Concierto
extraordinario del dúo formado por la pianista Martha Argerich y el
violoncelista Mischa Maisky, organizado por la Fundación Teatro Colón.
Programa: Sonata en Sol menor Op. 54 Nº 2, de Beethoven; Sonata en Re
menor, de Debussy; Tres piezas fantásticas Op. 73, de Schumann, y Sonata
en Re menor Op. 40, de Shostakovich. En el Teatro Colón.
Nuestra opinión: muy bueno.
Nuestra opinión: muy bueno.
Después de apreciar el público porteño el arte de
Martha Argerich en la cúspide de su madurez artística y en nuestro
primer coliseo, como aconteció con su presentación con la Orquesta
Filarmónica de Buenos Aires, una nueva faceta de su talento afloró
anteayer ante los ojos y los oídos de los melómanos.
Fresco aún el memorable entusiasmo multitudinario que despertó con el
Concierto Nº 1 de Chopin, el programa camarístico que ofreció junto al
violoncelista ruso Mischa Maisky puso de manifiesto sus aptitudes para
la expresión más pura de una musicalidad más íntimamente compartida.
Verla en vivo, junto a Maisky, en una programa cuya diversidad permitía
apreciar exigencias interpretativas tan disímiles, configuraba otra de
las cualidades distintivas de la eminente intérprete argentina junto a
sus eventuales copartícipes en una tarea de recreación común.
Eligió para ello un programa diversificado, comenzando con la Sonata Op.
5 Nº 2, en Sol menor, de Beethoven. Es una obra de creciente
subjetividad en su lenguaje, aunque con un insoslayable sentido de
unidad y equilibrio.
El contenido emocional de la obra, presentado desde el inusual
movimiento lento inicial, fue abordado por los intérpretes con real
identificación con ese carácter, más libre en lo formal, con bajos
profundos aunque poderosos desde el piano, y cautelosa expresividad del
violoncelo. Maisky tuvo una sonoridad mejor asumida en la exposición de
los temas líricos, si bien a lo largo de toda la obra estuvo acotado por
un piano dominante en los aspectos rítmicos y dinámicos del discurso.
El carácter del Allegro que siguió, con un fraseo inquieto y contrastante (que quitó por momentos la respiración del oyente por los tempi
elegidos) permitió apreciar, empero, la calidad del cello al lograr un
perfecto ensamble temperamental con una pianista del exhaustivo dominio
técnico como Argerich. Si bien más rápido que lo usual, el Rondó Allegro
final mostró un mejor equilibrio virtuosístico. Fue casi un
divertimento entre los instrumentistas de excepción.
La singularísima sonata en Re menor de Debussy, mundo completamente
distinto al de la poderosa dialéctica beethoveniana, dejó más libre el
terreno de la libertad interpretativa. Tanto Argerich cuanto Maisky la
abordaron con una magnífica síntesis entre la imaginación y el
refinamiento sonoro. Las bellas y elegantes frases del Prólogo con
definido carácter de "Ouverture" francesa, el agitado Allegro
que siguió -que evidenció el rico temperamento musical de los músicos-,
los rasgos fantásticos de la Serenata, con su carácter grotesco de
interesantes efectos tímbricos y delicados pizzicati en las cuerdas sobre un piano de refinado sentido armónico, fueron aspectos inolvidables de la versión.
La gran sorpresa
Una sorpresa mayor depararía la segunda parte del concierto con obras
como las "Tres piezas fantásticas" Op. 73, de Schumann, otro de los
compositores de los que Argerich es eximia intérprete. Si bien es
optativo el empleo del violoncelo (la partitura original fue escrita
para clarinete), en este caso los intérpretes sacaron el máximo partido
de las cualidades expresivas de sus instrumentos, por el excepcional
sentido del color y del movimiento que tuvo el fraseo, con intensa y
romántica musicalidad en el piano y una fusión sonora de calidad
superior.
La Sonata para violoncelo y piano Op. 40 en Re menor de Shostakovich,
junto con la anterior las obras mejor logradas de la noche, fue objeto
de un valioso tratamiento interpretativo. Maisky lució sus mejores
recursos técnicos y expresivos, tan vinculados en esta obra a lo
emocional, sobre un piano de preciso color tonal en los acordes del
piano. La feroz ironía del Scherzo y los ritmos marcados y tajantes del
piano, con las proverbiales octavas veloces de Argerich, fácilmente
desplazaron a los instrumentistas hacia un virtuosismo genuino en
relación con la obra. El Largo fue vertido con lirismo y el Allegro final tuvo obsesivos acentos y un final de intensa y vibrante resolución.
Apostillas
Bises. Argerich y Maisky
agradecieron la ovación y la persistencia del público presente con
cuatro bises: dos Chopin (un largo y una polonesa), Beethoven (las
Variaciones sobre un aria de la "Flauta Mágica", de Mozart) y Schumann
(Adagio de la sonata Opus 70).
Números. Entre las tres funciones que ofreció en el Teatro Colón, Martha Argerich convocó a alrededor de 7500 personas. La de mayor asistencia fue la del martes último, cuando tocó junto a la Orquesta Filarmónica el Concierto Nº 1 de Chopin. Hubo gente sentada hasta en el pasillo central, algo inusual para la formalidad habitual del teatro.
Eclecticismo. En los conciertos del Colón, Argerich hizo gala de la variedad de compositores y repertorios que es capaz de abordar. Incluyendo los bises, la pianista interpretó obras de Scarlatti, Beethoven, Schumann, Chopin, Debussy, Ravel, Prokofiev, Shostakovich, Rachmaninov y Lutoslawsky.
Músicos y políticos. El prestigio y la calidad musical de la pianista argentina atrajo al Teatro Colón a algunos no habitués a la música clásica. En la platea se pudo ver, por ejemplo, a Mercedes Sosa y a Celeste Carballo, y en el palco avant scene de la derecha (que corresponde al vicepresidente) a Carlos Ruckauf.
En el Luna. Hoy, a las 21, Martha Argerich ofrecerá como despedida de Buenos Aires un concierto popular en el Luna Park. Allí interpretará, junto a la Orquesta Sinfónica Nacional, el Concierto para piano Nº 3 de Sergei Prokofiev, con la dirección de Pedro Ignacio Calderón. Por su parte, la agrupación interpretará la Quinta Sinfonía, de Beethoven el "Bolero", de Ravel y Preludio de "Los maestros cantores", de Wagner.
La Nación Espectáculos
01 de octubre 1999
Héctor Coda
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