Los dos últimos discos que grabó junto al director Charles Dutoit la muestran como una pianista arrolladora y genial.
Viene llegando. Falta poco más de un mes para que
Martha Argerich se reencuentre con el público porteño como intérprete
(de cámara y sinfónica) y, además, como presidenta del jurado del primer
concurso internacional de piano que llevará su nombre, en su ciudad
natal.
Para matizar la espera, nada mejor que escuchar los dos últimos e
impactantes discos que la pianista argentina grabó junto a su ex marido
Charles Dutoit, que dirige la orquesta Sinfónica de Montreal.
Con ellos, Argerich grabó un repertorio en el que sigue siendo
imbatible: los conciertos para piano y orquesta de Prokofiev y los de
Chopin. Los dos CD, que editó el sello EMI, muestran la increíble
empatía que tiene con el compositor ruso, nacido en 1891 y fallecido
1953, y el fuego que le impone a la música del pianista romántico, el
mismo que le permitió alzarse con el premio mayor de la Competencia
internacional Chopin de Varsovia, en 1965.
Tocar "de oído"
"Martha Argerich sabe más sobre la música de Prokofiev que sobre el
contenido de su cartera de mano", escribió Annie Dutoit en el artículo
lleno de anécdotas del booklet del álbum que incluye los
conciertos 1 y 3 del compositor ruso y el Nº 3, de Bartok. Annie lo dice
con conocimiento de causa: no es sólo la hija del director de la
Sinfónica de Montreal, sino también de la propia Argerich.
El mundo de la pianista es así. Es irremediablemente distraída e
indecisa cuando está de "civil" y se transforma en un huracán mágico y
misterioso cuando se sienta delante de las 88 teclas de ébano y marfil. Y
Prokofiev es el mejor ejemplo de esto. Según cuenta Annie Dutoit,
Argerich aprendió el tercer concierto del ruso, entre sueños, mientras
su amiga y compañera de cuarto en Ginebra, Cucucha Castro, lo estudiaba,
en 1957.
El propio Charles Dutoit aporta un testimonio de aquellos años. Martha
podía levantarse a las primeras horas de la tarde, tomar tres o cuatro
cafés, fumar cinco cigarrillos, para luego sentarse delante del piano y
tocar el concierto de oído. "Hasta me aprendí algunos errores de lectura
de Cucucha", reconoce sin divismo la propia pianista.
De buen humor
Casi como excusándose, agrega: "No sé por qué, pero Prokofiev se hace
simple para mí. Entiendo su sensibilidad, su sentido del humor".
Sin duda, son las dos claves para comprender cómo funciona la empatía de
Argerich con Prokofiev y que se hace extensible en este disco a Bela
Bartok.
No por casualidad eligió el tercer y último concierto del compositor
húngaro. Es una obra de una profunda vitalidad, aunque fue escrita por
Bartok poco tiempo antes de morir, en 1945, en Nueva York.
En el caso del Concierto Nº 1 de Prokofiev y el Nº 3 de Bartok, se trata
además de su primera grabación. El concierto de Bartok y los dos de
Prokofiev parecen hechos a su medida. Escritos en tres movimientos,
tienen el espíritu del neoclasicismo de la primera mitad del siglo XX, y
una escritura pianística exigente, que alterna pasajes en los que el
instrumento funciona como percusión y movimientos centrales "cantabile" y
camarísticos. Dos requerimientos ideales para una pianista de la
energía y el espíritu concertante de Argerich.
Pero, por sobre todo, la pianista, que fue alumna de Fiedrich Gulda y
Nikita Magaloff, mantiene espíritu lúdico que la caracteriza (al igual
que a Prokofiev) a lo largo de todo el disco, pasando sin transición de
un momento en el que aplica su potencia huracanada a una velocísima y
liviana escala con aire y toque mozartiano.
Tanta energía y vitalidad están sabiamente complementadas por la
dirección de Dutoit. Algo que ocurre también en el más reciente disco
que grabaron juntos, con los Conciertos para piano 1 y 2 de Chopin.
Dutoit sabe cuándo acompañar, cuándo coordinar y cuándo "dejar hacer" a
sus principales solistas de la orquesta, con una claridad impecable.
Apoyado por la calidad de sonido excelente de la grabación, Dutoit
consiguió sacarle el jugo a "su" orquesta, como lo hizo en vivo en el
Teatro Colón el año último.
Con la pasión intacta
En el caso de los conciertos de Chopin, Argerich sorprende por la
frescura con la que sigue tocando estas obras que la catapultaron a la
fama y que tocó y grabó muchas veces.
Después de haber salido hace unos pocos años de una enfermedad que la
tuvo a maltraer, Argerich regresó a los conciertos del compositor polaco
con todo el brío y el fuego intactos. Y por si fuera poco, con una
mayor madurez para seguir sacando a la luz nuevos detalles de estas
obras.
Seguramente, este disco servirá para entablar entre los más fanáticos
largas discusiones de café para compararlo con los célebres registros
que hizo en 1968, con Claudio Abbado y la London Symphony Orchestra y,
una década después, junto a Rostropovich y la National Symphony
Orchestra.
De todos modos, no es tan simple encontrar los discos editados por Emi
en Buenos Aires. Hay que acudir a disquerías especializadas (Piscitelli,
Zival´s o las sucursales grandes de Musimundo y Tower Records). Como
opción se encuentra en muchas casas la "Colección Martha Argerich", con
las grabaciones más importantes de su historia, que editó el año último
el sello Deutsche Grammophon.
Eso sí, en septiembre, ningún disco podrá compararse con el placer de
escuchar a la pianista clásica argentina más importante del siglo, en
vivo y en directo con otra de sus grandes especialidades: el Concierto
en Sol, de Maurice Ravel.
Conciertos para piano
Argerich & Dutoit
Conciertos para piano Nº 1 y 3 de Prokofiev, y Nº 3, de Bartok (EMI Classics).
Martín Liut
Martín Liut
La Nación Espectáculos
25 de julio 1999
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