaja en el
desarrollo de una vacuna que se pueda usar contra el melanoma, a partir
de una emulación del sistema inmunológico del cuerpo. Además de
recomendarle esta vacuna experimental, que Argerich está recibiendo,
Morton le explicó que debería ser operada para retirarle tejido
cancerígeno de los pulmones.
Los riesgos de la cirugía
"Esto fue en marzo de 1997. Justo antes de someterme a la cirugía, pensé
que eso era peligroso. Usted sabe que para tocar el piano es
fundamental usar estos músculos", dice tocándose debajo de los brazos,
primero en las zonas laterales del tórax y luego en la espalda.
El doctor Morton, en una conversación desde California, le dijo que
hasta ese momento no se había dado cuenta de cuán importantes eran esos
músculos para una pianista. "Gracias a Dios pudimos concretar el
procedimiento sin tener que dañar los músculos", dijo el médico.
La recuperación fue muy penosa para Argerich, según dijo Morton, que
llegó hasta Nueva York para asistir a este concierto benéfico. "Pero las
mismas características que la convirtieron en una pianista de nivel
mundial también la hacen una sobreviviente. Es una mujer muy valiente",
concluyó.
Fotografía Archivo Diario La Nación
27 de marzo 2000
No hay comentarios:
Publicar un comentario