miércoles, 19 de noviembre de 2014

"Como las grandes figuras del siglo" - De la Redacción de La Nación (27 de septiembre 1999)


Una vez más, Martha Argerich produjo el embrujo de siempre. El mismo que de manera excluyente se repite desde aquellos años en que, siendo una niña, apareció con un vestido blanco y puntillas para brindar un recital asombroso.

Pasaron los años, se radicó en Europa, pero vino de modo esporádico. Ella misma no sabe explicar la razón de sus prolongadas ausencias. Sin embargo, siempre se supo sobre su evolución, sus triunfos, sus grabaciones, los episodios de su vida, su actitud rebelde cuando un jurado no reconoció los méritos de un pianista formidable, la zozobra creada por ausencias de último momento o la conmoción que provoca su actuación.

Sin ir muy lejos, tuvimos la oportunidad de escucharla en Berlín, en la sala de la Filarmónica, con dirección de Daniel Barenboim, en una semana de Pascua. Allí escribió con la Orquesta de Chicago una página para el orgullo nacional, ese que tantas veces se quisiera ocultar frente a la desidia, la mediocridad y el retroceso cultural que parecen una epidemia en el país.

Allí se tuvo la evidencia del "fenómeno Argerich", porque el público alemán, a quien no se podría calificar de indisciplinado, enloqueció al mejor estilo latino al punto de reclamar entradas en una reventa formidable. Cuando concluyó cada una de las obras, en medio del griterío alguien explicó: "Sólo Martha es capaz de poner de pie y hacer aullar al berlinés".

Ahora, mientras avanzaba el programa a cuatro manos con Nelson Freire se trató de encontrar una explicación. Primero está su técnica, con manos que parecen delicados gorriones bailoteando sobre el teclado, pero con un sonido pleno, redondo, cautivante, por momentos esmaltado y otros aterciopelado. En esto, Argerich no se parece a ningún otro.

Después, su sentido infalible para encuadrar a cada autor en su estilo y penetrar en el contenido profundo de la obra, sin amaneramientos ni excesos de explicaciones académicas o filosóficas volcadas en el fraseo, como tantos pianistas se esfuerzan por lograr. Es que la música brota de ella con mágica naturalidad, tanta y misteriosa que resulta siempre el ideal esperado.

Suma de todos los talentos

Claro está que para valorarla en su justa medida hay que recordar a las grandes figuras, porque de lo que se trata es saber quién es el pianista más perfecto del siglo. Vienen así a la memoria nombres como Alexander Brailowsky, distinguido por su forma de expresar cada frase; Arthur Rubinstein, que era tumultuoso de joven y supo perfeccionar su escuela para llegar a cumbres del sonido y del refinado fraseo; Walter Gieseking, el colorista sutil de infinita limpidez y transparencia de sonido e impecable manejo del pedal; Vladimir Horowitz, con su peculiar manera de tocar con las manos como metidas entre las notas negras, desafiando toda recomendación académica.

Y ni hablar de la vehemencia de Byron Janis, o la profundidad de conceptos de Wilhelm Kempff, la grandeza de Claudio Arrau, con su célebre aplicación de la escuela del contrapeso, la relajación muscular y prioridad del estudio intelectual, el refinamiento de Nikita Magaloff, la grandeza de Lazar Bergman, la maestría de Vladimir Ashkenazy, el talento de Rudolf Firkusny.

Y tres pianistas que se escucharon sólo en registros de virtudes excelsas: Dinu Lipatti, el rumano de sonido cristalino de exquisito fraseo; Sviatoslav Richter, de capacidad inigualable de toque refulgente, y Clara Haskil, de sonido candoroso.

Acaso Martha Argerich es la suma de todos ellos, una especie de síntesis milagrosa que la ubica, lógicamente, en la cima del siglo, aunque más no sea como la más genuinamente genial y completa.

Apostillas

Más Argerich. La pianista ofrecerá tres conciertos más esta semana, dos en el Colón y el restante en el Luna Park. Mañana, a las 20.30, se presentará dentro del ciclo de la Orquesta Filarmónica, dirigida por Pedro Ignacio Calderón, interpretando el Concierto Nº 1 de Chopin. Al día siguiente, también a las 20.30, ofrecerá un recital con el chelista Mischa Maisky. El viernes, a las 21, Argerich tocará en el Luna Park, en esa ocasión con la Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida por Calderón, con entradas a precios populares.

Entradas. A pesar de las expectativas por el regreso de Argerich al Colón, la sala tuvo claros en las plateas. ¿Las razones? Los cambios de fechas que afectaron por igual a todas las funciones del teatro y el alto costo de esas ubicaciones.

Demorados. Mucha gente llegó tarde. Eran los que viajaban desde la zona norte y que, además de la lluvia, se encontraron anteanoche con la desconcentración del acto político de Duhalde-Ortega, en el estadio de River.


"Como las grandes figuras del siglo"
Por Juan Carlos Montero
De la Redacción de La Nación  
© Fotografía Photographersdirect

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