Vive desde hace años en Bruselas.
Fue declarada ciudadana ilustre de la Ciudad de Buenos Aires. La intérprete tiene 58 años y es reconocida como una de las mejores pianistas del mundo.
La prestigiosa pianista de música clásica Martha
Argerich fue distinguida ayer como ciudadana ilustre de la ciudad de
Buenos Aires. La artista recibió la condecoración en una ceremonia en la
Legislatura porteña. Durante el encuentro también se llevó a cabo el
relanzamiento de la revista Clásica que, después de once años en el
mercado, cambia el formato, el diseño y el contenido
periodístico. Argerich tiene 58 años, tres matrimonios y tres hijas.
Vive desde hace mucho tiempo en Bruselas, aunque sus días transcurren en muchas ciudades del mundo, entre conciertos y distintos encuentros musicales.
Hace años que no se presenta en Buenos Aires. De hecho, su última presentación fue en 1986 (en un concierto dirigido por Simón Blech). En aquella oportunidad, la artista hizo en una sola noche lo que otros pianistas hacen en tres: el primer concierto de Beethoven, el segundo de Liszt y el tercero de Prokofiev. Martha Argerich comenzó a estudiar música a los 5 años. Era una niña todavía cuando viajó a perfeccionarse a Viena, en donde tocó para muchos maestros.
Ahora recuerda que con el que más aprendió fue con Friedrich Gulda. A los 16 años ganó dos importantes concursos en Busoni, Italia, y en Ginebra. Era todavía una adolescente cuando el legendario pianista Vladimir Horowitz se fascinó con su música y la citó, para conocerla personalmente, en Nueva York.
Al parecer, ese encuentro nunca pudo concretarse, pero fue el puntapié de una carrera de reconocimientos, que se completó cuando, ya viviendo en Europa, ganó el concurso Chopin, en Varsovia. Tenía 24 años y ya era una artista consagrada.
Supersticiones
Argerich es conocida también por ser muy supersticiosa. Una vez, antes de ofrecer un concierto en una iglesia de Bruselas, la pianista pasó frente a una imagen de la Virgen María. En ese instante se le cayó una lente de contacto. Eso fue para ella una señal y un motivo para que casi se cancelara el concierto. También cuentan que se niega sistemáticamente a interpretar Totentanz, de Liszt, porque considera que no es de buena suerte.
Recuperada de una larga y dolorosa enfermedad, la pianista, que ya es ciudadana ilustre de la Ciudad, presentó hace pocos meses un nuevo disco, que contiene la Toccata, de Prokofiev, y la Rapsodia Húngara N` 6, de Liszt, entre otras piezas. Según los críticos, se trata de ejecuciones temperamentales, que permiten que el público se conecte de manera especial con la artista. En diciembre del año pasado recibió el premio Viotti de Oro, una de las recompensas en el campo musical más prestigiosas de Italia, otorgada por la Sociedad del Cuarteto de Vercelli (Piamonte, en el norte de la península), como la mejor intérprete del año.
Vive desde hace mucho tiempo en Bruselas, aunque sus días transcurren en muchas ciudades del mundo, entre conciertos y distintos encuentros musicales.
Hace años que no se presenta en Buenos Aires. De hecho, su última presentación fue en 1986 (en un concierto dirigido por Simón Blech). En aquella oportunidad, la artista hizo en una sola noche lo que otros pianistas hacen en tres: el primer concierto de Beethoven, el segundo de Liszt y el tercero de Prokofiev. Martha Argerich comenzó a estudiar música a los 5 años. Era una niña todavía cuando viajó a perfeccionarse a Viena, en donde tocó para muchos maestros.
Ahora recuerda que con el que más aprendió fue con Friedrich Gulda. A los 16 años ganó dos importantes concursos en Busoni, Italia, y en Ginebra. Era todavía una adolescente cuando el legendario pianista Vladimir Horowitz se fascinó con su música y la citó, para conocerla personalmente, en Nueva York.
Al parecer, ese encuentro nunca pudo concretarse, pero fue el puntapié de una carrera de reconocimientos, que se completó cuando, ya viviendo en Europa, ganó el concurso Chopin, en Varsovia. Tenía 24 años y ya era una artista consagrada.
Supersticiones
Argerich es conocida también por ser muy supersticiosa. Una vez, antes de ofrecer un concierto en una iglesia de Bruselas, la pianista pasó frente a una imagen de la Virgen María. En ese instante se le cayó una lente de contacto. Eso fue para ella una señal y un motivo para que casi se cancelara el concierto. También cuentan que se niega sistemáticamente a interpretar Totentanz, de Liszt, porque considera que no es de buena suerte.
Recuperada de una larga y dolorosa enfermedad, la pianista, que ya es ciudadana ilustre de la Ciudad, presentó hace pocos meses un nuevo disco, que contiene la Toccata, de Prokofiev, y la Rapsodia Húngara N` 6, de Liszt, entre otras piezas. Según los críticos, se trata de ejecuciones temperamentales, que permiten que el público se conecte de manera especial con la artista. En diciembre del año pasado recibió el premio Viotti de Oro, una de las recompensas en el campo musical más prestigiosas de Italia, otorgada por la Sociedad del Cuarteto de Vercelli (Piamonte, en el norte de la península), como la mejor intérprete del año.
Diario Clarín Sociedad
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