sábado, 8 de noviembre de 2014

"Ilustre Martha Argerich" - La Nación Espectáculos (29 de agosto 1999)



Sin protocolo: la Legislatura porteña distinguió a la eximia pianista argentina, que llegó para ofrecer varios conciertos

Por fin Buenos Aires decidió rendir el esperado homenaje a su hija dilecta Martha Argerich, gloria pianística de todos los tiempos.


Ninguna aglomeración, ninguna manifestación de la que suelen convocar los nuevos ídolos de barro que lanza el mercado, se produjo a la entrada del Palacio Legislativo. Nadie podía imaginar que en ese fastuoso recinto, que es el salón dorado de la Legislatura, se produciría la ineludible, impostergable vindicación de una artista, que compite en talento y prestigio mundial con el otro homenajeado de la semana que acaba de terminar, Jorge Luis Borges. 

Casi nadie se percató de la presencia de Martha Argerich cuando ella se decidió ocupar ese primer asiento que le habían asignado.

Nadie le prodigó vivas y aplausos. Vestida toda de negro -saco tejido, pollera a media pierna- la gran pianista, aclamada en el mundo entero como verdadero portento musical, parecía estar concurriendo a un acto en el que ella cumplía el papel de una invitada más. 

Quienes pudimos dialogar con la pianista comprobábamos una vez más su autenticidad de ser humano y artista, su naturalidad, libre de toda pose y divismo, su aborrecer de las ceremonias fastuosas, el cholulismo y la fanfarronería.

Un acto con protocolo

La ceremonia de entrega del título de ciudadana ilustre, a manos del presidente de la Legislatura porteña y vicejefe del Gobierno de la Ciudad, Enrique Olivera, estuvo precedida por un largo prólogo de canto, a cargo de la soprano Judith Mok y la mezzo Susana Moncayo, acompañadas en piano por Fernando Pérez. Se trataba de la presentación del número 133 de la Revista Clásica y su disco compacto con los referidos intérpretes, en la nueva etapa de la publicación, a cargo de Gregorio Gordon.

Fue el señor Gordon quien obsequió a Martha Argerich un libro de homenaje a Borges, prologado por Sabato. El trío era inobjetable...

Cuando debió subir al estrado, Martha Argerich se mostró tan inquieta como durante el concierto en su asiento. Agradeció las palabras de Olivera: "Quisiera poder merecer esta distinción y compartirla con mi familia, mis maestros y mis amigos". Y bajó presurosa.

La Nación Espectáculos
29 de agosto 1999
René Vargas Vera 

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