lunes, 3 de noviembre de 2014

"Nuestra mejor Embajadora" - Nota de La Nación (12 de julio de 1999)


Ella está allí, en el teatro Champs Elysées, de París, aclamada una vez más por un público juvenil y delirante, porque acaba de recrear -por pura costumbre, como los dioses- el Concierto en Sol, de Ravel, junto a la Orquesta Nacional de Francia, dirigida por Charles Dutoit. Es otro momento mágico, de los tantos que pergeñan los dedos y el dionisíaco genio musical de Martha Argerich. Por eso mismo, es otro regalo inolvidable. 

La ovación es interminable. Lo constata la grabación que, tras un par de meses, ha llegado a nosotros desde unas manos amigas. Sobreviene, entonces, el momento del bis. No se han acallado todavía los últimos aplausos y Martha Argerich ha arrancado ya, en los arpegios iniciales de la mano izquierda, con esa deliciosa milonga de Alberto Ginastera: la "Canción del árbol del olvido". La milonga crece, orquestal, como una sinfonía de pájaros en la mañana pampeana. Hay un halo yupanquiano en ese canto estremecido de terceras. Hay sabor y esencias telúricas en todo el recorrido de sus dedos por el teclado, hasta ese lento arpegio final y el acorde politonal que la rubrica.

El fuego sagrado de Martha Argerich, puro volcán o refinamiento inaudito, ha transmitido para el oyente del Viejo Mundo esas cadencias que conforman nuestra intransferible idiosincrasia. El aplauso de la sala se vuelve otra vez clamoroso, inagotable. Martha Argerich pasea esta música argentina desde Champs Elysées hasta el Concertgebouw de Amsterdam, el Carnegie Hall de Nueva York, las grandes salas del Japón, los más ilustres ámbitos. La "Canción del árbol del olvido", ese magnífico folklore imaginario vislumbrado por Ginastera, vuela desde sus dedos a todo el mundo. Ella no es la burocrática vocero ni la que ensaya demagogias de ocasión para un público argentino en alguna sala de la pampa húmeda, sino la genuina portavoz de los ecos de la tierra en centros de irradiación mundial. Gracias al inmenso prestigio de su grandioso arte pianístico, Martha Argerich nos honra más que cien embajadores. 
René Vargas Vera
Diario La Nación

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